Capítulo 25

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El olor a muerte y medicinas la impregnó al abrir los ojos. También la aturdió un dolor muy agudo por la zona de su clavícula, debajo de su cuello. Pero eso no era nada más de lo que sería el cargo de conciencia. Había matado a un hombre, no sabía su nombre ni mucho menos, y así tan fácilmente lo había borrado de la faz de la tierra. Pero se suponía que él como cualquier otro tenía una vida propia, incluso si era un asesino como Melody justo ahora, pese a arrebatar vidas, él tenía una, y ella lo había matado... tan fácil.

Su respiración se agitó tanto que no podía inhalar más y mucho menos hablar, algo se había atravesado en su garganta. Intentó moverse y sin querer se apoyó en una mesa pequeña dejando caer lo que en ella se encontraba, unos cuantos recipientes de vidrio y jeringas del mismo material.

– ¡Teniente! ¡Teniente! ¡Tranquilícese! –gritó una mujer que entró de pronto en la estancia.

Ahora que miraba bien todo era del color amarillento de las tiendas, de seguro era una gigante con habitaciones separadas por cortinas.

La mujer tenía el pelo negro y los ojos oscuros, unas cuantas canas se llegaban a asomar junto con unas arrugas en su rostro y manos. Intentaba sujetar a Melody para detener su movimiento, incluso podría que para ayudarle. Así que ella se quedó quieta y la mujer alcanzó a golpearle en la espalda, dejando que volviese a respirar con normalidad. Ah... cómo le dolía el cuello.

Melody se recostó en la sábana acolchada del suelo y miró con cuidado a la mujer. ¿Dónde estaba ahora? ¿Qué fue todo eso que acababa de pasar?

– ¿Qué... me... pasó? –preguntó ella entre tanto dolor. ¿No había pastillas? El solo mover el cuello ya le dolía. Aunque no podía hacer muchos movimientos por un cuello ortopédico que portaba. Vaya si notaba las cosas tarde, seguía aturdida.

–Intente hablar lo menos posible, teniente – ¿Teniente? –. Al parecer intentaron asesinarla –Melody cerró los ojos recordando, sí eso era claro–. El hombre la amenazó con un cuchillo y... cuando usted acabó con él –algo se clavó en el corazón de ella en ese momento, sí ella lo había matado–. Este acabó cortando su cuello, aunque no pudo alcanzar la venas o arterias importantes, solo la yugular interna un poco, pero por suerte su hermano, el coronel Redtict, la trajo a tiempo –Melody alzó una ceja.

– ¿Qué... tan... grave? –maldición, quería agua.

–Cortó los músculos desde el trapecio hasta la cabeza clavicular –entonces señaló su cuello. Desde, entre el hombro y el cuello, hasta llegar casi al centro de este último–. Me preocupó que comprometiera parte del pulso carotideo pero gracias a Dios, no pasó a mayores –Jaja, solo no podría hablar mucho por un tiempo. ¿Cómo conquistaría ahora al rey?

–Agua –pidió sin más no poder. Entonces la mujer corrió saliendo por la cortina y luego regresó con un vaso de agua que Melody tragó agradecida. Ahora se sentía un poco mejor–. ¿Cuánto tardaré... en curarme? –habló mejor esta vez.

–No sabría decirle, pero si se queda quieta por al menos dos semanas, podremos retirar el cuello ortopédico – ¡la mitad del mes! Sería imposible, debía ser antes.

– ¿Y si... no me muevo..., pero me quita... esto? –intentó convencerla, si necesitaba sobornarla lo haría pero que le quitaran esa cosa horrible de una vez.

–No puedo, no tengo autorización, solo el doctor. Y si me disculpa, teniente, no creo que aguante sin él. Piénselo así, solo se haría más daño –lo que no sabía la mujer era que ahora mismo a Melody le daba igual dañarse más.

–Llame a mi..... hermano, por favor –pidió casi en una súplica. Entonces la mujer se volvió a marchar. Moriría si la dejaban allí, tenía que haber algo.

Corte de FalsedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora