Twenty-Third Side

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Ya eran pasadas de las siete, y el horario de Suzzanne había acabado hacía bastante rato. Pasó la mayor parte del tiempo subrayando líneas en los borradores de algunas entrevistas y pasándolas a limpio, casi sin prestar atención. Sin embargo, había dilatado su salida del trabajo inconscientemente.

Reclinó un poco el asiento hacia atrás y se pasó ambas manos por la cabellera. Dejó escapar un bufido de agotamiento y después hizo crujir algunos huesos del cuello, sin un resultado satisfactorio. El teléfono de su mesa empezó a sonar, asustándola un poco. Descolgó devolviendo la silla a su posición original.

—Suzzanne Ross —dijo con voz ronca por haber pasado demasiadas horas sin pronunciar palabra.

¿¡Sigues en la oficina!? Suzzi, de verdad que no te entiendo —su hermana al otro lado chasqueó la lengua con molestia.

—La que no te entiende soy yo. ¿No tienes nada mejor que hacer que llamarme todos los días al trabajo?

¿Lo has hecho ya? —cuestionó inquisidora sin hacerle caso. Suzzanne se mantuvo en silencio, obteniendo un resoplido de parte de Helena—. ¡Suzzi, pero vamos a ver!

—Deja de agobiarme, Helena. Tengo suficiente estrés ya —la pelirroja puso los ojos en blanco y murmuró un par de quejas.

Suzzanne, en serio. Queda menos de un puñetero mes.

—Lo sé.

¡Para tu boda!

—Que sí.

¿¡Qué pasa contigo!? No has avisado a nadie, no has preparado las invitaciones, no has organizado una maldita cosa —exclamaba exaltada Helena, haciendo que la chica alejara el teléfono con protestas en voz baja.

—¿Por qué tengo que pasarme un mes preparando la estúpida boda? Con un par de días es más que...

¿¡Te has vuelto completamente loca!?

Helena continuaba hablando a grito pelado a través del auricular, pero Suzzanne ya no le hacía caso. Se limitó a dejar el teléfono sobre la mesa, aún alcanzando a oír a su hermana, y se hizo con un paquete de chicles mentolados del bolsillo de su pantalón. Agarró unos cuantos y comenzó a mascarlos con entretenimiento.

... No me estás escuchando, ¿verdad?

—¿Cómo puedes insinuar una cosa así? —la muchacha agarró rauda el aparato y se lo llevó a la oreja.

Helena suspiró largo y tendido— ¿Intentarás no dejarlo todo para el último minuto? Hazme el favor, Suzzi. Es tu boda, no una visita a la bolera del pueblo de al lado.

—Tú antes no eras así. Al menos para estas cosas no eras una extremista y organizada —Suzzanne dejó escapar una risilla juguetona para quitarle hierro a la conversación.

Me he hecho mayor, supongo. Pero mira quién habla. Suzzanne casándose. ¿Quién eres tú y dónde está mi hermana la pelirroja libre e independiente?

La chica rió de nuevo llevando la mano libre al cuello y estirando el brazo— Qué sé yo. También soy mayor. Es más, ¡soy mayor que tú! Sólo tienes 22, y yo ya tengo casi 29.

Ambas sabemos que cada año tuyo, son cinco míos —se burló Helena con tono seguro. Suzzanne negó con la cabeza sin evitar reír otra vez—. Oye, ¿pero no estás nerviosa?

—... Pues claro.

¿¡Lo estás!?

—Joder, voy a casarme. ¡Por supuesto que lo estoy! —dijo Suzzi sin creerse las palabras que ella misma pronunciaba—. Y es porque estoy muy nerviosa que no quiero pensar en ello.

Pero Suzzanne, hoy es —Helena se calló un segundo mientras pensaba—... La boda es el 2 de octubre y hoy es 7 de septiembre. ¡No puedes simplemente ignorarlo hasta que sea viernes por la mañana, ¿sabes?!

—Ya. Supongo.

¡No lo supongas! Además, ¿qué pasa con los invitados? Si no llamas a la gente pronto, no podrán ir. A lo mejor tendrán otros planes para cuando te de por llamar. Y con los amigos que tienes, quién sabe si no les pillas en Canadá o en..., yo qué sé, Japón.

Suzzanne hizo un ruido de asentimiento dando vueltas al cable del teléfono.

¿No estuviste en una fiesta con ellos hace poco? El cumpleaños de ese Freddie, ¿no?

—No digas ese Freddie, está feo referirse así a la gente.

¿Por qué no les avisaste entonces?

—Oh, vaya. Helena, tengo que dejarte. Mi jefe está prendiendo fuego a la oficina —mintió descaradamente Suzzanne con una risotada.

No me cuelgues, Suzzi. En serio, tienes que...

—¡Te llamo mañana, hermanita! Y deja de preocuparte por la maldita boda, ya me ocuparé —dio besos al aire oyendo la despedida acelerada de Helena y colgó.

Desató un gran resoplido y dejó caer los codos sobre las rodillas, aún mascando chicle. Le dolía ligeramente la cabeza y sentía la tensión de las últimas semanas erizarle cada músculo. Apoyó la frente sobre las manos y volvió a resoplar.

—¿Mucho trabajo? —oyó en la puerta de la sala de repente. Alzó la vista hasta allí para toparse con la sonrisa calmada de Collin.

—Hola —saludó ella haciendo una mueca divertida. Devolvió la espalda al respaldo del asiento.

—Venía a buscarte para ir a casa —Collin se acercó con pasos lentos, para después coger una silla y sentarse frente a la chica—. Probablemente pensabas quedarte aquí hasta la madrugada.

—Más bien me habría quedado hasta la madrugada pensando que sólo eran las diez —rebatió la muchacha ofreciéndole un chicle de menta y siendo éste aceptado.

—¿Tan mala propuesta fue que te casaras conmigo que ya no quieres ni verme? —dijo con un mohín triste bromista.

Suzzanne negó con la cabeza echándola a un lado— Soy una idiota adicta al trabajo, eso es todo.

—No te creo —dijo él suspicaz llevándose el chicle a la boca.

—Es sólo que —la chica tomó una gran bocanada de aire—... No sé.

El muchacho juntó las manos apoyando los codos en los reposabrazos de su asiento— Suzzanne, si quieres dejarlo y olvidar todo esto...

—¡Claro que no! —exclamó ella frunciendo el ceño—. Quiero casarme contigo, memo.

—Esa es la Suzzanne que conozco —Collin soltó una carcajada satisfecha. Suzzanne hizo una expresión ofendida, pero acabó esbozando una sonrisa—. ¿Vamos a casa? Quería hacerte la cena, vas a quedar impresionada con mis dotes culinarias.

—Vaya, vaya. ¿Te vas a poner un delantal? —la chica se puso en pie al igual que él y caminaron en dirección a la salida.

—Y un gorro si quieres.

Se agarraron de la mano y salieron charlando animadamente en dirección al coche de Collin, que esperaba en la calle. Incluso si Suzzanne sentía lo que creía que era felicidad, no tenía ni idea de lo que pasaba por su cabeza como un rayo. Cada pensamiento se desvanecía sin darle tiempo a asimilar nada de lo que sucedía. Pero creía estar haciendo lo correcto y estar tomando las decisiones adecuadas para seguir adelante.

KEEP YOURSELF ALIVE #3: Both Sides Now ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora