16

2.5K 394 301
                                        

Cuando Kuroo detiene el coche, no puedo evitar soltar una exclamación de sorpresa al ver el lugar en el que estamos: el río al que vine el fin de semana pasado cuando Yaku me visitó. A pesar de que ahora no me resulta tan atractivo como hace unos cuantos días atrás debido a que la oscuridad de la noche me impide contemplar bien el paisaje, no puedo negar que este sitio sigue teniendo algo especial. Justamente ese algo especial me hizo pensar en Kuroo casi todo el tiempo que estuvimos aquí y, ahora, estoy aquí con él.

Ese último pensamiento consigue que una calidez repentina inunde mi pecho y las palabras de Iwaizumi aparecen en mi mente una vez más: "sí que te gusta Kuroo". Antes de poder indagar más en la cuestión, el susodicho interrumpe el hilo de mis pensamientos.

- No sé cómo interpretar esa reacción -comenta, aludiendo a mi exclamación de sorpresa.

- Me ha impactado porque vine aquí con los chicos -explico, sintiendo la imperiosa necesidad de ocultar la identidad de Yaku a toda costa-. Estuve pensando todo el rato en que seguro que te gustaría mucho.

- Conque piensas en mí incluso cuando estamos enfadados -dice Kuroo con una sonrisa traviesa que consigue que me sonroje. Afortunadamente, no se nota mucho debido a la falta de luz. Al contrario de lo que pensaba, no continúa bromeando, sino que confiesa-: En realidad, también he pensado en ti.

- Gracias, supongo.

- Eso no se suele agradecer, Kenma -desvío la mirada hacia mis manos, pues no puedo hacerle frente ahora mismo. Siento la necesidad de agradecerle todo lo que hace por mí porque me resulta demasiado irreal que alguien como él se tome tantas consideraciones por mí-. Bueno, ¿salimos del coche de una vez o nos quedamos aquí toda la noche?

- Salimos, pero si hace frío volvemos.

Kuroo sale del coche con una sonrisa surcando sus labios, hecho que consigue aturdirme durante unos segundos porque, una vez más, me repito a mí mismo lo condenadamente guapo que es. Cuando, finalmente, me encuentro fuera del coche, la brisa repentina me hace tiritar debido al cambio de temperatura. Sin embargo, de un momento a otro siento algo cálido sobre mis hombros: la chaqueta que Kuroo llevaba puesta. Le miro para pedirle explicaciones, encontrándome a un Kuroo un tanto nervioso, tal como demuestra la forma en la que se rasca la nunca mientras se mira los pies.

- Después de estar bailando en la discoteca, no tengo frío -se excusa, a pesar de que no he podido ni abrir la boca para preguntarle a qué ha venido ese gesto tan cliché y tan repentino-. Cuando tenga frío, te la pediré de nuevo, así que no te encariñes demasiado de ella.

- No pensaba hacerlo.

Una vez que meto los brazos en las mangas de la chaqueta, echamos a andar hacia la zona del césped para poder sentarnos más cerca del río. Resulta bastante relajante oír el lento vaivén del agua mientras el olor de Kuroo impregnado en la chaqueta invade mis fosas nasales.

- Quizás es un poco tarde, pero siento mucho lo que ha pasado en la discoteca -dice Kuroo. El recuerdo de aquel chico rapado acercándose cada vez más a mí e incluso colocando mi pelo detrás de mi oreja me revuelve el estómago-. Si hubieras venido al baño con nosotros o si no nos hubiéramos entretenido tanto, no habrías tenido que conocer precisamente al tío más asqueroso que había allí.

- Hablas como si le conocieras.

- Por desgracia, lo hago -confiesa, exhalando un largo suspiro-. Es el típico que intenta ligar con cada cara nueva que entra en la discoteca porque se aburre de intentarlo tanto con los clientes habituales. No suele ir tras la misma persona más de tres noches, pero conmigo hizo una excepción hasta que me inventé que tenía un novio por ahí. Creo que ahora se piensa que ese novio del que hablaba eres tú, pero así te has asegurado que te deje en paz a ti también cuando volvamos a ir allí.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora