Capítulo 18

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Disclaimer: Seraph of the End (終わりのセラフ). Historia de Takaya Kagami e ilustrado por Yamato Yamamoto.

Parejas: Mikaela Hyakuya x Yūichirō Hyakuya.

Advertencia: Historia con romance homosexual (chico x chico).

Mikaela será dos años mayor a Yuu (Mikaela 17 años de edad y Yuu 15 años de edad).

Yuu tendrá el apellido Ichinose y Mika el apellido Tepes.

Capítulo 18

Narra Yuuichirou:

Me sitúo frente a él, mirándolo directamente a los ojos y sintiendo mi corazón latir con prisas ante su sonrisa seductora.

No tengo ni la menor idea de lo que vamos a bailar, pero tampoco es como que importe, después de todo, tan solo voy a dejarme llevar, como siempre que estoy entre sus brazos.

Un paso a la derecha y me gira. Tiene su mano izquierda en mi cintura, que me impide alejarme más de cierta distancia, tampoco es como si quisiera hacerlo ¿Por qué querría? ¿Por qué habría de alejarme teniendo a la perfección encarnada justo frente a mí?

Su mano izquierda desciende lento hasta llegar a mi trasero, donde sin miramientos lo aprieta, sacándome un gritillo debido a la sorpresa.

– ¿Q-qué haces? –pregunto con los ojos más abiertos de lo normal y el rostro ardiendo.

– Dímelo tú –responde con un leve toque de burla en la voz, que me deja incapaz de reprocharle algo, por lo que me limito a fulminarle con la mirada.

Nos separamos por escasos segundos para girar, tan solo para volver a encontrarnos y yo siento que cada parte de mi cuerpo que él ha tocado, está en llamas.

Arde.

Quema.

Y eso me encanta.

Me fascina todo lo que él puede hacerme con una simple caricia, todo lo que provoca con una sonrisa y todo lo que me lleva a pensar con una mirada.

Sus brazos me sostienen de la cadera, para que yo pueda dejarme caer de espaldas, a la vez que me sostengo a su cintura con mis piernas. Se supone que después de este paso siguen dos vueltas por separado, pero tan solo siento cómo me levanta para que lo abrace por el cuello con mis brazos y camina presuroso a una de las esquinas de la habitación donde me sienta sobre las mesas que hay y me roba un casto beso de los labios.

– No puedo estar cerca de ti –dice con voz ronca, tomándome por sorpresa y plantando un rápido, pero lujurioso en la zona de mi barbilla en que se une a mi cuello– no me dejas pensar, no puedo controlarme al estar a tu lado... –confiesa, mostrándome su fiera mirada, oscurecida por el deseo.

Mis piernas tiemblan y siento cómo la fuerza de mis brazos me abandona ¿Él lo sentirá? Todo lo que logra provocarme, cómo logra ponerme, cómo logra hacerme sentir.

– ¿Por qué lo haces? –pregunto sin ser plenamente consciente de mis palabras.

Veo cómo se sorprende ante lo que digo, pero es algo que dura poco, pues enseguida comienza a besarme sin miramientos, recostándome sobre la superficie de madera sobre la que me encuentro, para tener un mejor acceso a todo lo que le plazca tocar.

Su mano me acaricia el pecho y desciende hasta los muslos, a lo que jadeo, sintiendo que mi piel se eriza debido a la adrenalina que se ha liberado por mis venas.

– Oh, Yuu-chan –su voz es ronca y me hace sentir dichoso y poderoso– no sabes cómo me provocas.

– No –niego acunando su mejilla y levantando su rostro para que me mire– tú no sabes cómo me provocas –susurro contra sus labios antes de besarlo, disfrutando de lo bien que se sienten nuestros bocas al juntarse.

Su perfume se cuela por mi nariz, llegando hasta lo más profundo de mi mente. Sus manos descienden juguetonas por mi espalda, para después volver a subir, solo que esta vez tocando por debajo de la ropa. Ante el contacto elevo el pecho y estiro mi espalda, nervioso ante la cantidad de sensaciones que ahora nos envuelven.

– Tranquilo –dice ocultando una leve risilla– tan solo soy yo...

¡Es por eso mismo! Quiero recriminarle, pero no puedo. Las palabras no surgen, ni mi garganta entona mi voz, así que me limito a dar un suspiro, avergonzado y deseoso; vaya combinación.

– ¡Bien! ¡Tiempo! –escucho la voz de mi amiga, antes del molesto chirrido de la puerta al abrirse con pesadez.

Miro a Mikaela aterrado, sin saber qué hacer, pero él no parece asustado, tan solo molesto, porque nos hayan interrumpido. Es increíble cómo el buen ambiente que teníamos, se desvaneciera en tan solo unos segundos.

Su mano derecha, que hasta el momento me acariciaba el muslo, se aleja casi a regañadientes, para juntarse con la mía y ayudarme a bajar.

Se encuentra frente a mí, de espaldas, caminando con supuesta tranquilidad hacia el centro del salón. Mi cabeza me da vueltas, quiero pedirle que no se aleje, que no pare, que me bese, pero escucho los pasos de mis amigos al entrar y sé que lo que quiero, deberá esperar. Lo sé, pero soy incapaz de alejarme sin llevarme al menos...

– Mi-Mika –le llamo con las mejillas aun ardiéndome y una voz sumamente baja, esperando que tan solo él me escuche.

El atractivo rubio se gira a verme, con expresión amable, que se borra al verme el rostro. La seriedad se instala en sus facciones, pero yo lo noto, aprieta sus mandíbulas y sus ojos tienen un brillo particular, que puedo bien deducir.

– Demonios, Yuu-chan –refunfuña por lo bajo, dando una zancada para quedar frente a mí en el menor tiempo posible– siempre consigues lo que quieres ¿no es así niño mimado?

Ante sus palabras, río con levedad, pero tan solo puedo pensar en lo cerca que estamos y lo rápido que mi corazón late. Sutilmente me toma de la barbilla, elevando mi mirar, para quedar a mejor altura. Nos vemos a los ojos por un par de segundos, antes de cerrarlos y terminar con la distancia entre ambos en un casto, tierno y dulce beso.

Sí. Esto es justo lo que quería. No solo sentirme atractivo o deseoso; también sentir algo más, cariño, esperanzas y anhelos por parte de ambos.

Esto es justo lo que esperaba.

– ¡Ay! ¡Qué lindos! ¡Mitsu, la cámara! –escucho gritar a Shinoa, pero no le doy ni la más mínima importancia. Los labios de Mikaela Tepes son suaves, dulces, capaces de hacerte olvidar el lugar en que te encuentras parado y saben a él.

Nos separamos lentamente, sin jadeos, ni respiraciones entrecortadas, nos separamos sonriendo, con un leve rubor en nuestros rostros, los labios levemente enrojecidos, pero principalmente dichosos por el beso.

Oh, el beso... Este perfecto beso que acabamos de tener. 

A la luz del reflectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora