Forty-Fifth Side

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Suzzanne se frotó las manos intentando hacerlas entrar en calor bajo los guantes que no parecían cumplir su cometido.

—Hoy hace un frío que pela —dijo de forma trivial sin pensar demasiado con tono molesto.

—Vayamos corriendo al coche antes de que nos quedemos pegados al suelo —Collin la instó a caminar más rápido cogiéndola de la mano.

—Collin, ¿sabes que quedan dos días para Navidad? —la muchacha se colgó de su brazo en busca de huir del frío.

—Llevas haciendo la cuenta atrás para Navidad desde hace un mes. ¿Tienes ganas de ver qué te trae Santa Claus? —se rió un poco él mientras giraban la esquina de la avenida.

—Qué va, a mí sólo me tiene reservado un kilo de carbón. Es que en nada estamos en 1980. Que se acaban los 70, Collin. ¿Cuándo hemos dejado que esto pasara? —dijo Suzzi negando con la cabeza y suspirando al final. Señaló hacia donde les esperaba aparcado su ford cortina del 66, como una enorme chatarra negándose a dejar de arrancar.

—Cuando dejamos que terminaran los 60 empezó toda esta desfachatez de seguir dejando que las décadas acabaran —comentó con guasa Collin.

—Me estoy haciendo vieja, ya me impresionan demasiado los fines de año. O sólo es la crisis de los 32.

—¿Pero tú no tenías 25? —el rubio frunció el ceño y alzó ambas cejas simultáneamente.

—15, pero tengo que mentir para que me dejen entrar a los clubs —Suzzanne corrió a abrir la puerta del conductor para cobijarse un poco de la heladez exterior.

—Ya decía yo —Collin llegó al asiento del copiloto y se encogió también de frío.

—¿A qué hora dijo Amanda que nos esperaban para cenar? —preguntó ella de repente, parando su mano con las llaves del coche en el aire. Ambos se callaron un momento con las miradas perdidas.

—También se te había olvidado —el muchacho afirmó más que cuestionó viendo las llaves colgando entre los dedos de Suzzanne.

—Mierda —se limitó a decir ella para después soltar un hilillo de risa involuntaria—. Somos lo peor. ¿Qué hora es?

Collin llevó la vista a la muñeca de la chica y le bajó la manga del abrigo para ver su reloj— Las cuatro y diez.

—Nos da tiempo a llamar para decir que llegaremos tarde...

—¿Al final vienen también Sienna y Keith? —Collin tosió un poco y se apretó más la bufanda.

—No, están en Escocia otra vez y no van a poder venir a tiempo. Uf, encendamos la calefacción que me duelen las manos del frío que hace —alargó la mano izquierda para girar la rueda y ajustarla.

Llegaron a casa congelados, el invierno se había vuelto mucho más severo en los últimos días y las temperaturas eran insoportables.

—La línea no funciona —Suzzanne pulsó el gancho para colgar un par de veces y marcó de nuevo. Después de unos segundos colgó el auricular y miró en dirección a Collin retorciendo el gesto, pensativa.

—A lo mejor se les ha roto el teléfono —teorizó él acercándose un poco.

—Puede ser. Llamaré a Evelyne, a ver si ella lo coge —volvió a descolgar y marcó el nuevo número—. Tal vez es el nuestro el que está roto.

¿Diga? Mandy, si eres tú la respuesta es no —la voz de Evelyne al otro lado del teléfono le negó la posibilidad.

—¿No a qué? —preguntó curiosa.

¡Suzzi! Es que Amanda sabe que soy muy lenta vistiéndome y pensaba que me llamaba para preguntarme si ya estaba lista. Pero dime, ¿qué pasa?

—No puedo contactar con ellos por teléfono, y es que vamos a retrasarnos un poco. Si hablas con Amanda luego, díselo, anda.

¿Os ocurre algo? Le puedo decir a Roger que pasemos a buscaros o algo, Suzzi —se apresuró a decir la muchacha apurada, casi sin ser consciente de la distancia que les dividía desde Londres hasta Liverpool.

—¡Nada, nada! —Suzzanne negó con la cabeza al teléfono y lo agarró con ambas manos—. No te preocupes, es sólo que hemos tenido lío por aquí y no vamos a llegar a la hora, pero está todo bien.

—Oh, de acuerdo. Pues espero que no lleguéis muy tarde, va a ser una noche muy divertida.

—Lo procuraremos. ¡Nos vemos después, Evelyne!

—¡Hasta lueguito!

Colgó y soltó una risotada para sí misma, asustando un poco a Collin.

—¿Por qué te ríes? —preguntó él ladeando la cabeza.

—Es que me he imaginado a Roger y Evelyne viniendo hacia aquí con el coche a toda velocidad y plantándose en la puerta para recogernos. Los veo muy capaces —explicó ella, partiéndose de risa por la imagen mental.

Los dos se fueron a prepararse al dormitorio a toda prisa. Suzzanne se detuvo un momento mientras se vestía para verse en el espejo del baño. Aquella Suzzanne extremadamente delgada, demacrada y con aspecto agotado parecía haberse perdido en el tiempo, porque la Suzzanne que le devolvía la mirada en el reflejo no era la misma. Había ganado algo de peso, recuperado el color vivo de su cabello y se sentía con fuerzas para hacer casi cualquier cosa. Y por fin podía decir que ella era la Suzzanne de siempre. Llevó la vista atrás, al dormitorio en el que Collin elegía algo de ropa del armario. Se preguntaba si todo se lo debía a él o si ella misma había tenido algo que ver con que la verdadera Suzzanne hubiera vuelto como un búmeran de energía a recuperar su sitio en el mundo. Supuso que ambos estaban involucrados en el florecimiento del otro, y esa idea la hizo inmensamente feliz.

Llegaron a Londres después de cuatro horas de viaje, y ya eran las nueve menos cuarto. Para su sorpresa no se habían retrasado tanto como pensaban. Al tocar al timbre de la casa, les recibió Amanda con un precioso vestido violeta, y con la mayor de las sonrisas. Durante la divertida cena navideña, con comida algo chamuscada y muchas risas, Suzzanne sintió que empezaba a entender un poco de la vida.

KEEP YOURSELF ALIVE #3: Both Sides Now ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora