22.3

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Iwaizumi

El irritante sonido del timbre consigue despertarme, pero no hago ningún ademán de moverme de la cama porque me siento no solo el cuerpo, sino también la cabeza, demasiado pesados. Beber tanto alcohol es una idea estúpida de por sí por la maldita resaca, pero sabiendo que me espera un fin de semana con mi familia, debería haberme contentado con un par de copas.

Giro en la cama con la intención de dormir al menos un par de minutos más, ignorando el timbre por completo porque sé que Daichi se ocupará de eso, pero colapso con el cuerpo de alguien más. Mantengo los ojos cerrados con fuerza, demasiado temeroso de abrirlos para encontrarme con que he sido infiel, cuando de repente esa persona que está a mi lado murmura un Iwa-chan en sueños. Exhalo un suspiro de alivio al abrir los ojos y ver la estúpida cara de Oikawa, que sigue durmiendo plácidamente.

Levanto la sábana ligeramente para echar una ojeada, encontrándome con que, tal como me temía, ambos estamos completamente desnudos. Esto solo puede significar una cosa: hemos mantenido relaciones sexuales, aunque, para mi desgracia, no recuerdo absolutamente nada.

No obstante, lo más preocupante todo es que este era el escenario que más quería evitar porque sé que solo nos va a complicar más las cosas. Sin embargo, mientras observo el rostro pacífico de Oikawa, deteniéndome en cada pequeño detalle, como sus labios ligeramente entreabiertos o sus largas pestañas, esos problemas a los que temía me dan absolutamente igual. Me alegra haberme despertado a su lado después de tanto tiempo.

Ajeno a lo que ocurre fuera de estas cuatro paredes, alargo mi mano hacia su mejilla para acariciarla. Justo cuando mis dedos están a punto de tocar su suave piel, la estridente voz de mi hermana resuena por todo el apartamento.

Mierda.

Me levanto de la cama como un resorte, buscando mi móvil por todos lados como un loco hasta que lo encuentro debajo de un montón de ropa. Tengo como veinte mensajes de texto de mi hermana, así como varias llamadas perdidas.

He olvidado por completo que, como ella también vuelve a casa para pasar estas minivacaciones en familia, nos va a recoger a Oikawa y a mí para que así no tengamos que gastar más dinero en el tren.

Justamente cuando termino de vestirme con lo primero que saco de un cajón, Sugawara abre la puerta de la habitación, asomándose lentamente por si acaso se encuentra con una escena indeseada.

—Ha llegado tu hermana —informa, mirando a Oikawa, que todavía duerme, con cara de circunstancia—. Solo por curiosidad, ¿sabe que estáis saliendo? Daichi la está entreteniendo para que no entre aquí, pero se está quedando sin tema de conversación.

—Por supuesto que no lo sabe.

—Pues entonces date prisa.

Sugawara cierra la puerta de la habitación, dejándonos solos otra vez. Me hubiera gustado despertar a Oikawa de una forma más amable, pero las circunstancias actuales no me lo permiten, así que le zarandeo hasta que abre los ojos, todavía un poco aturdido.

—No seas tan brusco, Iwa-chan —se queja, frotándose los ojos.

—Mi hermana está fuera.

Esas palabras son más que suficientes para que Oikawa se despierte por completo. El chico mira a su alrededor, siendo consciente de que no estamos en nuestro apartamento.

—Coge algo de ropa de los cajones —le digo, echándome al hombro la mochila que me voy a llevar para pasar el fin de semana en mi casa—. No tardes mucho porque mi hermana ya está lo suficientemente enfadada —abro la puerta de la habitación, pero cuando estoy a punto de salir, recuerdo algo más—. Y tampoco te preocupes por tus cosas porque me voy a pasar por el apartamento a recogerlas.

Cuando llego al salón me encuentro a mi hermana, cargando con todas los trastos de Oikawa mientras Sugawara habla con ella. Daichi está al lado del susodicho, con cara de preocupación, pero al verme aparecer su expresión se relaja e incluso se permite esbozar una pequeña sonrisa.

—Ya era hora —dice mi hermana con un tono de voz desafiante en cuanto que me ve. Mi respuesta es poner los ojos en blanco, ocasionando que la chica gruña—. La próxima vez te buscas a otro chófer.

—Esa amenaza no va para tu querido Tooru, ¿verdad?

Sugawara parece a punto de intervenir cuando mi hermana se echa a reír con fuerzas, pasando uno de sus brazos alrededor de mis hombros. A pesar de que no es la primera vez que nos ve interaccionar, parece no acostumbrarse a nuestra forma de comunicarnos tan brusca, aunque lo último que he dicho es completamente cierto: desde una edad temprana, mi hermana siempre ha tenido cierta debilidad por Oikawa.

Después de despedirme de los chicos, ambos salimos del edificio, rumbo a su coche. Mientras esperamos a Oikawa, aprovecho para preguntarle cómo ha sabido dónde estábamos y por qué tenía el equipaje de Oikawa. Su respuesta es simple: como no respondía ninguna de sus llamadas ni mensajes, decidió subir a buscarnos. Tras llamar al timbre más de diez veces, un Bokuto acabado de despertar le dijo que no habíamos pasado la noche allí, pero que probara en el apartamento de enfrente. Así que, para no molestar más a Bokuto, le pidió permiso para entrar a recoger las cosas de Oikawa.

—Koutarou-kun estaba con un chico que no he visto antes —comenta, sin interés—. Se ha presentado como Akaashi Keiji.

—Esa es la razón por la que no hemos dormido allí esta noche —mi hermana me mira sin entender demasiado bien a lo que me refiero—. Cuando llegamos de la fiesta de Halloween a la que fuimos, estaban en el sofá haciendo cosas que prefiero borrar de mi mente.

Justamente cuando mi hermana iba a responderme, Oikawa entra en el coche, así que deja a un lado nuestra conversación para saludarle. La chica se percata de que lleva puesta mi ropa inmediatamente, pero no dice nada al respecto.

Tras lo que parece una eternidad, por fin ponemos rumbo a nuestras casas. Gran parte del viaje se trata de un monólogo de Oikawa en el que cuenta cómo nos ha ido todo desde el comienzo del curso, haciendo hincapié en lo que ocurrió el día de la jornada con los críos porque se siente absurdamente orgulloso de eso.

El ambiente que se respira en el coche es relajado, sin ningún tipo de tensión, pero por algún extraño motivo, no puedo deshacerme del sentimiento de incomodidad que me persigue desde que oí la voz de mi hermana en el apartamento.

"Esta tarde tenemos que hablar".

Oikawa lee mi mensaje rápidamente. Solo durante un segundo, pierde el hilo de la conversación por completo e incluso la sonrisa de su cara desaparece, pero se obliga a recuperar la compostura.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora