Thirty-Second Side

37 9 1
                                    

Había pasado más de un mes de la fiesta de celebración por el último álbum de Queen, A Day At The Races. El año concluyó y se adentraban en febrero de 1977. Suzzanne no les había visto desde entonces, consiguiendo zafarse de planes con ellos sin dificultad. Una vez más se encontraba en una tesitura incómoda con Freddie, y no tenía ni idea de cómo solucionarlo. En otro momento de su vida habría sido tan fácil como llamarle por teléfono, traerlo a su casa y preguntarle sin aspavientos sobre el tema. O incluso haberlo abordado allí mismo en la fiesta, probablemente a grito pelado sin cortarse un pelo. Porque así había sido ella, y sobre todo con Freddie. Pero ya no se sentía capaz de ser la Suzzanne de siempre. Algo se le había perdido por el camino, y las piezas no encajaban. Por eso había optado por alejarse otra vez. Y como resultado, Freddie no la había buscado, lo cual no hacía más que corroborar todas y cada una de sus sospechas.

—Suzzanne, tu turno —dijo Collin, sacándola de su trance etéreo. La canción de Mott The Hoople que sonaba en la radio pareció colarse por primera vez en sus oídos desde que había comenzado hacía un minuto.

—Voy, voy —movió rápidamente un peón al azar, colocándolo en cualquier casilla del tablero. El muchacho la miró con ambas cejas haciendo un arco—. Me miras así porque vas a comerte al peón, ¿no?

—Es que... lo has puesto delante de la torre —dijo bromista robándose la figura y colocándola fuera de juego—. ¿Quieres dejarlo? Pareces infinitamente aburrida.

—Pero si he sido yo la que ha querido echar una partida —revisó el absurdo error de cálculo anterior, intentando concentrarse mínimamente con todas sus fuerzas—. Parece que no sé jugar, menuda mierda.

—Dijiste que eras una experta.

—¡Y lo soy! Lo era, vaya —resopló y se masajeó las sienes. Collin le sonrió con ternura y le acarició el brazo en un gesto rápido.

Llamaron con los nudillos a la puerta de la entrada, para que después llamaran al timbre con una insistencia portentosa. La muchacha se levantó del suelo y caminó descalza hasta allí, agarrando una manta en el camino para ponérsela por los hombros. Abrió despacio para alcanzar a ver quién era.

—Hola, Evelyne —dijo con sorpresa al abrir por completo y encontrar a la rubia con su abrigo y sus características gafas de sol gigantes tapándole el rostro plantada frente a la puerta.

—¡Suzzi! —tiró de sus gafas de sol dejando ver una expresión exageradamente apenada y se le abalanzó en un efusivo abrazo.

—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? —preguntó Suzzanne, con la cara casi enterrada en el pelo de la pelliza de la rubia.

—¡Lo siento, Suzzi! ¡Es mi culpa, ¿verdad?! —dijo casi en un grito ahogado seguido de un gimoteo.

—¿Tu culpa...? —la pelirroja buscaba en la mueca apenada de Evelyne alguna respuesta a la situación.

—¡Viste el panorama y ahora estás enfadada, seguro! ¡Lo siento tanto, Suzzi! ¡Me alejaré yo, no tienes que hacer esto! —volvió a sollozar con melancolía, sacando un pañuelo para sonarse la nariz agresivamente.

—¿De qué hablas? ¿Por qué iba a estar enfadada contigo, mujer? —Suzzanne intentó consolarla con palmadas en la espalda que seguro no sentía por el grosor de sus ropajes.

—¿No lo estás? —alzó la vista del pañuelo con los ojos vidriosos—. ¿No estás enfadada por lo de la fiesta?

—Por supuesto que no — Suzzanne sonrió tranquilizadora a la muchacha, que pareció feliz por oírlo.

—Te juro que pensaba que no querías volver a verme, no sabía ni dónde meterme —se secó las pequeñas lágrimas acompañadas de rímel y rió un poco mientras seguía sonándose la nariz.

KEEP YOURSELF ALIVE #3: Both Sides Now ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora