Capítulo 22.3

8 4 2
                                    

David estaba hablando con Ashley pese a su continua sensación de causarle daño. La estaba lastimando con cada palabra, y esas lágrimas que nunca mostraba lo dañaban más. Pero ¿qué podía hacer aparte de serle sincero?

Entonces sintió un dolor lacerante en su hombro, lo había rozado apenas aquel filo, pero él conocía eso mejor que muchos otros, una flecha. Una furia se halló en su mente, debía proteger a Ashley, la tomó con fuerza y la colocó detrás de su espalda. ¿De dónde provino?

Una especie de rayo cruzó por su mente, eso era el juego. Que estúpido debía de verse justo ahora al comportarse como si fuese un ataque real. ¿Pero quién lo hizo? Lo había tomado desapercibido, eso implicaba el gane de no ser por la cuchilla que Ashley ajustó en su garganta desde atrás. ¡Que ingenuo había sido!

–Me rindo –anunció antes de que todo saliera mal. ¿Quién le había disparado? ¿Venía de la casa? Miró con atención antes de que las ondas del sonido que detectaban los lentes le informasen sobre la desaparición del sujeto. Había disparado y marchado lejos, al bosque.

– ¿Quién fue? –preguntó la misma Ashley luego de liberarlo y guardar el cuchillo que tenía escondido en su bota hace rato. No se había quitado todas las armas, pero en realidad no era algo para sorprenderse.

–Y me lo preguntas a mí –dijo él como una obviedad–. Solo Gil suele disparar, pero cada equipo debía tener uno o dos arcos, según sé.

–El mío lo dejé en el bosque –comentó ella también confusa–. Entremos para sanar esa herida –dijo señalándole el hombro.

–Solo es una pequeña cortadura, pudo haberse incrustado en mi hombro. Quien sea que fuese debió de saber cómo hacerlo bien –y Melody no disparaba arco. ¿Dónde estaba ella? Él suponía que seguiría a Ashley o habría llegado a la casa como punto de reunión.

–Eso es cierto, pero de todas formas. Hay que esperar a que lleguen los demás –era cierto, quién sabe cuánto tardarían.

–Bueno, vamos –suspiró empezando a mover con pesadez sus piernas.

M

Melody miraba como el hombre de ojos negros le sonreía con arrogancia, mostrando los dientes. Vestía botas marrones y una túnica verde decorada con detalles dorados y atada a la cintura por una cinta del mismo color, probablemente con hilo de oro.

– ¿Cómo me encontraste? –preguntó ella entre dientes conteniendo el odio que la empezaba a consumir. Tenía un arco con flechas, y las dagas que tanto Arley como Ahneus le habían dado.

–Bueno, hermosa, un jet es fácil de ver, más cuando aterriza tan cerca de mi mansión. Redtict sin duda tiene oro –ante esto pasó su lengua por su labio inferior causando a ella repulsión.

–Es compresible, yo opinaría lo mismo. Pero encontrarás Wender... que justo ahora no estoy de humor para verte –intentó sonar amenazante y probablemente lo logró pero no con él, con ese demonio frente a ella. Tal vez hubiese sido mejor no huir de la casa y esperar dentro de su habitación a que David llegase a interrogarla sobre qué había visto y oído, o cuánto tiempo llevaba allí.

– ¿Por qué no, cariño? –debía aguantar, respirar, aún no debía ser asesina. Pero... ah, tenía tantas ganas de destrozarlo ahora que sabía que él era el culpable del asesinato de sus padres.

–Fuiste tú quien destrozó mi vida –ante esto él sonrió.

– ¿Ah sí? –dijo como si nada, como si no se le creyese. Cuanto lo odiaba Melody. Intentó hablar pero al final solo asintió lentamente–. Pues verás que a mí eso me resulta... excitante, maravilloso, fantástico. Melody Redtict –ella entrecerró los ojos y él se acercó lentamente hasta estar frente a Melody. No podía moverse por miedo, por ira y por qué... simplemente no sabía–. Ahora no puedo, pero voy a disfrutar viendo como sufres, en especial con el rey.

Corte de FalsedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora