16.1

2.3K 341 209
                                        

Iwaizumi

Al igual que siempre, permanecemos en la discoteca hasta que el ambiente se caldea demasiado entre nosotros como para seguir en ese maldito antro. Ya en el exterior, mientras que llamo a un taxi para que venga a recogernos, Oikawa deja un reguero de besos húmedos desde mi oreja hasta el punto donde mi clavícula se pierde en la camiseta.

Cuando finalizo la llamada, me guardo el móvil en el bolsillo del pantalón antes de apartar a Oikawa con todo el pesar de mi cuerpo: si no lo paro ahora, en el taxi será mucho peor.

- No me ignores, Iwa-chan.

- Este no es el mejor momento, Estúpidokawa.

Durante los diez minutos que esperamos al taxi, Oikawa no quita ni un solo momento su expresión enfurruñada debido a que le he ignorado. Por un momento llego a pensar que ahora es él quien me va a ignorar incluso cuando lleguemos al apartamento, pero, tan solo cuando el taxi arranca rumbo a nuestro domicilio, comprendo lo equivocado que estaba.

La mano de Oikawa se desliza sutilmente por debajo de mi camiseta, acariciando de manera sugerente mi torso. Va ascendiendo cada vez un poco más hasta que llega a uno de mis pezones, pellizcándolo exactamente como sabe que me gusta.

Me tengo que morder el labio para no hacer ningún ruido innecesario, pero le dedico a Oikawa una mirada cargada de reproche. Una expresión inocente aparece en su rostro, como si no supiera la razón de mi reacción, y, a continuación, fija sus ojos sobre la ventanilla para contemplar el paisaje nocturno.

Sin ningún tipo de miramiento, aparto la mano de Oikawa de un golpe, dando lugar a que se queje por lo bajo mientras acaricia la zona afectada. Aprovecho ese momento de tranquilidad para abrir mi ventanilla, pues siento que la temperatura ha aumentado considerablemente en el interior del vehículo debido a su contacto.

Al cabo de un par de minutos, vuelvo a sentir su mano sobre mí, solo que en esta ocasión está sobre el borde de mis pantalones. La tensión que siento en este momento me deja completamente paralizado, pues ni siquiera tengo fuerzas para apartarle la mano de un tortazo como antes. Lo único que puedo hacer es observar el conductor por el espejo retrovisor y rezar porque no nos eche un vistazo, porque eso nos traería muchos problemas.

- Para -musito entre dientes.

- No sé a qué te refieres, Iwa-chan -responde Oikawa en un susurro.

Mi peor miedo se cumple en ese instante: el conductor nos mira a través del espejo retrovisor después de habernos oído cuchicheando, aunque parece que no se ha percatado del detalle de mi pantalón. Oikawa, que al parecer también lo tenía controlado, le dedica una de sus típicas sonrisas falsas, dando lugar a que el conductor vuelva a centrar su atención en la carretera.

Afortunadamente, Oikawa retira la mano de mi pantalón después de ese incómodo episodio. No vuelve a tocarme durante el resto del viaje, hecho que agradezco infinitamente en mi interior.

Cuando llegamos a nuestro destino, le entrego el dinero al taxista inmediatamente (pues lo tengo preparado desde hace unas cuantas manzanas), e incluso le insto a quedarse con el cambio. Él, por supuesto, no hace ninguna objeción, así que salimos del coche rápidamente para poner punto final a esa situación tan tensa, pero al cerrar la puerta le escucho murmurar dos palabras: "jodidos maricones".

Me dispongo a abrir la puerta de su asqueroso taxi nuevamente cuando Oikawa tira de mi brazo libre, haciéndome mirarle. En esta ocasión, una sonrisa dulce surca sus labios mientras niega con la cabeza unas cuantas veces; él también ha oído lo que ha dicho el taxista.

El taxista, por su parte, al ver que no necesitamos nada más, arranca el coche para poner rumbo a su siguiente destino. Los dos nos quedamos allí plantados hasta que el taxi desaparece de nuestra vista, momento en el que Oikawa se acerca a mí para rodear mi cintura con sus brazos.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora