Deberían darle un maldito premio al tipo que invento los clínex o tal vez organizar un desfile en su honor mucho más relevante que el desfile de acción de gracias. Sonreí ante la idea de un gran globo gigante en forma de clínex. Un nuevo espasmo producto de otro estornudo llenó mi cuerpo, Lucy iba y venía de la cocina con tazas repletas de un delicioso té de frutos rojos. De vez en cuando me miraba como si tuviese la intención de asesinarme, lo cual no sería una buena idea, a menos que quiera enfrentarse a la ira de mis padres.
Valía la pena encontrarme aquí en la estancia del apartamento enfundada en un suéter de lana gris, pants del mismo tono, con al menos tres pares de calcetines en cada uno de mis pies, envuelta en el edredón lila de Lucy, rodeada por dos cajas de clínex y con la nariz más roja que la de Rudolph el reno, si mi mente me llevaba nuevamente a la noche anterior, en la cual Logan me había mantenido a su lado aún bajo la lluvia, con su brazo en mis hombros, su mejilla recargada en mi cabeza y cantando en un suave susurro.
Por supuesto y como era de esperarse mi sistema inmune había decidido pasarme la factura de mis actos, pero nada importaba ni siquiera estornudar cada 5 segundos. Lo soportaría una vez más si eso significa que las cosas pasarían exactamente iguales.
—El doctor McLaren está de vacaciones —mencionó Lucy al tiempo que dejaba sobre la mesa de café en la cual yo había estado apoyando mis pies, una nueva taza de té.
—Es una pena —respondí con la voz ronca y conteniendo un estornudo.
— ¿Estás de broma? —apoyando sus brazos sobre sus caderas en postura de jarra, Lú enarcó ambas cejas como esperando a que me disculpara.
—No. —Tomé la taza con cuidado de no derramarla sobre mí y soplé un par de veces antes de comprobar con la punta de mi lengua si la temperatura era la ideal para darle un sorbo.
—Llegas al apartamento empapada y temblando, juro que los vecinos pudieron escuchar como castañeaban tus dientes y estás ahora sentada tan feliz como si vinieses de un día en la playa —espetó.
Un fuerte resoplido vino de la cocina, el simple gesto llevaba clara la insinuación de estar totalmente de acuerdo con lo que Lucy había dicho.
—Debiste escoger una mejor compañera de apartamento—espetó Sarah. Una de las amigas de Lucy, ella estaba sentada tras la barra de la cocina leyendo una estúpida revista de modas y había seguido con gesto critico nuestra conversación. Al igual que con Steven, estaba segura de que yo no era de su agrado
—No he pedido tu opinión, Sarah —soltó Lucy de manera firme.
Toma eso, estúpida. Pensé.
Sarah trató de no evidenciar su disgusto y le sonrió a Lucy. Por supuesto no era un tipo de sonrisa amistosa y quizás Lú lo sabía. Me envolví mucho mejor con el edredón de Lucy y traté de evitar una nueva serie de estornudos. Lucy regresó a la cocina para terminar de preparar el desayuno. Sólo que contra todo lo que yo esperaba, cerró las pequeñas puertas. Quizás tratando de obtener un poco más de privacidad. Por mucho que añorara la idea de retomar mis actividades normales, debía quedarme en casa de lo contrario podría esparcir el virus de la gripa y lo último que deseaba era tener que soportar el sonido de los estornudos. Bastaba con tener que soportarme a mí.
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Lost Boys: Vampires Will Never Hurt You
VampireMuchos dejamos de creer en la fantasia, al llegar a cierta edad, pero la fantasía nunca deja de creer en nosotros. ¿Que pasaría si todas las historias terroríficas acerca de vampiros, hombres lobo y demas seres sobrenaturales resultaran ser ciertas...