Capítulo 4

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La ropa de civil le sentaba bien, o eso pensaba él. La corona aún se posaba sobre su cabeza, era el símbolo que todos necesitaban para odiarlo, para amarlo, o para envidiarlo. Una simple diadema de oro con diamantes, costosa por supuesto, pero no dejaba de ser un objeto.

Había salido sin guardaespaldas o guardias, un simple hombre en busca de la paz. O eso debía aparentar, sinceramente no pensaba que lo lograría. Todos lo miraban raro en Bogat, era raro ver al rey salir de su castillo, pero nadie lo juzgaba por aquello. En Sligeta fue distinto, cada calle estaba llena de miradas asesinas, algunos incluso sacaban armas de sus bolsillos o botas y las enseñaban orgullosos. Ninguna palabra de su parte y menos de él.

Al llegar a una pequeña tarima donde subastarían comida tal vez, en el mejor de los casos, se subió en ella y respiró agitadamente. Esto daba más miedo que ver a Lord Wender o pensar en perder su reino. Apretó los labios mientras veía a toda la multitud allí reunida, unida solo por la corona sobre su cabeza. Curiosidad los llenaba, tal vez por querer conocer si era real o una simple farsa.

–Pueblo mío –llamó él intentando que su voz no se quebrara del pavor–. Soy su rey, Warley Heyderal Miterlen. He venido a ustedes con la idea de mejorar sus condiciones actuales, les daré lo que necesiten. Solo pido algo a cambio, el consejo está lleno de farsantes que llenan a Asder de mentiras, únanse conmigo para acabar con ellos. Solo el pueblo importa realmente –no sabía que decía, era ridículo decir algo así frente a ellos. Y se lo demostró un hombre riéndose.

– ¿El rey? Por favor... O tú eres un farsante o simplemente un cobarde por echarnos esa carga encima. Oh... espera un momento, es solo una más –dijo el hombre de tal vez unos cincuenta.

–No soy un farsante –respondió Warley totalmente serio.

– ¿Ah no? Entonces vete por donde viniste antes de que movamos las piedras un poco, majestad. Seríamos unos tontos si creyéramos está vez en usted –respondió el mismo.

–Primero dijo quitar la esclavitud, ¿y nuestros hermanos en Valiz? ¿O acaso los olvidó? –dijo otro.

–Mejor encárguese de asesinar a los Lores si verdaderamente son su problema, llene su corte de sangre, a nosotros no nos va a importar. Claro, si también es cierto que usted tiene las manos tan manchadas como dicen las canciones –reclamó el hombre mayor.

–Lo están –dijo Warley en un susurro inaudible mientras apretaba sus puños.

Una roca voló mientras rosaba su mejilla, podía sentir cómo la sangre manaba de allí.

– ¡Váyase! –dijo un niño con otra piedra en su mano. "Movamos las piedras" recordó él.

– ¡Solo los quiero ayudar! –replicó el rey.

– ¡Si no nos ha ayudado nunca ahora menos lo necesitamos! –gritó otro entre la multitud. Otra piedra fue lanzada y esta vez chocó de lleno con su espinilla. El dolor lo hizo doblarse en el suelo.

– ¡Mírelo cómo se arrodilla! ¡Y dice ser el rey! –dijo el viejo.

Warley se levantó con la rendición en sus ojos, debió traer a Melody... ¿Pero ella realmente podría hacer algo? Este pueblo vivió abandonado muchos años, creció por ello. Sin dinero, robas. Sin familia, asesinas. Era simple.

Se fue, estaba huyendo, no le importaba. Quedaría como un rey cobarde, le daría igual. Todo lo que le quedaba era convencer al pueblo, pero con unas palabras ya se había rendido, había mirado la maldad en los ojos de ellos. Ni siquiera eran un pueblo bueno lleno de injusticias, se habían cegado por el odio. ¿Quién era realmente el ciego aquí?

Corte de FalsedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora