Capítulo 19:

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—¿Te gustó?— preguntó Chris, mientras me miraba con una sonrisa.

—No! Para nada, tiene un sabor horrible.— rodé los ojos.

—Se que te encanta... Así como yo a ti— su pierna rozó con la mía.

—Basta Chris, íbamos bien— volví a mi anterior estado de ánimo.

—Uhmm. Entonces, estabas así por mí— mordió su labio.

—No, solo necesitaba distraerme— hice un mohín.

—Conmigo.

—¿Vas a continuar?— ya estaba estresado.

—Ya bebé— tomó mis manos entre las suyas

—Chris, estamos en público— susurré.

—¿Y eso qué?— se encogió de hombros y se recostó en la silla.

—No puedes andar tocándome mientras cinco chicas están fuera viéndonos.

—Bueno, ya es mucho mejor porque no tengo que explicar mucho— rió.

—Estoy soltero— arqueé una ceja.

—Yo también— mordió su labio.

—Deja de hacer eso— fruncí el ceño.

—Joel, siéntate a mi lado— dijo, serio.

—¿Para qué?

—Tengo muchas cosas que hacerte y estás muy lejos de mí— rodó los ojos.

—No voy a moverme— me crucé de brazos.

—Uff, al fin— llegó alma —joey, ¿Te podrías sentar alado de Chris? Porfavor— pidió.

—Si claro— me levanté y christopher también lo hizo.

Shit! No recordaba el plan de christopher y caí en su trampa. Recosté lo más posible mi cuerpo a la pared pero los sillones no son tan grandes que digamos e Igual nos rozabamos.
Su mano llegó hasta mi rodilla y fue subiendo lentamente, mientras él hablaba tan tranquilamente con alma, lo miré y ni siquiera se percató que lo estaba recriminado con la mirada.
Su mano se detuvo en la parte superior de mi muslo y con el dedo corazón empezó acariciar el pliegue entre mi miembro y el muslo. Aparte su mano pero no soltó la mía, incluso la entrelazó con la suya y la llevo hasta su bulto que estaba grande. Cochino asqueroso.

—Joey— abrí los ojos —¿Tienes sueño?— preguntó alma.

—No, sólo estoy escuchando lo que dices... La única manera de prestar atención— reí.

—De verdad que eres raro— dijo riendo.

—Super raro— miré a Chris quién hacía lo mismo.

—Come rápido alma, convivir con éste ser es algo tedioso.

—¿Yo soy tedioso almita?— preguntó christopher dulce.

—Claro que no bebito— lo consoló.

—La mentira es mala, alma.

—Hay veces que a los bebés no hay que negarle una mentira... Principalmente si son un bebé cómo christopher.

—Niño mimado— solté de su mano y la puse en la mesa.

Al tener las dos manos en la mesa, la suya llegó hasta mi bragueta y lentamente fue bajando, metió su mano ya estando completamente abierta y acariciando lo que está dormido y espero así siga.

—¿Quieres christopher?— le ofreció unas uvas.

—Claro— las tomó y se las comió en menos de cinco minutos, pero su mano no salía de mí entrepierna.

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