Capítulo 30; Especial de Nochebuena

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Narra Yuuichirou:

Los castigos de Guren siempre son iguales: dos semanas sin teléfono, internet limitado (solo para Netflix, porque él también lo utiliza), sin permiso para absolutamente nada fuera de casa, a menos que él esté presente (eso incluye los ensayos en la compañía), cantidad de dulces limitada (no más de cinco a la semana). Eso, a menos que Shinya intervenga (cosa que pasa la mayoría de las veces, a menos que él también considere que merezco el castigo), entonces mi sentencia se reduce a una semana.

Sin embargo, en esta ocasión, Guren hablaba enserio cuando dijo que nunca había estado tan enojado conmigo. En esta ocasión, no fue un simple castigo, de esos que al poco tiempo se olvidan. Mi condena esta vez duraría un mes; cuatro semanas bajo las condiciones de siempre. Shinya al enterarse de eso, no tardó en comentar su desacuerdo, mas a pesar de los intentos, e incluso discusiones entre ambos, mi padre nunca cedió.

– Yuu-kun, en verdad lo lamento –dice mi madre acariciando mi mejilla con ternura, tratando de convencerme de salir de mi cama– él solo está molesto porque se preocupa por ti... –por el tono en que habla, sé que está temeroso de encontrarse con un punto sensible que no debía tocar.

– Lo sé... –murmuro apegándome con más fuerza a mi almohada– pero tan solo me gustaría explicarle a Mika lo que sucedió... Un mensaje y ya –explico mirando al techo, con el corazón latiendo con dificultad– no quiero que piense que estoy molesto con él, o que no quiero volver a verlo...

– Seguramente él sabe que no es así –me consuela– lo más probable es que Shinoa o los otros ya hayan hablado con él para explicarle lo que pasó...

– Sí, pero igual me gustaría decírselo yo mismo –suspiro y vuelvo a cubrirme la cabeza con las mantas.

Por un par de segundos, reina el silencio. Sé que papá está dolido por mi actitud fría, pero también sé que no me culpa por ello, lo noto en la calidez que me transmiten sus caricias en mi espalda. Pasando por alto mi fría actitud, busca reconfortarme, algo que agradezco, pese a que su actitud comprensiva y cariñosa, tan solo aumenta mi sentimiento de culpabilidad.

– ¡Oe, Shinya! –escucho a mi padre gritar desde la planta baja y casi por acto reflejo, pongo los ojos en blanco– El mocoso dijo que no iba a venir, así que vámonos ya. Es tarde.

– No puedo creerlo –murmura el albino que se mantiene sentado a mi lado–. No pienso ir a ningún sitio –responde y aunque no lo estoy viendo, puedo jurar que tiene el ceño más que fruncido.

Shinya no es una persona que se enoje fácilmente, siempre trata de ver el lado positivo de las cosas, aun cuando resulta realmente difícil ver lo agradable de una situación, se esfuerza en comentar algo divertido y que contrarreste las emociones negativas; pero cuando se molesta, cuando realmente se molesta, existen serias y fundamentadas razones para temerle.

– ¿Ha? –la imagen de Guren más que confundido, por no decir incrédulo llega a mi cabeza en un segundo y debo reprimir una risa mordiéndome con fuerza mi labio inferior– ¿Planeas quedarte en casa a mimar al mocoso? Shinya, llevamos planeando esto desde hace un mes...

– No me importa –contesta con total frialdad, tratando de ocultar el enojo en su voz– si tanto quieres ir, ve. No necesitas que te acompañe ¿o sí? –por mi culpa, una pelea está a segundos de tener inicio.

– No hace falta –salto enseguida, quedando sentado sobre mi cama, temeroso de que una guerra se desate en mi habitación– Shinya-san, está bien que vayas con Guren –me encojo de hombros, quitándole importancia al asunto– no hace falta que te quedes a cuidarme o algo parecido...

En menos de un segundo, los azules ojos se humedecen, denotando en aquellas pequeñas lágrimas, ternura y tristeza.

– Me quedaré –afirma acunando mis mejillas– no me importa lo que haga tu padre. No pienso dejarte solo de este modo... Menos en noche buena.

A la luz del reflectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora