Punto muerto

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«El piso helado como el hielo debajo de pies me dijo dónde estaba: era ese sueño otra vez. Avancé por la oscuridad sin titubeos, aunque ni siquiera sabía hacia donde iba, era consciente de que acabaría llegando a donde debía si sólo continuaba avanzando.

Finalmente, mis rodillas se chocaron con algo frío en la oscuridad, estiré las manos al frente para poder sujetar los barrotes; y no pude evitar sentirme atónita cuando comprobé, las rejas estaban seccionadas a la mitad, a duras penas si me llegaban a la altura de la cadera.

Ya no puede mantener a nadie dentro, pensé levantando la vista e intentando escrutar la oscuridad.

-Exactamente-me dio la razón la voz.

Tragué con fuerzas para disolver el nudo en la garganta que sentí al escucharla.

-¿Vas a salir de ahí?-le pregunté.

-¿Debería?-su voz se sentía exageradamente cerca, como si estuviese de pie frente a mí, justo del otro lado de los barrotes-. No creo que hayas decidido aun qué hacer conmigo. Aunque hayas conseguido respuestas, las preguntas no han hecho otra cosa que acumularse en tu interior. Estás más perdida que antes-oí un golpecito metálico producir eco en la oscuridad-. Tal vez por eso sólo han desaparecido a la mitad.

-¿Eres el Rey Mono?-formulé tras unos momentos de silencio.

-Sólo si eso quieres que sea-su voz se tornó severa-. ¿Eso quieres?

Negué con la cabeza rotundamente.

-Bien, entonces no lo soy.

Aquello me tranquilizó apenas, entonces, oí el sonido de algo deslizándose por los barrotes, hasta que alcanzó el suelo. Probablemente, la voz se había sentado, sin saber por qué, la imité, y a través de los barrotes fríos, pude sentir cierta calidez proviniendo de ese ser. Era reconfortante, como el calor de un abrazo.

-¿Qué pasaría si los barrotes se fueran?-quise saber.

-Reinaría la paz o arderíamos en el infierno-respondió con desinterés-. ¿Puedo darte un consejo?

-Supongo que sí.

-Ten cuidado, te están conduciendo hacia el infierno. Quieren enloquecerte, romperte hasta que no quede nada de ti, y entonces...

-¿Entonces qué?-pregunté con urgencia.

-Tendré que salir yo.»

Abrí los ojos y parpadeé varias veces hasta que pude diferenciar la oscuridad de mis sueños de la penumbra de la realidad.

Estaba en la enfermería improvisada de la Torre, recostada y acobijada hasta el cuello. 

Me incorporé sintiéndome pesada, aunque se lo atribuí más al tiempo que había pasado en la cama que a lo rota que me sentía por dentro, y es que, si antes sentía que una parte de mí se había destrozado, ahora estaba segura que la parte sana había comenzado a astillarse. Ya no había nada intacto en mi interior, lo cual me inquietaba, ¿Qué pasaría cuando la voz tuviese que salir? Peor aún, ¿Y si ya lo había hecho? 

Súbitamente, algo pasó volando frente a mi rostro, y por pura inercia, lo atrapé con un movimiento algo torpe. Evalué el objeto con la poca luz que entraba por la ventana: era una manzana roja. Luego me volví hacia donde creía había llegado, y me encontré observando a Damian en ropa civil sentado en el marco de la ventana, con una manzana verde en la mano.

-Cómela-me dijo con una neutralidad que me llamó la atención-. Llevas veinticuatro horas sin comer. Estás al borde de la inanición, Grayson.

-¿Veinticuatro horas?-me alarmé ¿Cómo podía haber pasado ya un día entero desde que volvimos de China? Mas aún, ¿Cómo y cuándo habíamos regresado?

Monkeying .vs. Robin (Damian Wayne y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora