Thirty Side

39 7 2
                                    

—Suzzanne..., ¿no crees que me está saliendo regular? —cuestionó Collin dando un repaso desinteresado con el rodillo a la pared blanca sobre verde, murmurando la melodía del tema de Smokie que sonaba en la radio—. Sabes que nos podemos permitir a unos pintores de verdad, esto es un desperdicio de pintura.

—Que no, que unos pintores no lo van a dejar como yo quiero. Si lo estás haciendo bien, hombre—la chica agachada pintaba el filo de la misma pared para dividirla de las planchas de madera de la contigua.

—Pero si son profesionales. Lo harían mejor que yo. Mira que churretes.

—Ya tengo el papel de pared para pegarlo encima del blanco, olvídate de los churretes que no se van a ver.

—Hemos vuelto hace como una semana de Francia y ya quieres destrozar la casa.

—Ya te he dicho que lo iba a hacer sola, no me tienes que ayudar.

El rubio arqueó las cejas, y sin que Suzzi se diera cuenta le acercó el rulo al trasero de la muchacha. Cuando ella se percató, él ya huía triunfante con su pantalón de trabajo del color de la tiza.

—¡Eh! Serás imbécil, ¡vuelve aquí! —exclamó Suzzanne al ver sus posaderas pintadas. Se puso en pie y le persiguió con brocha en mano.

No terminaron de pintar, pero al cabo de un rato se tumbaron ambos en el sofá cubierto por el plástico protector a dejar para más tarde las tareas pendientes. Suzzanne había puesto uno de sus vinilos de Badfinger en el tocadiscos.

—Ah, sí. Se me había olvidado —Collin señaló hacia la entrada de la casa—. Tu hermana llamó antes cuando te estabas duchando, dice que ha dejado una caja con cosas tuyas de cuando viniste de Londres.

—¿Una caja? Creí que me lo había traído todo —la muchacha se desperezó con los pies sobre el respaldo del sofá y la cabeza colgando en el asiento—. Tráela, anda.

El muchacho le sacudió los pies con una mueca y se dirigió a por el artefacto. Al volver, lo dejó frente al sofá con aire curioso.

—Veamos —se sentó frente a la caja cruzando las piernas, abriéndola despacio.

—Qué cotilla, ¿y si guardo cosas que no puedes ver? —se quejó la muchacha con mirada solemne, aún repantingada al revés.

—Demasiado tarde para tener cosas que no puedo ver —rebatió él, ya con las solapas del objeto desplegadas—. A ver, esto es... un sombrero.

Lo sacó y se lo puso a la chica en la cara. Ella lo alzó en el aire para mirarlo y luego lo lanzó como si de un frisbi se tratara— Nunca me lo he puesto.

—Cuadernos —sacó cuatro cuadernos de tapa de cuero y los dejó a un costado de Suzzanne—. Un neceser... vacío.

—Dame, dame. No sabía dónde lo había metido —comentó ella atrapándolo. Lo dejó con los cuadernos.

—Cintas... sin nombre —Collin le enseñó una pequeña cajita llena de cintas.

—Luego las escuchamos, quién sabe qué son.

El muchacho asintió dejando la caja a su lado y siguió rebuscando— Dos vinilos... T. Rex, Electric Warrior.

—¡Así que ahí lo había guardado! —estiró los brazos e hizo una expresión de triunfo.

—Clouds, Joni Mitchell —Collin le mostró ambos discos en cada mano. El alborozo de la chica disminuyó al ver a la segunda artista observarla desde su portada.

—También me había olvidado de que estaba ahí —dijo con fingida sorpresa, recordando al fin por qué había dejado esa caja a posta en casa de Helena. Collin dejó los dos vinilos junto a los cuadernos y devolvió su atención a los descubrimientos.

—Unos zapatos —tomó un par de zuecos de plataforma de color púrpura. Los ojos de Suzzanne se clavaron al instante en el calzado que sujetaba Collin entre sus manos—. ¿Por qué guardarías unos zapatos en una caja?

—Ni idea —se limitó a decir en voz baja, reincorporándose en el asiento. Collin contempló los zapatos con mera curiosidad.

—Dame —pescó uno de los pies de la chica con intención de ponerle el zapato—, a ver cómo te quedan.

—¡No! —exclamó ella, articulando la pierna con rapidez y soltando su pie del agarre. Collin le dirigió una mirada extrañada.

—¿Qué pasa?

—Nada —la muchacha se levantó del sofá con seriedad.

—Suzzanne, ¿estás bien?

—Sí, voy al baño —se alejó a paso rápido hacia allí.

—Suzzanne —el joven, aún sentado en el suelo, cogió su mano en su camino.

—Elige una cinta para escucharla cuando vuelva —habló con falsa calma.

—Suzzanne —repitió él poniéndose de pie en un momento y agarrando también la otra mano de la chica—. ¿No se supone que somos los únicos a los que no mentimos? ¿Qué te pasa?

Collin buscaba la huidiza mirada de la muchacha, aún dirigida a los zapatos que esperaban en el suelo. Como si la juzgaran, pensó.

KEEP YOURSELF ALIVE #3: Both Sides Now ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora