Thirty-Fifth Side

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Salí corriendo calle abajo detrás de ellos, sujetándome la boina, agarrando como podía el bolso, el largo abrigo haciéndome efecto de capa y oyendo las suelas de mis botas raspar contra el suelo. El frío me calaba las piernas, pero qué más daba. Ya era tarde para arrepentirme de haberme puesto esos pantalones cortos. Me reía sin parar por los cómicos brincos que daba Keith, con su vieja trenca amenazando con quebrarse si seguía dándole tirones, y la melena negra y atezada con ondas rebeldes danzando con el viento. Janice parecía en su mejor momento, haciendo buen uso de los tejanos que le había robado a su hermano para siempre en la carrera sin sentido y con su cabello corto por las orejas sin molestarle.

—¡Bastardos, esperadme! —Darren se había quedado atrás amarrándose los zapatos, con ese jersey de rayas apretado metido por dentro del pantalón parecía una señal de tráfico a lo lejos. Intentaba repeinarse el corto pelo rubio brillante hacia atrás, sin mucho éxito.

—¡Lento de mierda! —le gritó Keith corriendo de espaldas, a punto de caerse, como siempre fingiendo un acento americano pésimo. No podía dejar de mirarle aunque quisiera, era el chico más guapo que había conocido en mi vida.

Al final acabamos frenando el paso y parándonos al final de la calle a recobrar el aliento. Aproveché el escaparate de una tienda al lado para comprobar que mi melena por los hombros, planchada por primera vez como experimento para la salida, estaba en condiciones óptimas, al igual que mi ropa.

Darren consiguió alcanzarnos, pero al llegar sus gafas de pasta se cayeron redondas al suelo y volvió a ser motivo de risa.

—Dejadle ya —intenté defenderle, riéndome un poco también y cogiendo sus gafas para dárselas.

—No te hagas la tonta, Suzzi. Llevas riéndote de él todo el día por lo del concierto de la semana pasada —Janice colocó el brazo en mi hombro moviendo las cejas.

—"¿Se puede comer aquí?" —imitó Keith tratando de poner la cara del de gafas, recibiendo un puñetazo amistoso de éste.

—Bueno, tengo educación —empujó sus gafas con un dedo hacia lo alto del tabique—. Y también hambre.

—Tendrías que haberte subido al escenario y comerte ese bocadillo sobre el bombo de Ringo, Darren —me tapé la boca riendo recordando el panorama en el que nos habíamos visto con él comiendo allí en medio.

—Acabamos de empezar 1965 y ya estás haciendo de las tuyas—amenazó el de pelo oscuro alzando un dedo—. No vuelvo a ir a un concierto de los Beatles contigo, tío. Que lo sepas.

—Como si fueras a poder pagártelo, ¿tú has visto la de remiendos que llevas en esa cosa? —la chica de pelo negro oscuro señaló el abrigo igual de oscuro de Keith.

—No está rota, está curtida —se defendió él, sacando los dedos de una mano por el agujero más grande que tenía en el forro del bolsillo.

—Como sigas siendo un harapiento, te retiro la palabra —Darren miró a otro lado aguantándose la risa por su propio ultimátum, consiguiendo que el muchacho le propinara una patada en el trasero.

Pensando en dónde ir a continuación, me quedé atrás con Keith. Probablemente mi cara estaba igual de roja que mi pelo, pero intenté disimular.

—¿Has hablado ya con tu padre sobre lo del trabajo, Keith? —pregunté recolocando mi bolso en bandolera.

—Está empeñado en que me vaya a Liverpool con mi padrino, a trabajar en los muelles o algo así. Cualquier día me escapo de casa y no me vuelve a ver el pelo —pateó una pequeña piedra del suelo escarchado de enero.

—Bueno, es que tú también... Decirle que quieres ser el Bob Dylan inglés —negué un poco con la cabeza y le palmeé el hombro, haciéndole reír.

—No fue la mejor puesta en escena —se rascó la nariz con los nudillos y giró la cabeza a mí—. ¿Y tú qué piensas hacer? Ahora que ya tienes los 18.

—¡No lo digas como si tú tuvieras 40! Si los cumpliste un mes antes que yo.

—Un mes más de experiencia —puso morritos arrugando la frente.

—¿Todo contigo va por niveles de pericia o qué? —me burlé un poco colgándome de su brazo—. Quiero seguir estudiando para ser una buena periodista. Escritora algún día, quizás. Pero mis padres quieren que me case y tenga un buen marido que me sustente, claro.

—¿Tú? ¡Suzzanne Ross casándose y teniendo hijos! —gritó demasiado haciendo que toda la calle se girara y Janice y Darren se partieran de la risa—. Eso no puede suceder, tú tienes muchas cosas que hacer en este mundo antes de llegar a esa bobada.

—Díselo tú a ellos. Te mandaran a los muelles de Liverpool de una patada para que no me inculques ideas modernas —solté una carcajada.

—Pues vente conmigo a Liverpool entonces. No te voy a sustentar, pero tendrás entradas gratis para el bar de la esquina en el que toque todos los domingos por la tarde —dijo con algo más de desaliento, aunque dejándome algo helada por la propuesta—. Y te regalaré vinilos todos los finales de mes.

—Suena tentador, ¿pero cómo hago todas esas cosas que tengo que hacer en este mundo estando contigo en Liverpool? —hice una mueca divertida mirando a otra parte.

Se encogió de hombros y sonrió— Las hacemos juntos.

Cuando iba a contestarle, Janice dijo algo de repente— Suzzi, ¿no es esa tu hermana?

Alcé la vista a donde señalaba. Mi casa quedaba muy cerca de esa calle, así que supuse que Helena me venía buscando a donde solía pasar el tiempo con mis amigos.

—¡Suzzanne! —exclamaba casi ahogada bajando la cuesta hasta nosotros. Me pareció que estaba llorando.

—¡Helena! —me adelanté a su encuentro. No debía estar sola en la calle, sólo tenía 11 años. Pretendía reñirle cuando llegó a mí y confirmé que lloraba sin consuelo—. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

—Suzzanne —dijo moqueando y apartándose las lágrimas con las muñecas—. Suzzanne, son...

—¿Qué ha pasado, Helena? —me agaché a su altura y le sequé las lágrimas con la manga de mi abrigo.

—Papá y... mamá —logró decir entre llanto, mirándome con sus ojos azules claros acuosos y doloridos.

—¿Qué les pasa a papá y mamá? ¿Dónde están? —pregunté de nuevo, pero la pobre niña no lograba calmarse para contármelo. Noté que mis amigos se acercaban a nosotras con preocupación.

—Papá y mamá —volvió a decir con un poco más de entereza pero sin dejar de llorar—. Ellos... están muertos, Suzzanne. Se han muerto...





[...]





De una cabezada, acabé despertándome sudorosa y agitada. Estaba en la misma silla de la sala de espera del hospital, Collin a mi lado con los codos sobre las rodillas y la barbilla enterrada entre las manos. Le pasé la mano por la espalda y le abracé por detrás hasta echarme adelante en el asiento.

—Ey... —murmuró esforzándose por sonreír un poco.

—Perdona, me he quedado dormida —le masajeé la espalda agarrando sus manos con la mía.

—Parecía que estabas teniendo un sueño ajetreado —entrelazó sus dedos con los míos, sus ojos perdidos en alguna parte de la blanca habitación.

—Un poco... ¿Se sabe algo?

—Está en observación, pero probablemente no... —no acabó la frase, terminándola en su mente.

No le dije nada, pero me quedé ahí intentando transmitirle las fuerzas que podía.


KEEP YOURSELF ALIVE #3: Both Sides Now ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora