Capítulo 3

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Reuniones y más reuniones. Lo tenían sinceramente harto, en cada una lo juzgaban indirectamente, siempre era igual. Todos los Lores eran en sí consejeros, o generales en caso de guerra, aunque Warley opinaba que si acaso uno sería bueno peleando. Eran siete en total, cada uno de ellos ya canoso o entrando en una edad avanzada, era obvio que vieran a un rey joven como él la presa perfecta.

–Majestad –dijo la voz de una joven así que él se volteo. Allí estaba Valhe Darren, hija del Lord de Darren, Ilpeys. Tal vez llegase a ser su prometida si no escapaba antes, de esta corte ya no sabía que esperar. Solo que la joven era sumamente insoportable, tenía el mismo aire de superioridad de su padre, y en cuanto a su físico su piel, ojos y cabello eran iguales. Ambos pálidos como una hoja, con su iris gris oscuro y el pelo negro azabache. Los rasgos eran iguales a su madre así que al menos no era fea pero sin duda sí era aterradora.

–Miss Darren –dijo él tratando de poner un poco de amabilidad en su voz pero no lo logró–. ¿Qué puedo hacer por usted?

–Solo lo saludaba, ah, pero sí tengo algo que comentarle. Hay una sirvienta que vi hace un momento, tenía los ojos claros. Me hizo una mueca espantosa, no sé qué se cree ella así que me ahorré la molestia de gritarle, podría llevar a malentendidos, usted sabe... –iba a seguir pero él la interrumpió.

–Quiere que la reprenda ¿cierto? –preguntó con aburrimiento.

–Sí, me haría un gran favor. Verá no me obedecen a mí y debo admitirlo, pero con usted es diferente –continuó.

–De acuerdo... –dijo mirando que ya estaban en la alta ala este– ¿Qué le trae por aquí? –preguntó con detenimiento.

–Solo quería saludarlo –replicó con arrepentimiento.

–Ya lo hizo –dijo con voz fría–. Iré a mis aposentos, le aconsejo no acercase a ellos –se alejó de ella.

–Por supuesto majestad –dijo con un haz de furia, pero a él no le importó.

En la alta ala este solo estaban los aposentos reales, junto a uno de refuerzo que era el que ocupaba Melody justo ahora. Hablando de ella... era la única sirvienta de ojos claros que se atrevería a hacerle caras a alguien como Valhe. Entonces él suspiró.

Abrió la puerta de su habitación y dentro estaba ella acomodando unas cosas, tenía prohibido entrar ¿qué no se lo dijeron?

–Vete –dijo con voz de mando y ella dio un pequeño salto para luego mirarlo sorprendida.

–Lo siento –dijo con la cabeza baja corriendo hacia afuera, pero justo cuando pasó a su lado él le sujetó del brazo–. Suélteme –habló seria, sin duda todo el arrepentimiento fingido... ¿ella también era cómo ellos?

– ¿Por qué te disculpas si no lo sientes? –la regaño y ella tembló ligeramente ante el tono.

–Claro que lo siento, mejor dicho tengo pavor. No me hables así –dijo negando con la cabeza antes de irse y cerrar la puerta tras ella.

La habitación estaba fría como siempre. Pero las cortinas dejaban entrar el sol de la tarde, los muebles estaban limpios y todo estaba donde debía. Debió sacudir todo sin mover nada. El orden de los libros seguía igual. Solo la ropa tirada en el suelo había desaparecido, estaba toda en una canasta plástica a un lado de la pared.

Al cabo de un rato tocaron la puerta con delicadeza.

– ¡¿Quién?! –gritó él para hacerse escuchar entre la gran habitación.

–Soy yo... Melody. Necesito que me des la canasta de ropa sucia –dijo ella con voz temblorosa. Warley miró aquella cosa antes de alcanzarla y abrir la puerta.

Corte de FalsedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora