Capítulo 22.2

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El bosque estaba en un silencio parecido al que se encuentra en una tumba. Solo el viento que soplaba cada cierto tiempo hacía que las ramas y hojas de los árboles se movieran lo suficiente para hacer ruido.

Ylesha dio un paso al frente sobre una rama gruesa, ese movimiento fue tan calculado que cualquiera diría que semejaba el de una serpiente. Melody observaba todo tras ella, pero a su diferencia, no tenía un arco tenso en sus manos, solo el cuchillo que alguna vez fue de Arley.

Rom esperaba abajo cargado con sus dos cuchillos y demás armas que llevase bajo la ropa. Él al igual que el resto debía de tener los ojos brillantes, les permitía ver bajo la oscuridad de la noche, ¿por qué no usarlos?

En ese momento una sombra se vislumbró abajo, llevaba una capa negra la cual no le permitía a Melody verle el rostro.

–Ahí está –susurró de manera apenas audible para su compañera de caza. Esta volteó el rostro enojada y disparó la flecha de inmediato sin embargo fue evitada con facilidad por el sujeto antes de salir corriendo.

– ¡Idiota! –Exclamó en un susurro– ¿Qué no sabes que ve los sonidos? –lo había olvidado, maldición. Y eso que ella misma los veía.

El juego de caza, recién inventado por Ferran, era claro. Había tres equipos con tres personas, todos ellos debían cazar a dos personas, él y David. Quién lo lograse ganaba treinta aslornes que él mismo pondría como recompensa, dinero de su bolsillo, siendo un total de sesenta monedas por los dos que se debía atrapar. A cambio, el conejillo de indias podía recorrer el lugar por donde quisiese, si quería estar bajo el mar, podía, o si quería pasear por el bosque igual, también podía estar durmiendo en su cama dentro de la cabaña. Aparte de que si atrapaba a uno de sus atacantes y le manchaba con "la pintura roja que poseía" quedaba descalificado y salía. Todo un juego de escondidas. Incluso se podían hacer heridas siempre y cuando no fuesen graves, cosa que a Melody le pareció aterrador.

–Lo olvidé –respondió. Entonces Ylesha bajó de un salto y al caer rodó un momento por el suelo antes de estar de pie.

–Vamos, baja –exigió ella pero Melody simplemente no podía hacerlo. Así que decidió tomarse su tiempo para bajar del árbol como alguien normal.

–No tengo tus botas –dijo al estar en el suelo junto a Ylesha. Ella le dio una sonrisa contrariada antes de recoger su flecha y caminar por el lugar. Rom salió de un arbusto con una mancha roja en su cuello y encogiéndose de hombros.

–De verdad que eres un inútil –replicó Ylesha al verlo. Él se acercó con una sonrisa tímida.

–Fue más rápido, es el mejor. El jefe es muy bueno en lo que hace –fue su respuesta.

Entonces extendió la mano, parecía una manera de moverse mientras hablaba pero Ylesha chasqueó la lengua antes de jalar a Melody de un brazo, tan fuerte que dejaría marca. Fue lanzada contra el suelo, pero a cambio la pintura roja que voló por el aire nunca la tocó. Ylesha pateó el estómago de Rom llevándose con él a una segunda persona que se encontraba detrás, perfectamente camuflada con las sombras pese a que todos llevaban los lentes de contacto encendidos.

Rom quedó en el suelo quejándose de la falta de aire en sus pulmones mientras el tipo rodaba por el suelo y se ponía de pie, justo como Ylesha instantes antes. La capucha negra le cubría por completo, todas sus ropas eran negras y una en especial cubría su nariz, boca y cuello. De todo su cuerpo solo era visible la parte alta de su cara, con sus ojos brillantes de verde. David.

–Allí estás –dijo con una sonrisa Ylesha. Tiró el arco al suelo y tomó su cuchillo delgado mientras lo giraba para acomodarlo. David hizo lo mismo con uno suyo. Si no tuviese la boca tapada diría que tenía una sonrisa.

Corte de FalsedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora