Mont Blanc

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"Donde reina el amor, sobran las leyes"

Terminé de alistarme con el tiempo justo, ya que decidí a último momento experimentar en el tocador de mi madre en busca de alguna pócima que elimine las ojeras. Imité a esas chicas lindas de Instagram, colocándome un producto cremoso encima de las bolsas como si supiese lo que estaba haciendo.

Me pareció que había quedado decente, por lo que bajé nuevamente y me encontré con los Akita desayunando como si no hubiese pasado nada grave anoche.

- ¿Qué le pasó a Mikuo? -me preguntó Neru nada más al verme.

- No lo sé -le contesté con algo de recelo, ya que no era de su incumbencia.

- La otra vez Yuma me dijo que él es gay -mencionó sin darle mayor importancia, y no pude evitar reír sonoramente.

- Yuma cree que porque él es gay, todos lo son -me expliqué con arrogancia mientras tomaba una manzana del frutero y la llevaba a la boca sin molestarme en lavarla.

- Hmm -murmuró ella, dándole un mordisco a su sándwich-. Su gaydar nunca le ha fallado hasta ahora.

Len soltó una risa, le fue imposible contenerse.

- Gaydar, porque ¿es un radar de gays? -preguntó, sonriendo de forma inocente. Era una palabra que probablemente nunca antes había oído.

Su hermana asintió sin dirigirle la mirada, y el rubio me contagió esa sonrisa con ternura.

- Te queda linda esa bufanda -me halagó al ver el accesorio color rojo y con un estampado de cerezas, bastante llamativo.

- Gracias -murmuré entre bocados, sonrojándome levemente al notar que el joven sí prestaba atención a esos pequeños cambios que hacía exclusivamente para él.

¿A quién se le ocurrió que enamorarse podía ser un pecado?

No había conocido sensación más linda, alegría más pura que la de tener cerca a una persona que significa tanto para ti. Poder disfrutar de su sola presencia, de su sonrisa amable, de sus gestos altruistas, de su calidez y su paz... era un regalo.

No sabía si Len llegaría a corresponder mis sentimientos alguna vez, pero yo no me daría por vencida tan fácilmente.

Salí a duras penas rumbo a la escuela, sorprendiéndome al ver a las primas Hatsune esperando juntas mi llegada. Me fijé que aunque ambas se veían incómodas, me dedicaron una expresión amable al verme. Tal vez solo era cuestión de tiempo para que se calmen los ánimos y volvamos a ser amigas, por lo que me sentí bien.

La felicidad, sin embargo, me duró muy poco. Apenas hace unas horas estuve frente a frente con la novia de Miku, quien estaba encaramada a mi tío Gackupo en mis narices y sin rastros de remordimientos.

- Miku, tengo algo que-

- Ya lo sé -me cortó Hatsune, y la chica de cabello verde no dudó en colocarle una mano en el hombro a modo de consuelo. La niña miraba fijamente al piso mientras iniciábamos la caminata rumbo al colegio, y yo no tenía idea de cómo abordarla a continuación.

EL PACTO | RiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora