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Akaashi

No sé decir qué es exactamente lo que ha cambiado en mi relación con Bokuto durante las últimas horas, pero a pesar de que ahora estamos a solas en mi habitación, no me siento ni la mitad de nervioso que cuando simplemente se limitaba a sentarse detrás de mí en clase.

Bokuto se encuentra sobre la cama de Kageyama, sentado de forma despreocupada, probablemente uno de los aspectos del chico que más llamativo encuentro. Yo, sin embargo, estoy sentado en mi propia cama, escuchando atentamente todo lo que me está contando. Me gusta escucharle hablar porque tiene una voz extrañamente armoniosa, y su forma de narrar hace que vivas la historia como si fueras el protagonista.

En un momento determinado, Bokuto apoya una de las manos sobre el colchón para cambiar de postura, con tan mala suerte que utiliza precisamente la que le lleva molestando todo el día. A pesar de que intenta disimular el impacto del dolor, la mueca que cruza su rostro es más que evidente.

- Espera un segundo, Bokuto-san -le pido, dirigiéndome a toda prisa hacia el cuarto de baño. Antes de que viniera, fui a la farmacia más cercana para comprar esa crema de relajación muscular de la que le hablé por la mañana-. Deberías ponerte esto, parece que el dolor no ha disminuido.

Bokuto me agradece el gesto efusivamente, pero en lugar de coger la crema, extiende el brazo con la muñeca dolorida. Cuando le pregunto qué es lo que pretende, me dice que quiere que le aplique la crema.

Así, con el corazón en un puño e intentando que mis manos no tiemblen demasiado, comienzo a extender la crema sobre la muñeca de Bokuto con mucho cuidado. A pesar de que no es la primera toma de contacto físico ideal, puedo asegurar que su piel es agradable al tacto.

- ¿Estás seguro de que ha sido una mala postura al dormir? -Inquiero, levantando la mirada hacia sus ojos. Bokuto se revuelve en su sitio, incómodo-. Quizás te diste un golpe sin darte cuenta.

Cuando termino de aplicarle la crema a Bokuto, vuelvo a sentarme en mi cama. El chico sigue con la mirada gacha, observando ahora la muñeca que, hasta hace unos escasos segundos, estaba masajeando. Parece que mi pregunta le ha hecho reflexionar sobre algo, aunque no puedo imaginarme qué es lo que puede estar surcando por su cabeza en este preciso instante.

Bokuto toma una decisión repentinamente, pues comienza a frotar con vehemencia una zona determinada de su cuello hasta que el maquillaje que la cubría desaparece y puedo ver una pequeña marca de color oscura. Esa marca es, sin duda alguna, un chupetón. No entiendo por qué me está mostrando esto. Quiero decir, ¿tan descuidado he sido que ha notado mi incipiente atracción hacia él? No necesito que haga esto para mostrarme que tiene pareja, es demasiado humillante.

No obstante, cuando el chico comienza a hablar, al contrario de lo que pensaba, no me dice que lo siente mucho pero solo quiere que seamos amigos, sino que me cuenta que todo lo que veo es fruto de un chico que intentó forzarlo el día anterior. Bokuto me lo relata todo con pelos y señales, visiblemente incómodo al rememorar esos eventos en su cabeza. Así, movido por una fuerza mayor, tomo asiento a su lado, como si esa cercanía pudiera solucionar algo.

- Siento mucho haber sacado el tema de nuevo -me disculpo, con la mirada fija en el suelo. Me siento incapaz de mirarle a la cara ahora mismo, aunque por razones completamente distintas a la vergüenza que me lo impedía momentos antes-. Si lo hubiera sabido, lo habría dejado correr.

- No entiendo por qué te disculpas -dice-. Ha estado bien contárselo a alguien, ahora me siento como más aliviado. Si se lo contaba a mis amigos, seguro que no pararían hasta encontrarle ¡Incluso Daichi iría y Daichi nunca hace cosas estúpidas! Creo que ni Sugawara podría pararle.

- Se lo merecería -musito, desinteresado.

- Pero la violencia no arregla nada -replica Bokuto. Tras esa respuesta, me resulta simplemente imposible seguir rehuyendo su mirada. Nunca antes había conocido a una persona tan buena, tan como él-. De todas formas, tampoco ha sido para tanto. Estoy seguro de que cuando se me quite la marca del cuello y la muñeca no me duela, ni siquiera lo recordaré más.

No sé qué me empuja, pero antes de poder pensar en las consecuencias de mis actos, acuno el rostro de Bokuto entre mis manos. Durante las escasas semanas que llevo conociéndole he seguido más impulsos que a lo largo de toda mi vida, pero, quizás, esto es justamente lo que necesito.

No se trata de un beso propiamente dicho, pues lo único que hago es rozar nuestros labios, aunque eso es más que suficiente para que todo en mi interior dé un vuelco. Bokuto, por el contrario, está paralizado, lo cual me hace pensar que probablemente esto no ha sido tan buena idea como pensaba. Sin embargo, cuando hago el ademán de alejarme, el chico coloca sus manos en mi nuca y me guía de nuevo hacia sus labios, solo que en esta ocasión no se trata de un simple roce infantil, pues se abre paso en mi cavidad bucal con su lengua.

Es un beso intenso, cargado de pasión, pero breve. Justamente cuando Bokuto pretende profundizarlo más, me separo de él. El chico me observa con incredulidad, pidiendo explicaciones en silencio.

- Así puedes olvidar antes lo que ha pasado.

- No te preocupes -dice el chico-, no olvidaré ese beso fácilmente.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora