Miriam

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"Ni tan lento que la muerte nos alcance, ni tan rápido que la vida nos asfixie"

- Rin, ¿sabes lo mucho que te aprecio? -me preguntó Mikuo, pero su voz tenía una nota seria.

- Sí, lo sé -le respondí, incomodándome con su cercanía.

- ¿Y sabes que haría lo que sea por defenderte, verdad?

- Ahá -me apresuré a decir, mientras él se acercaba sutilmente y yo me alejaba, dando un pequeño paso hacia atrás.

- Entonces, ¿por qué no me haces un favor y acabas con tu cadena de mentiritas sobre Len Akita?

Abrí los ojos como platos, sin saber qué contestarle.

- ¿Sabías de qué estaba hablando con tu madre? -me preguntó, sin esperar una respuesta de mi parte- De Len. Y me dijo que no es tu íntimo amigo, ni es estudiante de economía, sino que es el policía que trabaja en el caso de tu padre.

Ya valí verga.

Estaba tan cerca que podía sentir su respiración en mi rostro.

- ¿Qué tienes para decir en tu defensa? -inquirió de forma autoritaria, despertando a la bestia rebelde y malhablada que vive en mí.

- No te metas en lo que no te importa - mascullé casi en un susurro, desviando la mirada.

- ¿Qué me dijiste? -me preguntó, como si no pudiese creer lo que estaba escuchando.

- ¡Que no te metas en lo que no te importa! - le grité, empujándolo lejos de mi cuerpo.

Que me parta un rayo antes de permitir que Mikuo Hatsune se crea con el derecho divino de controlarme. Nadie se iba a meter entre mi padre y yo. Pasaría encima de quien haga falta para llegar a la verdad.

Su rostro parecía confundido, pero decidió acercarse nuevamente y me tomó por los brazos, inmovilizándome.

- Rin, ¿qué carajo te pasa? ¿No te das cuenta de que quiero ayudarte?

Pensé que lo iba a ahuyentar con mi actitud, pero el peliverde era difícil.

- ¡MI PAPÁ SE MURIÓ MIKUO! -le grité en la cara nuevamente, aprovechando su sorpresa para salirme de su agarre- ¡No me puedes ayudar!

- ¿Que no puedo? -repitió luego de recuperarse, clavándome la mirada. Parecía a punto de estallar de nervios - ¿Te crees que puedes confiar en ese tipo más que en tu familia?

- Pues sí -le contesté sin pensármelo.

- Entonces supongo que ya te dijo que él ni siquiera tiene familia, mínimo - me dijo con resentimiento, escupiendo cada palabra.

- ¿Qué? -le pregunté sin entender.

- Vete a la mierda, Rin. Estoy harto de que nos alejes a todos los que nos preocupamos por ti.

Mikuo pegó media vuelta y salió de mi hogar sin volver la cabeza ni una sola vez. Yo estaba demasiado histérica como para llamarle y disculparme antes de que desaparezca, por lo que lo miré alejarse sin abrir la boca. Luego volví la vista a mi celular, desbloqueándolo para encontrarme con varios mensajes de Miku y Gumi preguntándome donde estaba y cómo me encontraba.

EL PACTO | RiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora