Forty-Second Side

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Suzzanne descolgó el teléfono naranja con una mirada agria clavada en el aparato. Llevó la mano hasta la rueda para empezar a marcar, pero después de pasear los dedos de forma titubeante volvió a dejar el auricular en su lugar. Sacudió la cabeza murmurando algo para sí misma, agarró su bolso y las llaves del coche y salió. Su Hillman Imp turquesa le esperaba aparcado junto a la vivienda. Se subió y condujo desde su casa en Norris Green hasta Dingle. Encontró un aparcamiento con facilidad y caminó bajo un sol despiadado nada corriente en Liverpool, pero no tan extraño a finales de agosto. Tocó al timbre y esperó un momento hasta que le abrieron.

—Hola, Suzzanne —la recibió Charles cuando la vio en la entrada.

—¡Hola, Charlie! —le sonrió ladeando la cabeza.

—Helena acaba de ir al Tesco hace un momento.

—No me digas —resopló observando hasta el final de la calle por si alcanzaba a verla.

—A lo mejor la alcanzas si te das prisa, no han pasado más de cinco minutos —sugirió Charles señalando por el mismo camino.

—Eso haré, a ver si la encuentro —le hizo un gesto con la mano y bajó las escalerillas rápidamente.

No tardó nada en toparse con su hermana, que se quejaba del calor en su paso.

—Hola, extraña —dijo Suzzanne al llegar hasta ella, sorprendiéndola.

—¿No te pilla un poco lejos venir a comprar aquí? —contestó la rubia riendo un poco.

—Qué desagradecida. Encima de que vengo a verte —Suzzi hizo un mohín y la abrazó por la cintura.

—Eso también me extraña. ¿Vienes a contarme algo de tu vida para variar? —siguieron caminando en la misma dirección.

—No lo tenía pensado —fingió seriedad unos momentos y rió.

—Y será verdad —Helena bufó y sacudió su coleta—. Entonces me ayudarás a hacer la tarta de manzana.

—Acepto esa oferta con mucho gusto —se colgó de su brazo con una sonrisa.

Suzzanne disfrutó de la compañía de su hermana como un bálsamo. Lo necesitaba. Le ocurría de vez en cuando. Podían pasar meses sin casi verse y sólo hablando de vez en cuando por teléfono, pero ocasionalmente precisaba un poco de tiempo con su hermana pequeña que, como siempre, demostraba ser mucho más fuerte que ella en todos los sentidos. Sentía que Helena le transmitía un poco de esa fuerza cuando estaba con ella.





[...]





—¿Vas a alguna parte? —Collin se acercó al dormitorio con una taza de café en la mano.

—Amanda va a venir de visita —dijo Suzzanne cerrando la cremallera de sus pantalones y sacudiéndose el pelo un poco.

—Qué bien —el muchacho dio un sorbo al café, pero al ver el semblante serio de Suzzi alejó la taza y cambió el gesto a uno interrogante—..., ¿no?

—Sí —se limitó a decir sentándose en la cama y mirándose las manos.

—Uy. ¿Qué te preocupa? —Collin se sentó a su lado.

—Collin..., ¿crees que soy mala? —preguntó alzando la vista a él.

—¿Mala? —él hizo una mueca bromista, pero se puso serio al instante—. Claro que no.

—No estoy tan segura —suspiró y se dejó caer en el colchón.

—¿Has hecho algo malo, acaso? —volvió a preguntar Collin.

—Eso creo. Todos los días. Y ni siquiera puedo evitarlo —se tapó la cara con una almohada.

—¿Y tiene que ver con Amanda?

Suzzanne sacó la cabeza de debajo de la almohada y miró al techo— ¿Qué opinas de ella? De Amanda.

—Creo que es una buena chica —apoyó la espalda en el cabecero de la cama para mirarla—. No sé, tampoco he hablado tanto con ella. Pero es una persona agradable, ¿no?

—Lo es —respondió Suzzanne con tono amargo—. ¿Por qué crees que la gente buena sufre más?

—Hm —meditó un momento—. Supongo que la gente buena sufre hasta que se vuelve mala por culpa de la que no lo es, y se adapta a este mundo cruel y despiadado. ¿Pero es que le pasa algo a Amanda?

Suzzanne se había abstenido de contarle a Collin lo que estaba sucediendo con Freddie y Amanda, ni siquiera sabía por qué. Probablemente por la irremediable sensación de que si lo sabía alguien más, acabaría contándoselo a Amanda sin querer. O tal vez queriendo.

—¿Sabes, Collin? —se reincorporó y apoyó las manos en el colchón para quedar sentada de nuevo—. Sí que soy mala.

—Suzzanne, no sé por qué dices eso pero —se le acercó y la besó con comedimiento— no eres mala.

—Y si te dijera que en el fondo quiero odiar a Amanda —susurró casi en un suspiro irreparable—... ¿seguirías pensando que no soy mala?

—Sí —respondió él también en voz baja acariciándole la mejilla—. Porque incluso si en el fondo quieres odiarla... no lo haces, ¿no? No somos nuestro primer pensamiento. Somos nuestra última acción.

KEEP YOURSELF ALIVE #3: Both Sides Now ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora