Muchos dejamos de creer en la fantasia, al llegar a cierta edad, pero la fantasía nunca deja de creer en nosotros.
¿Que pasaría si todas las historias terroríficas acerca de vampiros, hombres lobo y demas seres sobrenaturales resultaran ser ciertas...
Cualquier error que visualicen no duden en hacérmelo saber. Espero que disfruten el capítulo y recuerden que sus votos y comentarios son mi sueldo.
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Regresé al apartamento tomando el camino largo, sin que Jules o incluso Jess protestasen debido a mi elección.
Apenas divisé mi edificio, una oleada de alivio se apoderó de mí. No quería parecer descortés, no después de que ambos me acompañasen durante la fatídica tarde, pero si trato de ser un poco honesta, tampoco me era de mucha utilidad tenerlos detrás de mí. Por ello fui lo bastante cortés como para agradecerles por haberse comportado como pocos amigos llegan a hacerlo.
Jess no aceptó de manera inmediata mi decisión, mordisqueando su labio inferior durante lo que me pareció una eternidad, terminó por emitir lo que identifiqué como un bufido bastante aceptable, para proceder a susurrar algo que tenía que ver con la ingratitud y el sistema penal de Nueva York, al menos creo que hizo alusión a Nueva York.
Jules por otro lado y aunque no lo dijo abiertamente, lucía más que complacido con mi oportuna elección de cortar la compañía forzada antes de que se decidiese a sacudirme como lo haría un padre con su pequeña hija traumatizada, para obligarme a reaccionar.
Si al menos tuviese la certeza de que Logan no iba a mandarme nuevamente a la mierda. Habría hecho hasta lo imposible por averiguar a donde lo llevaron después de que atacase a Patrick; el guardia encargado de suplir a Mark. Sin embargo y aunque cada célula en mi cuerpo gritaba porque hiciese aquello, también mi amor propio me pedía tener al menos un gramo de dignidad y aceptar que Logan y yo no somos del todo compatibles.
Me detuve por un momento frente a la puerta de acceso a nuestro apartamento, mirando al techo, como si este pudiese darme la paz que necesitaba con clara urgencia. Suspiré un par de veces, justo como te enseñan a hacerlo en las clases de yoga, para calmar tus chacras o alguna mierda de ese tipo.
Conseguí sacar las llaves de mis bolsillos, dispuesta a meterlas por la cerradura, me detuve en cuanto me percaté de las estrellas dibujadas cerca del timbre, nada que te hiciese pensar en rituales satánicos. Estas eran diferentes, parecidas a las estrellas que se utilizaban en la segunda guerra mundial para diferenciar a los judíos del resto de la población normal, sólo que un triángulo apuntaba a la izquierda y otro lo hacía a la derecha, no pude evitar el reírme de aquel dibujo. Por la forma en la que los triángulos que conformaban la estrella se alineaban estos formaban una especié de reloj de arena en el centro.
El dibujo parecía haber sido tallado con una punta afilada, puesto que este había logrado penetrar la capa de yeso encargada de rodear el timbre. Si el encargado de la intendencia del edificio llega a notarlo, a Lucy y a mí nos va a costar una suma considerable, aunque comparándolo con el resto del inmueble esto más parece un trazo de niños que las usuales muestras de vandalismo abundantes en el edificio.
