Capítulo 41

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Revelación

Han pasado horas infinitas estar sentada en una silla sumamente incómoda. Me muevo inquieta en saber si con eso llamó la atención de alguien.

—Podrías dejar de moverte, ese sonido es molesto.

Menciona Edward apoyado en la pared cruzado de brazos haciendo "compañía". Lo que si a hecho es molestarme.

—Callate, me siento incómoda aquí.

Respondo secamente al sentir mi trasero dormirse.

—Sino te hubieras escapado nada de esto hubiera pasado.

Contesta haciendo referencia desde que mis padres me mandaron a vivir aquí. Nunca se puede quedar callado.

—Y tú siempre apoyándote.

Respondo con fastidio a veces pienso que está enamorado de él pero se me pasa al ver juguetear con una cualquiera.

—Claro, estoy agradecido por haber ayudado con mis problemas y de retorno trabajó para él.

—Que desgracia..

Murmuro, se su historial desde que empezó a trabajar como mesero, ha sido una gran amistad que se entorno ahora mi enemigo.

—Agradezca que no ha hecho nada a tus amigos, no ves que quiere hacer las paces.

Suspira tocando la cabeza.

—Aja y tengo bolas. No me como ese cuento, vivir con él fue una desgracia y lo sigue siendo.

Respondo fulminando la mirada. Ese fue mi error cuando era un adolescente, confiaba a cualquiera que se cruzaba en mi camino por "ayudarme", que recibo a cambio, vivir con él porque es un psicópata sin sentido que quiere tenerme bajo su control. No soy la misma estúpida de pequeña.

—Como quieras, solo te estoy dando un consejo. Si realmente amas a tus amigos y ese niño bonito es preferible quedarte a su lado.

Refiriéndose a Blake.

No le contesto, es tan fastidioso como él. Se escucha como abren la puerta, entra con una bolsa cerrando la puerta entre sí. Nos ve a nosotros, sonríe maravillado.

—Veo que están reconciliándose.

Comenta burlón sentándose en la silla giratoria.

—Sigue siendo testaruda como siempre.

Contesta de vuelta Edward acercándose al pilar del escritorio cogiendo la bolsa.

—Esa es nueva ropa para que te cambies y no te enfermes.

Indica Blake mirándome a los ojos que tanto detesto.

—Ahora eres amable, no recuerdo haberlo visto hacerlo hace 2 años.

Contesto fulminado la mirada.

—Agradezca que soy considerado, acompañarla al baño y vigila la.

Advierte levantándose saliendo hacer sus cosas, como lo odio. Edward se acerca para levantarme de mi asiento.

—No me toques.

Murmuro con rabia, lo sigo saliendo del despacho caminando al pasillo donde está el baño.

—Tienes cinco minutos.

Ordena.

—Estoy lastimada, si no te diste cuenta pendejo.

Señaló con la cabeza mi cuerpo herido. A regañadientes asiente.

—Quince. Te estaré esperando.

Al Filo del DescarrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora