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Me levanté de mala gana de la cama, tomé una ducha para despejarme y quitar rastros del sudor. Terminando me puse mi bendito uniforme, cuando iba saliendo de mi casa vi el coche de Adam, me sorprendió, pero no quería hablar más con él.

—¿Podemos ir juntos?

—Prefiero tomar el transporte, nosotros hemos terminado.

—Sarah, por favor.

Imagine que iba a estar insistiendo bastante, acepté ir con él, el recuerdo de mi pesadilla estaba presente, me sentía mal por lo que estaba sucediendo.

—¿Estás bien?

—Sí, sólo que no pude conciliar el sueño.

—¿Mi culpa?

Preferí no responder y evitar su mirada por lo que restaba de camino. En auto llegamos antes, iba a bajar, pero me pidió que habláramos, porque era necesario.

—Adam, no tenemos que hablar de eso, la mentira terminó y ahora cada uno puede seguir con su vida.

—Sarah, por favor, lo de esa chica no sé cómo pasó, pero te juro que nunca fue mi intención engañarte.

—Adam, tu proyecto se terminó, no habrá más juegos ni mentiras que seguir.

—¿Qué dijiste?

Lo ignoré y bajé del auto, Christian tenía razón, había sido un proyecto más. Caminé hacia mi salón, pero Adam venía pisándome los talones, en un momento me alcanzó y me jaló hacia él.

—¿Por qué no respondes?

—Porque sabes que es cierto lo que te dije, suéltame que me estás lastimando.

—¿Piensas eso?

—Suéltame, me estás lastimando.

Su agarre era más fuerte, mi muñeca comenzaba a doler, intenté soltarme de su agarre, pero era demasiado fuerte. Adam se estaba enojando, su rostro demostraba la ira que sentía en ese momento.

—Adam, suéltame.

Mis lágrimas se estaban acumulando en mis ojos, él ignoraba mi petición; me jaló hasta llegar a su auto, todos pensaban que nos estábamos fugando como dos tórtolos, nadie me ayudaba.

—¡Suéltame!

Gritaba y forcejeaba con él, era inútil hacerlo, sin soltarme se colocó frente a mí y empezó a gritarme, me sentía más pequeña de lo que era.

—¡No eres un proyecto, te dije la verdad!

—¡Ya terminamos, olvídalo!

Seguimos discutiendo el tema, Adam seguía enojándose, no sabía qué hacer o cómo zafarme de su agarre, de pronto él me dio una cachetada, sentí un calor recorrer mi mejilla, quería sobarla, pero por como me estaba agarrando Adam no pude.

—¡No hemos terminado!

—Lo hemos hecho, suéltame.

Logre soltarme y corrí en dirección a la parada del transporte, necesitaba regresar a casa, un taxi pasó de inmediato, lo abordé y dije que conduciera, llamé a Christian porque no quería preocupar a mi mamá.

—Hola nena, ¿no estás en clase?

—Adam se puso loco.—Comencé a llorar, no podía hablar mucho, no articulaba bien, en ese momento estaba colapsando.

—¿Dónde estás?

—Estoy en un taxi, aún no he dado ninguna dirección.

—Pide que te lleve a la cuatro oriente, número quinientos veintitrés.

¿Sólo yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora