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Akaashi anuncia que son las cinco de la mañana cuando entramos en el baño por tercera vez en toda la noche, esta vez porque Lev necesitaba ir con urgencia. Todos los allí presentes nos quedamos impactados porque el tiempo ha transcurrido realmente rápido, pero eso es una buena señal: nos estábamos divirtiendo tanto que la hora era lo de menos. Mentalmente me agradezco a mí mismo no haberme arrepentido en el último momento de salir con ellos.

- Nos vamos cuando esto cierre, ¿no?

La proposición de Hinata nos pilla a todos un poco por sorpresa, pues no pensábamos quedarnos tanto tiempo, pero la idea no me parece tan desagradable porque me lo estoy pasando realmente bien y quiero alargar lo máximo posible esta noche. Además, por ahora, no ha ocurrido ningún accidente

- ¡Por supuesto! -grita Lev al salir del cubículo.

He escuchado decir a la gente que cuando conoces mejor a las personas es cuando las ves borrachas por primera vez, y ciertamente, todas las reacciones del Lev ebrio me resultan bastante interesantes. Sin embargo, lo que más me llama la atención son sus mejillas sonrosadas y el brillo de sus ojos. No me puedo explicar cómo puede estar tan guapo después de todo el tiempo que llevamos aquí dentro.

Tras acceder de manera unánime volver a la residencia cuando el local estuviera a punto de cerrar, volvemos a la pista de baile. En esta ocasión, nos colocamos al lado de un pequeño grupo mixto que, más que bailar, están charlando unos con otros. Me resulta curioso que puedan mantener una conversación con la música tan alta, pero enseguida me olvido de ellos cuando Lev se me acerca con una gran sonrisa dispuesto a bailar.

Su cuerpo se contonea perfectamente al ritmo de la música, ritmo que marca con sus caderas, las cuales parecen que se van a fundir en cualquier momento en mi cuerpo. No sé en qué momento he empezado a seguirle el juego a pesar de que me había rehusado a bailar a lo largo de toda la noche, pero las dos copas que he bebido y Lev me tienen un poco aturdido

Sin embargo, es entonces cuando me percato de un pequeño detalle: una de las chicas del grupito al que estaba observando antes le ha dado un codazo al chico que está a su lado. Él se gira sin disimulo alguno, nos mira detenidamente durante un buen rato y vuelve a mirar a la chica que le ha dado el codazo. Ella se acerca a su oído para decirle algo que, aparentemente, debe ser desternillante, puesto que él se parte de risa, pero eso ocasiona que ese grupito se acerque todavía más a nosotras. En ese preciso instante comienzo a sentirme incómodo.

En ese momento dejo de bailar. Sabía que había sido una mala idea. Intento ignorar su presencia lo máximo posible, centrándome en Lev, que sigue bailando como si nada, y, por supuesto, en los demás. Es imposible. Siento sus miradas sobre nosotros, especialmente la de aquel chico de pelo negro peinado hacia arriba.

Como si de una broma del destino se tratase, un empujón procedente de quién sabe dónde hace que pierda el equilibrio, con tal mala suerte que acabo empujando también a uno de los chicos de ese grupito. A partir de ese momento comienzan los problemas que tan alegremente creía que había conseguido evitar.

- ¡No me lo puedo creer! -grita el chico con un gran torrente de voz. Todas las personas que están a nuestro alrededor centran su atención en él. Bueno, más bien, en nosotros-. ¡Me has tirado toda la puta copa encima!

- ¡Perdón, perdón, perdón! ¡Me han empujado por detrás!

No sé ni lo que digo, lo único que sé es que no quiero meterme en ningún lío por algo que ha ocurrido de manera totalmente fortuita. Es cierto que está completamente empapado, pero su reacción es desmedida. Estando rodeado de personas borrachas había una gran probabilidad de que algo así ocurriera.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora