Capítulo 36

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Narra Mikaela:

Sus palabras, filosas como dagas, rompen cada una de las barreras que he formado, haciéndome poseedor de una culpa que retiene mis pensamientos en su zona de creación; sus argumentos golpeando hasta lo más profundo de mi ser, pero son sus lágrimas, que, llenas de gracia, caen una a una, embriagando y nublando mis pensamientos.

Quiero acercarme a él, acabar con la distancia entre nosotros, mas, la descripción de su sentir al estar a mi lado, sólo logra engrandecer mi pesar. Le he mentido durante todo este tiempo. No puedo ser capaz de lastimarlo más; no a este chico que, siente tanto por mí, como yo por él...

—Así que dime, ¿realmente te conozco? —Sus verdes esmeraldas cubiertas de dolor imploran por mí, así como mi corazón ruega por él.

Es verdad. Nunca le había hablado de mis padres, ni de mis amigos; nunca le he hablado de mi vida personal, más allá de lo trivial o verdaderamente indispensable. Durante todo este tiempo, él había estado preocupándose por no conocerme lo suficiente, temiendo sobrepasarse con sus preguntas, cuestionándose sobre la confianza entre nosotros, mientras que yo he estado temiendo por ocultarme de forma correcta, de no revelar nada, de poder mantener oculto aquel secreto en lo más profundo de mi alma... Y, aun así, él es quien llora ahora.

Con lentitud me acerco, temiendo por un rechazo que nunca llega. Sus brazos a mi alrededor me transmiten alivio. Sin prisas unimos nuestros labios, y en cuanto percibo que sus belfos tiemblan, su mensaje me resulta claro: quiere asegurarse de que estoy aquí para él, que esto no es un simple juego y que en verdad forma parte de mi vida.

En un gesto lleno de cariño, acaricio su rostro con mi mano derecha, tratando de hacerle olvidar todo el dolor; es con mis labios que quiero hacerle entender lo mucho que me importa, la trascendencia que está teniendo lo nuestro en mi vida, la gran cantidad de nuevas emociones que he podido experimentar, gracias a él. Sensaciones que pensé nunca conocer, ahora me llenan por completo. Mas, sobre todo lo anterior, lo que más deseo es hacerle saber lo mucho que he llegado a quererlo.

Mi corazón late con mayor intensidad cuando mi mano izquierda se posiciona en sus caderas, permitiéndome acercarlo más. Mi respiración se vuelve errática cuando su aroma se impregna en mi piel, mi cordura se despide de mí en cuando el sabor de su boca se graba, tal vez para siempre, en mis memorias, pero es sólo hasta que, mi querido, Yuu-chan enreda sus dedos por entre mis cabellos, entregándose nuevamente a mí en cuerpo y sentimiento, que soy plenamente consciente de que estoy enamorado de él.

Imágenes de una vida juntos vuelan a mi mente. Anhelos que asemejan tanto a la realidad, que bien podrían confundirse con recuerdos. El sabor de sus besos me permite soñar: cuando me presente a sus padres, el día en que yo le presente a los míos, su alegría al contarme que consiguió el papel que soñaba, su sonrisa al verme llegar, él hablando con mi madre, él contándome de sus ensayos, él acompañándome a pruebas de vestuario, él siendo un desastre en la cocina, él siendo mío nuevamente... Infinidad de momentos que podrían ser nuestros, ilusiones que podrían convertirse en recuerdos, sueños hechos realidad. Y lo deseo. Deseo estar a su lado y poder vivir todo aquello.

— ¿Mi-Mikaela? —Y mis sueños e ilusiones se derrumban en un instante.

Enseguida que escucho mi nombre siendo pronunciado por esa voz, tomo a Yuuichirou por los hombros y lo aparto de mí de forma abrupta, sin que él tenga ni la menor idea de lo que sucede. Confundido busca mi mirada, esperando una explicación que soy más que incapaz de enunciar.

Mis ojos fijos en los de Akane mientras trato de negar, de forma silenciosa, lo que ella claramente acaba de ver. Su expresión es de horror, combinada con algo que no puedo descifrar. Quiero hablar, enunciar el típico "esto no es lo que parece", pero el azabache sigue aferrado a mí, mientras busca mi atención de forma demandante, hasta que, demasiado intrigado por la razón de mi expresión, se gira a mirar a sus espaldas, encontrando él mismo la respuesta.

A la luz del reflectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora