Capítulo 34

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Narra Yuuichirou:

Sus palabras me dejan pasmado y enternecido. Sabía que Mika podía ser alguien celoso, pero nunca creí que ver esa faceta suya me haría tan feliz.

— ¿Acaso me quieres solo para ti? —pregunto con tono burlón, sin ocultar mi intención de molestarlo, pero la mirada afilada que me dedica además de hacerme callar, me sonroja.

—Sí, Yuu-chan —contesta eliminando la distancia entre nosotros— te quiero solo para mí.

En un segundo, sus labios sobre mí besándome con ahínco, a la vez que sus manos sobre mis hombros me empujan hacia atrás, hasta que me hacen chocar contra la pared de casilleros que se encuentra detrás de mí.

—Mika —acezo, mientras que sus belfos sueltan los míos y empiezan a bajar con velocidad por mi cuello con rumbo a mis clavículas—, e-espera —pido sintiendo que el oxígeno me ha abandonado casi por completo debido a lo bien que se siente el tacto de sus manos descendiendo por mi espalda—. ¡E-estamos en la academia!

Él no responde y sigue besándome. Desciende más y más, hasta que le resulta más cómodo hincarse, para con ello seguir extendiendo cada vez más abajo, el camino de sus besos. Con un movimiento lento levanta la parte inferior de mi playera, dejándola a la altura de mi pecho, indicándome con la mirada que la sostenga ahí, sus ojos azules cobalto, no dan oportunidad de réplica, por lo que sin reproches obedezco.

Sus labios succionan mi piel con fuerza para soltarla cuando sabe que se ha teñido de un tono púrpura. Mis jadeos crecen en tono con cada mordida y es con cada segundo que pasa, su gusto por marcarme con sus besos, queda completamente al descubierto.

—Mika, estamos en los vestidores —intento disuadirlo de detenerse, a pesar de saber que en el fondo, eso es lo que menos deseo.

— ¿Y? —por un momento su mirada fija en la mía enciende aquello que tanto me esforzaba por reprimir, apagando de paso, mi ya casi inexistente raciocinio.

—De-deberíamos parar... —sugiero demasiado avergonzado como para abrir los ojos.

Soy consciente del lugar en el que nos encontramos y de que en cualquier momento alguien podría entrar y encontrarnos en una situación que aun los más buenos mentirosos, no podrían explicar, pero es la sensación de su lengua paseándose sobre mis pezones la que se encarga de hacerme olvidar mis dudas y acrecentar mi deseo por más.

— ¡Ahm! —el jadeo surge cuando siento el filo de sus dientes rozar mi piel y mi cuerpo entero tiembla por lo exquisito de la sensación.

— ¿Te gusta? —susurra, dejando un dulce beso sobre mi ombligo a lo que yo asiento repetidas veces, incapaz de pronunciar mayor palabra— pero hasta hace poco pedías que me detuviera —me recuerda soplando sobre el camino de saliva que ha dejado sobre mi estómago— ¿todavía quieres que me detenga?

Mi cabeza se mueve de lado a lado en forma de negación. Él recarga su barbilla sobre mi pelvis y yo espero ansioso por su siguiente movimiento, pero sus dedos se mantienen fijos en su sitio, sin tocar ni un centímetro más de mi piel expuesta.

— ¿Mika? —resuello su mote, a la vez que miro su sonrisa burlona y egocéntrica por entre mis espesas pestañas— ¿Q-qué pasa?

—Te pregunté si querías que me detuviera y no me has respondido —contesta con una risa ronca al final—. ¿Debo tomarlo como un sí?

—Respondí que no —susurro sintiendo que la sangre forma remolinos en mis mejillas, a lo que él levanta las cejas, esperando una oración más completa—. No quiero que te detengas, Mika.

— ¿Seguro? —un beso debajo de mi pezón y una lamida a lo largo de mi pecho— estamos en los vestidores...

Deseos contradictorios surgen en mi interior. Por una parte, quiero golpearlo para que deje de avergonzarme con eso, para luego salir corriendo del lugar y evitarlo por un largo tiempo; por otro lado, existen las crecientes ganas de hacer que guarde silencio mediante un beso y continuar entonces con lo que nuestros cuerpos piden mediante gritos silenciosos.

A la luz del reflectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora