22.1

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Daichi

Cuando aparezco delante de Sugawara, toda la valentía que los chicos me han infundido desaparece por completo, sobre todo cuando el tal Akihiko me observa con una ceja arqueada porque he interrumpido la conversación tan animada que estaban teniendo. Esto no ha sido buena idea.

—Daichi, ¿pasa algo?

El tono preocupado con el que Sugawara hace la pregunta me rompe el corazón. Seguro que se piensa que vengo a buscarle porque alguno de los chicos se ha metido en un problema, si no, ni se me ocurriría.

Sintiéndome revitalizado de nuevo, asiento con la cabeza.

—Sí —vuelvo a recalcar con gran ímpetu—. Quiero que hablemos en privado.

—Pero ahora no puedo —dice, inseguro. Le dedica una mirada a Akihiko de reojo, el cual le indica con gestos que no pasa nada si se viene conmigo un rato. Sugawara no parece del todo convencido, pero volvemos a hacer contacto visual—. Entonces vamos a la terraza mejor.

Sugawara se encamina hacia el lugar que ha mencionado sin cerciorarse de que le sigo. Avanza con rapidez, escabulléndose entre los pequeños huecos que deja la gente. En ocasiones tengo la sensación de que lo he perdido entre el gentío, pero, entonces, vuelvo a encontrar su cabello rubio.

La terraza está prácticamente a solas, lo cual nos ofrece bastante privacidad, pero eso solo me hace ser consciente de que la hora de la verdad está realmente cerca. Es ahora o nunca.

Sugawara está parado delante de mí, observándome con los brazos cruzados. Nunca antes me ha pasado por la mente la idea de que sea una persona intimidante, pero ahora me siento otra vez como un niño bajo la mirada inquisitiva de sus padres después de haber hecho una travesura.

—No te puedes ni imaginar lo fácil que es vivir con Iwaizumi —Sugawara me mira con una expresión confundida ante mis palabras, pero permanece en silencio—. Quizás es porque tampoco está pasando por su mejor momento con Oikawa, pero nos compenetramos tan bien que hasta me asusta.

—Me alegro de que estés contento —dice el chico, ofreciéndome una sonrisa.

—La cuestión es que no lo estoy desde que te fuiste —replico, sintiendo que la sangre se va acumulando en mi cara—. Existe una frase hecha que dice que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, ¿no? Pues creo que eso es exactamente lo que me ha pasado. Echo de menos que seas la primera persona a la que veo por las mañanas, así como la última que veo por las noches. También echo de menos las reservas de chocolate que siempre tienes en la cocina para cuando te pones nervioso y, ya que estamos hablando de comida, quiero que nuestro apartamento vuelva a oler a café, porque a Iwaizumi tampoco le gusta.

—No... No... Entiendo a dónde quieres llegar, Daichi.

—Pues a que te echo muchísimo de menos —a medida que continúo hablando, el nudo de mi garganta va creciendo—. Al principio pensaba que ese sentimiento desaparecería con el tiempo porque lo que me pasaba era que me había acostumbrado mucho a tu presencia, pero no es así. Lo que me pasa realmente es que te necesito a mi lado porque creo que formamos un gran equipo, pero no quiero que ese equipo siga llamándose amigos.

—Entonces, ¿cómo quieres que se llame?

—Me gustaría que pudiera llegar a llamarse novios en el futuro —admito—, pero no quiero ir demasiado rápido porque eso solo nos ha traído problemas. ¿Qué me dices a todo esto, Suga?

—Que tengo que volver con Akihiko.

—Es comprensible —digo, derrotado—. Siento haber tardado tanto.

Lo siguiente que sé es que la mano de Sugawara ha impactado contra mi cuello. Cuando levanto la vista, masajeándome la zona afectada, encuentro al chico cerca de mí, quizás demasiado.

—¡Pero lucha más por mí! —Exclama, llevándose ambas manos a la cintura—.No sé cómo has podido pensar que te he olvidado en un mes cuando he sido incapaz de hacerlo a lo largo de estos tres años. Solo quiero decirle a Akihiko que nos vamos porque te encuentras mal; ya hablaré seriamente con él la semana que viene, no quiero arruinarle esta fiesta.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora