11

3.2K 380 908
                                        

Kuroo vuelve a ser la misma persona irritante a la que le encanta hacerme sonrojar al día siguiente. Nunca creí que diría esto, pero me alegra. Pensé que los estragos de esa conversación iban a durar durante un par de días al menos. Supongo que estará acostumbrado a lidiar con esos sentimientos después de tanto tiempo, así que al menos sabe cómo ocultarlos.

El camino a la Universidad con Akaashi es un poco incómodo porque quiero contarle lo ocurrido con Kuroo, pero a la vez debato internamente si es una buena idea. Al final acabo soltando de sopetón todo lo que pasó entre nosotros en el patio. Akaashi está un poco confuso al principio porque de repente había empezado a hablar de algo completamente distinto, pero a medida que fue comprendiendo lo que estaba relatando parecía realmente ensimismado en mi historia.

- Si ahora actúa como siempre no creo que debas seguir pensando en eso -dice Akaashi cuando termino de hablar. Abro la boca para replicar, pero él lo impide-. Entiendo que tengas curiosidad por saber quién es esa persona, pero eso te lo acabará contando él cuando tengáis más confianza. Solo tienes que dejar las cosas fluir con naturalidad.

- Lo intentaré.

- Todo el mundo tiene un pasado.

Sé de sobra que todo el mundo tiene un pasado, pienso con resignación. De todas formas, decido seguir su consejo porque es sensato. Es curioso cómo nos hemos hecho tan cercanos, pero su compañía me resulta realmente agradable.

El resto del día transcurre con normalidad. Cada vez que un pensamiento sobre la misteriosa persona cuya sola mención hizo cambiar a Kuroo tan drásticamente de personalidad cruza mi mente, lo empujo fuera. Tal como Akaashi me dijo, las cosas tienen que fluir con naturalidad. Y, aunque no me lo contara, ¿por qué debería importarme tanto una persona que es evidente que no está en su vida ahora mismo?

Me encuentro esperando el momento de después de la cena como un completo imbécil porque me gustan esas charlas nocturnas con Kuroo. Afortunadamente, la conversación de esa noche es bastante relajada, de forma que me voy a dormir con un sabor de boca mucho mejor que el día anterior.

El jueves es bastante similar al miércoles, salvo por un pequeño detalle: no vuelvo a ver a Kuroo hasta después de la hora de la cena. Creía que iba a volver a la habitación por la tarde, tal como había estado haciendo todos estos días atrás, pero por lo visto hoy había cambiado de planes.

Mis esperanzas de una charla nocturna con Kuroo se van al traste cuando al abrir la puerta de la habitación me encuentro a una chica sentada en mi cama, pero lo que más me molesta es que tiene mi consola en sus manos, manos que están grasientas debido a las patatas que está comiendo, las cuales descansan sobre la colcha de mi cama.

La chica se percata de mi existencia después de pasarme un rato observándola. Me saluda con una sonrisa antes de avisar a Kuroo de que he llegado. Él sale del cuarto de baño cuando escucha eso.

Quiero enfadarme con él por haber metido a una chica en nuestra habitación. Quiero echarle en cara que haya permitido que se tumbe encima de mi cama, toquetee mis cosas y lo llene todo de pringue, pero simplemente no puedo. Esa belleza salvaje tan propia de Kuroo me descoloca. Lleva puesta la camiseta de cuadros que mencioné hace algunos días que me gustaba, pero lo mejor sin duda alguna es que la está acompañando con esos pantalones de cuero que llevaba el día que le conocí. Su pelo negro está más enmarañado que de costumbre, pero me gusta. Además, en esta esta ocasión ha utilizado un poco de delineador en sus ojos.

- ¿Qué estás haciendo? -le recrimina Kuroo a la chica, sentándose a su lado-. Te he dicho que no toques nada. Eres una cerda, ¿lo sabías? Mira cómo lo estás poniendo todo... Encima le estás llenando la cama de patatas al pobre Kenma.

Habitación 212Donde viven las historias. Descúbrelo ahora