Capítulo 24

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Soltar...

No se veía absolutamente nada a través de la tiniebla que abunda en el bosque, a duras penas me cubría con la bufanda alrededor de mi cuello. La brisa me congela dejando los cachetes rojas, cojo con fuerza el documento que me han mandando entregar. Un poco indecisa lo dejo donde me dijeron que tenía que dejar. Miro a los lados con seguridad que no me hayan vigilado ni mucho menos un encubierto buscando mi rastro.

Retomo mis pasos regresando con deprisa al auto, donde se encontraba él. 





Sacudo la cabeza volviendo a la realidad. Trato de unir las piezas que faltan en el rompecabezas. Las notas y cartas están esparcidas por todo mi escritorio que me están volviendo loca. En cierto momento no he sabido nada de los idiotas, no se donde están metidos. Curiosa a la vez interesada comienzo a llamar uno en uno por teléfono pero nadie se digna a responder. ¿Qué estarán haciendo? Más que todo metidos en. No me quiero imaginar lo peor, menos metidos aún en el estúpido juego.

Trato de llamar a Nick pero no me recibe ni una llamada, ojalá no esté metido en problemas mayores. Dejó las cosas como estaban guardando las en mi escritorio bajo llave, me aseguro de guardarlo en un escondite fuera del alcance de la vista a los chicos, si que se dignan a aparecer.

Como estoy un tanto aburrida no me queda de otra cosa más que hacer me dispongo a dar un paseo en patineta y sacar a pasear a Daren. Colocó la correa antes de salir de la casa rondando en la patineta.

Como estoy un tanto aburrida no me queda de otra cosa más que hacer me dispongo a dar un paseo en patineta y sacar a pasear a Oreo. Colocó la correa antes de salir de la casa rondando en la patineta.

El viento revuelve algunos mechones de mi cabello en diferentes direcciones, a paso del trote de mi canino andamos pasando toda la ciudadela saliendo de ahí, el aire fresco del atardecer abunda con tranquilidad. Disfruto de la brisa y el increíble vista, veo pasar muchas parejas que me da un sentimiento de remordimiento y soledad que me adormece mis sentidos.

Sin esperar nada de nadie, se vive mejor.

Eso es lo que quiero creer.






(...)

—No puedo creerlo— exclama histérica Nadia.

—Las apariencias engañan, mija— digo encogiendome de hombros tomando un sorbo de mi malteada.

Me he topado con las chicas accidentalmente en plena calle, decidimos venir a la nueva cafetería que se inauguró hace unos días, necesitaba esto. Un día de chicas olvidando por completo mis problemas por lo menos 24 hrs si es que se pueda.

Bebo un sorbo de mi frappe escuchando atentamente lo que me relataba Nadia de su desaparición durante estos días. Amelia solo asentía mirando un punto fijo de la ciudad a través del cristal de la ventana, no se mucho de lo que a pasado pero en cierto punto me preocupa que no entabla mínima conversación.

—¿Te encuentras bien?— pregunto —¿Porque estas tan callada recientemente?.

Solo me observa en silencio pensando un buen argumento por su mente distraída. Murmura por lo bajo —No es nada, estoy.. bien.

La noto muy extraña en mi punto de vista, no me convence para nada de lo que dice estar pero tampoco la puedo presionar en decírmelo, sería una egoísta de mi parte inclusive metida. No vuelvo a preguntar más retomando la conversación de Nadia de antes.
Pasando unas horas entre chisme y risas culminamos de comer, decidiendo a pasear en los rincones del centro comercial aprovechando el lindo día en busca de tiendas vintage o husmear una nueva línea de ropa. Con bolsas en la manos y el sol bloqueando la vista trato de enfocar en el estacionamiento el auto parqueado para dejarlas, hace demasiado calor para seguir caminando con el intenso sol. Después de despedirme de ellas, tomó mi camino a la salida, por el rabillo de mi ojo reconozco una cabellera café, restriego los ojos dejando a la vista la radiación.

Al Filo del DescarrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora