Sabor a gloria

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El sonido de alguien tocando la puerta consiguió que abriese los ojos, aunque estaba tan cómoda que deseaba dormir por lo menos una eternidad más, parpadeé varias veces antes de darme cuenta que Damian continuaba durmiendo a mi lado (o más bien, debajo de mí), estaba acostado boca arriba con los brazos a ambos lados, de alguna manera, se parecía más a un difunto en un cajón que a alguien durmiendo cómodamente. Lentamente con cuidado de no despertarlo, retiré la pierna que tenía sobre las suyas y fui levantando el torso hasta que estuve de mi lado de la cama.

-Ama ____, Amo Damian-llamó Alfred tocando suavemente la puerta-. El desayuno está listo.

-Gracias-respondí-. Enseguida vamos.

Tras oír los pasos apresurados de Alfred alejarse por el pasillo, me senté en la cama y estiré los brazos lo más alto que pude buscando desperezarme. Luego volví la mirada hacia Damian, continuaba con los ojos cerrados y respirando profundamente, hinqué un codo la almohada y apoyé la barbilla sobre mi mano para observarlo más de cerca, tenía unas líneas debajo de los ojos, debido a la falta de sueño supuse.

Ser Robin no debe dejar mucho espacio para las horas de sueño, me dije a mi misma, aprecié sus facciones a conciencia, se parece bastante al señor Wayne, aunque es algo más lindo; pensé antes de sonreír y usar la mano libre para clavarle un dedo cuidadosamente en las mejillas para despertarlo.

-Venga, Alfred ya preparó el desayunó.

Damian abrió los ojos vagamente y frunció el ceño, miró a su alrededor en lo que tensaba los músculos, antes de sentarse en la cama y frotarse la frente.

-¿Sabías que eres el doble de molesta en las mañanas?-gruñó apartando mi mano porque no había dejado de hincarle el dedo en las mejillas.

-Buenos días a ti también Damian-le sonreí antes de saltar fuera de la cama rumbo al armario, comencé a quitarme la blusa.

-¡¿Pero qué demonios haces?!-se sobresaltó él clavando la mirada en la cama.

-Cambiándome, obviamente-respondí mirándolo por encima del hombro.

-Te das cuenta de que soy un chico, ¿Verdad?

-Lo sé ¿Por?

-Se supone que los chicos y las chicas no se cambian en presencia de los otros-soltó con algo que creí era vergüenza adornándole la voz.

Ante aquello solté el borde de mi blusa y me encogí de hombros, había escuchado algo similar de Alfred cuando se escandalizó porque me cambiaba con la puerta abierta, aunque claro, cuando comprendió que cerrar la puerta no era una opción para mí entonces, acabó por vigilar el perímetro del pasillo para que nadie pasase por allí en lo que me vestía.

Ciertamente, intuía por las películas y series que los chicos y las chicas tenían más diferencias que las vocales en su última sílaba; sin embargo, no creía que esos detalles que estuviese pasando por alto fueran una razón para avergonzarse. Me había criado en una jaula de barrotes donde no existía lo que en el mundo llamaban "privacidad", así que el concepto me era un poco confuso.

-Está bien, supongo que bajaré en pijama-dije sin más.

-Voy a cambiarme a mi cuarto, cerraré la puerta-expuso él caminando rápidamente hacia la puerta-. Cámbiate y baja, ponte algo cómodo, hoy vamos a entrenar-dicho y hecho, se retiró cerrando la puerta.

Me cambié rápidamente poniéndome la ropa que utilizaba para practicar gimnasia, y luego de ponerme las zapatillas, me apresuré a bajar con más optimismo del que había tenido nunca, pero ¿Cómo no iba a ser optimista? Si ya estaba cada vez más cerca de alcanzar mi meta de ayudar a las personas.

Monkeying .vs. Robin (Damian Wayne y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora