XXII. Siendo amigos

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Habría tormenta

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Habría tormenta. Podía sentir como la temperatura había descendido al igual que al viento agitarse a su alrededor. No era aquello lo que le preocupaba. Pudo haber corrido sobre el agua. Un acto que muchos considerarían un milagro, al menos si no fuesen lo bastante estúpidos como para cuestionarlo todo.

Pero no lo hizo, prefirió tomar un taxi acuático que lo dejase cerca de la residencia que estaba obligado a compartir con ellos. Ok puede que no estuviese obligado, pero si atado, atado a la eternidad, atado a ser sólo lo que ellos necesitaban y no lo que de verdad quería ser.

La enorme propiedad estaba rodeada por muros de granito, en cuanto llegó al portón, las lámparas se activaron, estas cosas funcionaban aun cuando su presencia pasase desapercibida para el resto de los mortales, para esos condenados aparatos no, justo después de las luces, el enorme portón se abrió de manera lenta, como si tuviese todo el tiempo del mundo, ciertamente era de ese modo, sin embargo, no quería darse el lujo de desperdiciar unos pocos segundos. Pasó de manera rápida por la puerta, caminando a través del andador que estaba ahí, sólo para evitar que caminases sobre el césped.

Cansado de seguir aquellas reglas absurdas salió del camino enmarcado por luces incrustadas en el suelo y caminó por sobre el césped, húmedo con el rocío de la mañana, el sol no había salido completamente y sin embargo ahí estaba, caminando como si no temiese evaporarse al viento cuando el sol decidiera iluminar una vez más.

El agua de la piscina se encontraba teñida de un color rosáceo, en la orilla de esta se apreciaban los restos de vasos plásticos rojos, la parte superior del traje de baño de alguna chica y cabellos, no solo uno o dos, todo un mechón completo, con restos de cuero cabelludo, llenos de un poco de sangre seca. Arrugando el gesto con disgusto entró al interior de la casa por las puertas corredizas de cristal, asegurándose de cerrar completamente las cortinas una vez dentro.

La pequeña ante sala no era la excepción, el aroma de la sangre coagulada inundó sus fosas nasales, pero no sintió deseos de buscar la fuente de dónde provenía aquel aroma tan repugnante, además ya había bebido algo como para deleitarse con las sobras de otro.

Subió de dos en dos los escalones que lo llevaban a la parte superior de la casa, sin importarle si quiera el desastre y el aroma tan asqueroso de la casa. Ya tendría tiempo para abrir las ventanas durante la noche.

En cuanto llegó a su habitación se tumbó sobre la cama, agradeciendo que al menos respetasen su espacio personal.

Sin levantarse del todo, se quitó las pesadas botas al igual que los jeans no tan secos como le hubiese gustado. Colocando el brazo sobre su rostro iba a sumergirse en sus propios recuerdos. La manera en la que ella se estremecía cada vez que la tocaba, los jadeos que profería cuando sus caderas se acercaban a las suyas e incluso la sincronía sobrenatural con la que sus labios encajaban con los suyos, de alguna manera y tal vez le parecía pretensioso creer aquello, estaba seguro de que esta vez...y solo esta; ella estaba destinada a pertenecerle.

Lost Boys: Vampires Will Never Hurt YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora