Pesadilla

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«Estaba caminando por una estancia donde reinaba una oscuridad tan profunda que casi podía sentir que me engullía con cada paso que daba. No sabía dónde estaba, sólo era consciente de que el piso era frío como el hielo y de que mis pies debían de estar descalzos.

Cada tanto, entre paso y paso, podía oír voces que sonaban como ecos lejanos, repiqueteando dentro de paredes que no alcanzaba a ver, cada tanto, esas voces conseguían que me detuviera un instante, y virara el curso hacia ellas; sin embargo, no importaba cuánto caminase, nunca estaba lo suficientemente cerca de ellas como para comprender qué decían, o darme cuenta si me eran o no familiares.

Tras lo que me resultó una eternidad en la que la inquietud fue creciendo como una tormenta en mi pecho, me choqué en la obscuridad con algo frío, extendí la mano hacia delante, y fui capaz de cerrarla en torno a algo delgado que mi mente reconoció al instante: un barrote. Extendí la otra, y a una distancia predecible, encontré otro, repetí la acción varias veces, quizás tratando de averiguar si estaba encerrada o la jaula en realidad, era sólo algo abandonado en esa obscuridad. Pero no encontré vértices, los barrotes parecían seguir y seguir, como si fueran una hilera infinita.

-Y puede que lo sea-murmuró alguien, como si hubiera escuchado mis pensamientos.

-¿Quién...-me sobresalté retrocediendo un par de pasos.

-No lo sé...-admitió la voz-. No tengo siquiera una pista de quién soy ahora. Antes, creía saberlo... pero ya ni siquiera puedo recordar quién era entonces.

Algo en su voz me sonaba vagamente familiar, como si le perteneciera a alguien a quien estaba acostumbrada a oír, pero hacia demasiado tiempo de ello.

-¿Qué hay de ti?-me preguntó entonces la voz.

-¿De mí?

-¿Sabes quién eres?

-Sí, lo sé-respondí con seguridad-. Soy ____ Grayson.

-Es un buen nombre-la voz sonaba casi optimista-. ¿Y sabes lo que eres?

Aquella pregunta consiguió que la inquietud en mi pecho se transformase en algo más oscuro y pesado: miedo. No era capaz de entender la razón, sólo sabía que el miedo se esparcía por mi cuerpo a través de cada nervio.

-Claro...-me forcé a contestar-. Soy...-la palabra justa no llegó a mi mente, estaba completamente en blanco-. ¿Y tú lo sabes? ¿Sabes lo que eres?

-Seré lo que tú decidas que sea-determinó la voz con seguridad-. Tu otra mitad, tu sombra, tu maldición... sólo decídelo y me convertiré en ello.

Mi corazón vibró dolorosamente en mi pecho, provocando que mi pulso se disparase de golpe, algo en sus palabras me había asustado; pero ¿El qué?

-¿Por qué tendría que decidir yo sobre eso?-me hallé preguntando más que alarmada.

-Porque tú eres la dueña de los barrotes que nos separan, y de este sitio-sentenció-. Aquí eres la dueña y señora de todo. Hasta de mí.

-Ni siquiera sé dónde estamos.

Unas risas crueles resonaron desde un rincón en el que se fueron dibujando unas líneas rectas de luz, pronto, las líneas se toparon y formaron un rombo.

-¿Q-qué hay ahí?-vacilé.

-No lo sé. Sólo tú puedes abrir las puertas.

Sin entender mis motivos, comencé a avanzar en la obscuridad en dirección a aquel rombo luminoso, estaba asustada, al punto en que me costaba respirar y el corazón se me apretaba con fuerza contra el pecho como si fuera a salir expulsado como un resorte fuera de mis costillas en cualquier momento; no obstante, tenía la sensación de que necesitaba abrir esa "puerta", si es que realmente era eso.

Monkeying .vs. Robin (Damian Wayne y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora