Iwaizumi
Estar con Oikawa siempre ha sido tan natural como el respirar para mí incluso a lo largo de estos días pasados cuando solo nos cruzábamos en momentos puntuales que únicamente nos permitían cruzar un par de palabras, como por ejemplo en el rellano cuando volvíamos de la Universidad. Sin embargo, ahora que tenemos la oportunidad perfecta para hablar mientras caminamos por las calles que hace tan solo unos años recorríamos diariamente para ir a clase, un silencio sepulcral nos rodea.
Hace tanto tiempo que no me siento tan nervioso a su lado que mis ojos vagan por todas partes furtivamente con la esperanza de captar algo lo suficientemente llamativo como para comenzar una conversación.
—Iwa-chan —Oikawa, como siempre, acaba siendo quien pone fin a esta situación tan incómoda en la que nos hemos visto inmersos de un momento a otro. No obstante, al prestar atención a su expresión ahora que ha pronunciado mi nombre, me percato de que parece que tiene la mente en otro lado. Definitivamente algo no está bien, aunque no sé si es por mi culpa—. Si alguien te dijera que está considerando la idea de cambiarse de carrera, ¿qué consejo le darías?
Escudriño a Oikawa con la mirada en un intento de averiguar si ha realizado esa pregunta seriamente, duda que soluciono instantáneamente en cuanto que nuestros ojos se encuentran: no hay ni un solo rastro de diversión en su mirada.
Me tomo el tiempo necesario para pensar una buena respuesta e incluso intento ordenar las palabras en mi mente antes de abrir la boca porque algo me dice que se trata de un tema sensible.
—Depende de su situación le diría una cosa u otra —digo finalmente—. Si esa persona estuviera en su primer año, probablemente le aconsejaría que esperara un poco más porque el primer año puede ser decepcionante en cualquier carrera. Por el contrario, si está en segundo le animaría a dar el paso porque no tiene mucho que perder, pero solo si está realmente seguro. Luego, si está en tercero o en cuarto intentaría hacerle ver que para lo poco que le queda para terminar, no le merece la pena tirarlo todo por la borda al final —hago una pequeña pausa tras ese discurso, deteniéndome unos cuantos pasos por delante de Oikawa, quien se ha parado en mitad de la calle con la mirada fija en el suelo. No me hace falta que ponga sus pensamientos en alto para saber lo que está pasando por su cabeza, así que, utilizando el tono de voz más dulce que tengo, entono la siguiente pregunta—. Estúpidokawa, ¿tienes dudas sobre Fisioterapia por lo que pasó el día de la jornada?
Oikawa levanta la mirada del suelo para hacerme frente con unos ojos tan abiertos que parece que se van a salir de sus cuencas de un momento a otro, pero al final su expresión se acaba relajando y esboza una sonrisa que no sé cómo interpretar, aunque no es fruto de la alegría.
—Sé que es estúpido porque me gusta mucho lo que hago ahora mismo, pero ese día sentí algo indescriptible —se excusa Oikawa, hablando tan rápido como cada vez que se siente presionado—. Cuando recuerdo la cara de felicidad de Eiji mientras hacíamos el teatro o lo entusiasmadas que estaban las niñas cuando hablaba con ellas una vocecita dentro de mi cabeza me dice: "Tooru, ¿de verdad la Fisioterapia es a lo que quieres dedicarte?".
—No es estúpido plantearte algo así —le aseguro, haciéndole un gesto con la cabeza para echar a andar de nuevo—. Las dudas nos van a acompañar siempre hagamos lo que hagamos, sobre todo cuando se trata de algo tan importante como nuestro futuro.
No volvemos a pronunciar ni una sola palabra hasta que llegamos a una pequeña plazoleta que está prácticamente desolada. Allí ambos tomamos asiento en un banco, no demasiado cerca el uno del otro, pero tampoco excesivamente lejos. Una vez más, Oikawa es quien se pronuncia primero:
—Pensé que no me tomarías en serio.
Cada una de esas palabras se clavan en mi corazón como puñales. Esa no debería ser la inquietud principal de una persona al confiarle a su pareja algo que le está preocupando.
—Parece ser que no soy ni tan buen novio ni tan buen amigo —comento con una sonrisa para intentar restarle importancia a la cuestión, pero es más que evidente para alguien que me conoce tan bien como Oikawa la amargura que esconde—. Perdón por haberte hecho pensar algo así.
—No digas cosas sin sentido —me regaña Oikawa, poniendo los ojos en blanco—. Ese pensamiento ha sido fruto de mis propias inseguridades; sabes mejor que nadie que cuando empiezo una cosa me gusta llegar hasta el final.
—También puedes llegar hasta el final en esta ocasión —recalco, captando su atención—. Al terminar la carrera puedes especializarte en terapias infantiles si lo que quieres es tratar con niños sea como sea. Mientras tanto puedes dar clases particulares o hacer de niñera para ganar también algo de dinero extra, pero esto podemos hablarlo con más calma cuando volvamos al apartamento.
El rostro de Oikawa literalmente se ilumina tras mi sugerencia y, debido a la emoción que siente por haber encontrado una solución tan simple a su dilema, se echa a mis brazos. No se da cuenta de lo que ha hecho hasta que transcurren unos cuantos segundos, dando lugar a que se separe rápidamente con una expresión avergonzada, aunque mis mejillas son las que se han coloreado ligeramente debido a este contacto tan repentino.
—Creo que la razón de esta quedada era hablar precisamente de cuándo vas a volver al apartamento conmigo —me recuerda Oikawa, observándome con una ceja arqueada. Puedo afirmar que la tensión ha desaparecido, siendo sustituida por esa calma tan familiar que solo es capaz de proporcionarme su persona—. No es por nada, pero tengo la sensación de que Suga-chan no va a tardar mucho en volver a su nido.
—No me recuerdes lo que ha pasado esta mañana —le pido, masajeándome la sien al recordar el dolor de cabeza tan terrible con el que me he despertado—. Por cierto, tienes que devolverme la ropa que te he prestado.
—Hablando de ropa —Oikawa hace una pausa sugerente en la que aprovecha para dedicarme una sonrisa juguetona—, ¿recuerdas lo que ocurrió cuando volvimos de la fiesta? Ahí parecía que la ropa era lo que menos te importaba.
—Sinceramente solo recuerdo pillar a Bokuto en mitad de un orgasmo —admito, haciendo una mueca al revivir la escena una vez más en mi mente y provocando que Oikawa me contemple con expresión ofendida—. Bebí demasiado, es un milagro que no me quedara dormido mientras lo hacíamos.
—Me puse purpurina en sitios donde nunca debería haber purpurina por ti.
—Espero que tengas reservas —digo intentando sonar desinteresado—. Cuando volvamos al apartamento la semana que viene me aseguraré de no olvidarme de ninguno de esos sitios que no deberían brillar.
Oikawa me contempla con asombro, aunque no sé si por la proposición indecente tan directa que acabo de hacer o porque le he confirmado que no quiero que sigamos con esta tontería de vivir en apartamentos distintos.
—Iwa-chan, sé más claro —me exige.
—Pues que quiero estar contigo pase lo que pase, Estúpidokawa —respondo con el ceño fruncido, irritado por tener que decir algo tan aparente, pero sintiendo a la vez como mi rostro se va adornando un agradable color sonrojado nuevamente—. Más te vale quitarte de la cabeza esa idea de que hay personas que, a pesar de quererse mucho no están destinadas a estar juntas, porque si piensas que ese es nuestro caso no me quedará más remedio que pelearme con el destino para demostrarte que somos más fuerte que él.
——————————————————
HOOOLA. No sé si esperabais extra y no sé si os decepcionará o no que no sea cap normal pero esto me parecia importante subirlo.Por cierto, la semana que viene no se si habrá capítulo porque tengo un examen importante esa semana que entra.

ESTÁS LEYENDO
Habitación 212
FanfictionKenma ha esperado durante toda su vida el momento de ir a la Universidad. Lo que más ansiaba era conocer a su compañero de habitación de la residencia de estudiantes, pero al llegar allí tiene que hacer frente a su primera gran desilusión. No obstan...