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Me despierto al día siguiente cuando alguien besa la punta de mi nariz. Eso provoca que me revuelva en la cama, escondiendo la cara entre las sábanas para seguir durmiendo. Lo siguiente que sé es que alguien se ha reído de forma suave a mi lado. No me importaría que ese sonido fuera mi alarma de aquí en adelante.

—Es solo martes, mueve el culo.

Hasta la última gota de sueño existente en mi cuerpo desaparece al oír esa voz, pues mi cerebro hace las conexiones necesarias para ligarla con su propietario: Kuroo, quien no solo ha sido quien me ha despertado de esa forma tan dulce, sino que también es con quien he compartido mi primer beso.

Las imágenes de lo que ocurrió por la noche se agolpan en mi mente repentinamente, provocando que me sonroje por el simple hecho de ver a Kuroo a mi lado, así que me llevo ambas manos hacia la nariz para ocultar mi cara. El chico rueda los ojos ante mi reacción, pero en vista de que no hay riesgos de que vuelva a dormirme, se levanta de la cama.

—Llevaba queriendo hacer eso desde hace mucho tiempo —se excusa, refiriéndose a la forma en la que me ha despertado.

Como no quiero seguir profundizando en el tema, me levanto también de la cama. No sé si es debido a que mi nivel de confianza con Kuroo ha aumentado o si, realmente, todavía sigo adormilado, pero me despojo del pijama por primera vez a lo largo de nuestra convivencia delante de él.

Obviando esos incidentes mañaneros, el comportamiento de Kuroo es tan normal durante el resto del día que, a veces, incluso me planteo haber soñado que le besaba. Sin embargo, el cosquilleo que siento en el estómago cada vez que le miro los labios me indica que, efectivamente, ocurrió.

A medida que la hora de encontrarme con Sugawara en el centro comercial se va acercando, los nervios se apoderan más de mí. Llego a un punto en el que incluso comienzo a plantearme excusas varias para no acudir, pero no paro de repetirme que debo hacerlo.

—Es un buen chico —me dice Kuroo para tranquilizarme cuando estoy a punto de salir de la habitación—. De todas formas, si te sientes demasiado incómodo solo tienes que utilizar una de las miles de excusas que se te han ocurrido para no ir —comenta, en un intento de hacerme reír. A pesar de que los nervios no me dejan pensar con claridad, no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa por todos los esfuerzos que está haciendo—. Creo que no tendrás problemas para llegar al centro comercial porque te he dado las direcciones bastante claras, pero si te pierdes, utiliza el GPS de tu móvil.

—Pareces mi padre —digo, con un mohín.

—Pues espero que no hagas esto con tu padre.

Antes de poder preguntarle a qué se refiere, sus labios atrapan los míos. Es un beso fugaz, tan fugaz que ni siquiera me da tiempo a asimilar lo que está pasando cuando vuelvo a ver sus dichosos labios formando una sonrisa divertida. Bueno, si esta era su táctica para que dejara de preocuparme por mi encuentro con Sugawara, he de admitir que ha funcionado. Probablemente no seré capaz de pensar en nada más durante el resto del día.

El camino al centro comercial es tedioso simplemente porque tengo que montarme en el metro. Hasta que no llego a mi parada, me encuentro fantaseando con la imponente figura de Kuroo actuando como mi escudo humano.

Cuando entro en la cafetería, Sugawara me saluda con la mano desde una de las mesas del fondo. Mientras me acerco a él, me repito sin cesar que nada va a salir mal. Es un chico agradable que parece saber llevar bien las conversaciones, así que no tengo que preocuparme por los silencios incómodos.

—¿Has podido llegar sin problemas? —Inquiere Sugawara en cuanto que tomo asiento, pasándome el menú—. Este sitio está un poco lejos de nuestras casas, pero tienen las mejores tartas de toda la ciudad.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora