Cuando nada es como pensaste

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A la mañana siguiente, más bien, al día siguiente me levanté a eso de las 12 de día o quizá más tarde. La noche anterior me la había pasado riéndome y esto hizo que mi estómago no dejara de dolerme sin control al amanecer, tenía una extraña sensación en la cabeza y un hueco aparte en el estómago, mi hombro estaba un tanto adolorido, podía percibir un poco el hueco en él.

Lavé mi cara y acomodé un poco mi cabello, salí de los pasillos con gente yendo y viniendo. Caminé sin rumbo fijo, siguiendo a una y a otra persona en varias ocasiones, poco a poco me perdí y volví a ubicarme. No quería quedarme en mi habitación porque me traían recuerdos y no quería sentir ese hueco en el estómago, en el corazón y el nudo en la garganta.

Me había topado en las paredes muchas veces, cinco veces estuve a punto de caerme, dos casi piso a alguien, trece veces me iba a topar con la gente. Escuchaba conversaciones ajenas buscando olvidarme de lo que había sucedido, aun no me sentía con las fuerzas ni energías suficientes para ir a buscar a alguien más.

Salí a cubierta, donde habían muchas mantas y personas todavía fuera sentadas llorando o simplemente esperando que alguien diera informes de sus familiares que no habían aparecido. Las listas oficiales aún no estaban y corría el rumor de que la noticia del hundimiento del barco ya había llegado a tierra. También se nos informó que no sería necesario pasar por todo el proceso de migración en la isla pues el gobierno había dejado el paso libre para todos los que viajábamos en el Titanic. Aquello me consoló un poco pues no recordaba donde había dejado mi pasaporte y eso hubiera sido un gran problema al momento de querer entrar a New York.

Caminé un par de veces más recargándome en esquinas y en los barandales. Por un momento me perdí en mis pensamientos y volví la vista al mar pensando en que pronto llegaríamos a tierra.

-¡Tía Karenina!- escuché una voz detrás de mí, voltee rápidamente cambiando mi expresión.

-¡¿Cora?!- La busqué entre la gente- ¿Dónde estás?- entre un par de mujeres de edad la pequeña Cora salió con sus rizos bien puestos y una ropa abrigadora. Corrió directo hacía mí y me abrazó fuerte.

-Te extrañé tanto- me dijo con un fuerte abrazo y entre lágrimas- Vi cuando ibas al doctor ¿Qué te dolía? ¿Fue la panza?- preguntó curiosa con sus ojitos un poco cansados, su piel estaba del mismo color que antes aunque sus ojos conservaban el brillo de siempre.

-Yo también te extrañé hermosa- la abracé de igual manera, por un momento pensé en su bella inocencia. Ella seguramente iba al médico por cosas menos graves y pensaría de seguro que lo mío era parecido- Gracias por decirle al tío Jack donde estaba

-No hay de qué. Estaba jugando con otros niños cuando ellos llegaron. Gracias tía Karenina- volvió a abrazarme más fuerte.

-¿Por qué me agradeces?- pregunté extrañada.

-Me dijeron que fuiste a buscar a mis padres, aunque ellos parecía que estaban jugando a las escondidillas- un nudo se me hizo en la garganta ¿Cómo podría decirle lo que sabía de sus padres?

-Cora- la tomé por los hombros suavemente alejándola de mí un poco, la vi a los ojos y peiné uno de sus rizos con mi dedo- Quiero que sepas que comprendo lo que estás pasando en este momento y que te ayudaré hasta donde pueda. Nunca estarás solas.

-Lo sé- sonrió inocentemente- Mis papas también estarán conmigo siempre

La abracé tiernamente, probablemente Cora no comprendía la situación y era normal, era aún pequeña para comprender algo tan complicado como la muerte. Respiré hondó pensando cómo podría explicarle que no volvería a ver a sus padres y que alguien más se iba a ser cargo de ella.

TITANIC. Si Jack hubiera sobrevivido (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora