Capítulo 23

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A Warley se le había acabado la paciencia y también hubo supuesto lo peor. El amor que Melody decía profesarle ya no existía, ¿sino por qué no había recibido alguna carta de su parte?

Se encontraba sentado en su escritorio arrugando el último mensaje enviado hace un mes. Él también era un estúpido, pero se había propuesto no enviarle ninguna más, y él aquí con un lapicero en mano y dolor en el pecho.

– ¿Warley? –preguntó Valhe entrando con confianza en la estancia. Él rápidamente ocultó la carta de Melody y empezó a escribir números en la hoja.

–Dime –contestó intentando parecer muy ocupado.

– ¿Escribías una carta? –preguntó ella acercándose a él. Su rostro parecía dolido y vencido, como si hubiese perdido alguna batalla.

–Realmente no –respondió mirándola de reojo.

–No necesitas ocultarlo –se sentó en una silla a su derecha, tal vez había un metro de distancia entre ambos–. Aquella vez que te caíste de la silla pude ver perfectamente la flecha de fuego. Solo las envían los cielos. ¿Y si eres el rey por qué no darte los mensajes en la mano? Jarleen, tu cielo, lo haría.

Entonces lo había notado... No sabía exactamente por qué se sentía mal. Dejó de escribir y miró a Valhe a los ojos.

–Quería escribirle una carta a Melody como deberás suponer. El problema es que creo que ella ya no me ama – ¿estaría mal esto? ¿Hablar de esto con tu esposa?... Incluso borracho contestaría con un rotundo no.

–Puedes suponer lo que quieras. Particularmente a mí me interesa que la olvides. Aunque después de todo –miró derredor– podría acostumbrarme a ser reina, el problema es hacerme a la idea de que mi marido ama a otra. Ni siquiera has pasado una sola noche conmigo, el matrimonio no se ha consumado. Podrías cancelarlo –dijo ella pero Warley miró la tristeza en sus ojos.

–Si me divorcio quedaré en ridículo con el pueblo y tu padre me escarmentaría. Lo siento pero prefiero seguir vivo –regresó al papel, empezando a dibujar coronas como cualquier niño pequeño.

–Sí, es comprensible –contestó ella bajando la cabeza. Había algo que molestaba a Warley todo el tiempo con respecto a Valhe.

– ¿Por qué desde la boda te comportas diferente a como eras antes? –comentó de pronto sorprendiéndola a ella.

–Yo... la verdad es que me he dado cuenta de mi error por dos cosas. Tú me decías siempre que no debía tratar a los empleados así, y bueno, no toda mi vida fui así. La segunda fue la muerte... de mi madre, ella me crió y pues claro, me reñía con respecto a eso. Todo empezó hace siete años con la muerte de Diana.

– ¿Diana? –Preguntó él sintiendo un movimiento en su pecho– ¿La conocías?

–Más que eso –de pronto le interesó Valhe y se dedicó a ponerle atención dejando el papel de lado–. Era mi mejor amiga. Lastimosamente yo no podía ir a la guerra, yo que no era un soldado como Diana.

>>Pero en ciertas ocasiones la visitaba, o ella a mí, allí me hablaba de ti. Y bueno, nos conocimos de casualidad. Ya recordarás que esa vez casi haces rodar mi cabeza por el suelo –dijo sonriendo un poco.

–Pensé que eras un infiltrado de Tamir en nuestras tierras y que intentabas poner veneno en los platos de comida –mencionó recordando aquel episodio, de hecho no la recordaba haciendo ningún comentario hacia los cocineros o los soldados.

–Exacto. El punto es que me enteré que el asesino de Diana estaba trabajando por dinero, un sicario al parecer, pero sin una bala en el cuerpo daba para pensar. Por desgracia en Tamir si hay una organización parecida a los AS así que realmente es un problema buscar al culpable, fue muy precavido, ni si quiera sé si es mujer o no –parecía de verdad cuestionárselo. Warley quería cobrar venganza, pero también era cierto que siete años después era muy tarde. Hasta podría ser que el asesino estuviera muerto ya.

Corte de FalsedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora