Capítulo 35

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Narra Yuuichirou:

Mis palabras burbujean en mis labios una vez pronunciadas. Los ojos de Mikaela evitan los míos. Mikaela desvía discretamente mis preguntas silenciosas, sin saber que cuanto más lo hace, más dudas surgen en mi interior, taladrando con fuerza la zona en que oculto mis temores, liberándolos e impulsándolos a crecer. Sé que Lacus está hablando sobre algo, su tono animado cruza mis oídos, pero no escucho ninguna de sus palabras; la incomodidad del silencio entre dos personas, aunque oculta tras el parloteo de una tercera, es una realidad que no se puede ignorar por mucho más.

—Bueno, ¿y qué estaban haciendo antes de que llegáramos? —pregunta Lacus, al ser incapaz de ignorar por más tiempo la tensión del ambiente.

—Nada, realmente —Se apresura a responder el rubio y yo no puedo estar más de acuerdo—. Terminó el ensayo y venimos a ducharnos. Nada más —aclara, a pesar de no haber necesidad.

— ¡Qué coincidencia! —exclama Lacus dirigiendo su atención hacia mí—. Nosotros íbamos a hacer lo mismo —dice, dando un par de pasos hacia donde me encuentro, lo que capta mi atención—. Oye Yuu, ¿estarías dispuesto a ir conmigo a alguna parte? —Tiene en el rostro una amplia sonrisa en mi rostro, que enseguida despierta todos mis sensores de alerta.

Inseguro busco al par de zafiros que me observan alarmados, pero sin comunicar nada más que lo que se ve a simple vista. Ah, claro, ya dijo que no soy más que "su nuevo compañero" —me recuerdo con desdicha—. ¿Bajo qué autoridad podría él impedir que me pidan una cita?

— ¿Qué dices? —presiona el de lilas cabellos, sin dejar de sonreír—. Podemos ir a donde tú gustes si tienes un lugar que quieres visitar. De lo contrario, me esforzaré por sorprenderte —Y son aquellas palabras con las que ofrece una propuesta tan sincera, que terminan con mi fortaleza.

Sesenta segundos transcurren en silencio, mi vista fija sobre Mikaela, esperanzado porque diga lo que fuese, pero él se limita a suplicarme sin palabras que decline aquella invitación. Su pusilánime mutismo se mantiene incluso cuando yo suspiro y sé que lo mejor será que lo imite, por lo que yo también deberé de ocultar la verdad.

—Gracias, pero no —digo en tono tranquilo, tratando de encubrir mi tristeza con amabilidad. El estupor en el rostro de Lacus y es claro que esa no era la respuesta que esperaba—. La verdad es que estoy castigado y no creo que mi padre me levante el julepe pronto —explico, encogiéndome de hombros, tratando de evadir la culpabilidad.

—Entiendo... —contesta, dando un leve asentimiento de la cabeza—. Será en otra ocasión —repone, recuperando su ánimo a lo que yo accedo con una pequeña sonrisa.

Mikaela continúa en silencio, observándome con recelo y sé que la situación no puede ir peor. Él celoso, yo mohíno. Ambos necesitamos hablar, pero antes yo preciso analizar las cosas; hacer mi mejor esfuerzo por entender y dar con ello una explicación a lo que somos o tenemos y lo que no; sin dar mayor explicación a un "debo irme", salgo de los vestidores con paso rápido deseando llegar al lugar más apartado de la academia.

— ¡Yuu-chan, espera! —Su voz resuena fuerte por todo mi ser, y yo debo hacer un esfuerzo parar seguir andando y no contestarle de forma impulsiva—. ¡Yuu-chan!

— ¡Déjame en paz! —le grito, sabiéndome incapaz de enfrentarlo ahora. Sus pisadas suenan presurosas tras de mí, él tratando de alcanzarme y yo haciendo mi mejor esfuerzo por huir.

Acelero el paso, pero sé que de nada me servirá, Mikaela está cada vez más cerca y si mi velocidad sigue siendo tan mediocre, tal vez se deba a que quiero que me alcance, algo que sucede al par de segundos; su mano se cierne sobre mi muñeca y en un solo movimiento me deja viéndolo de frente.

A la luz del reflectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora