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Siete años después

Por fin había terminado de estudiar una licenciatura, mi padre estaba orgulloso y Héctor mucho más, todo había sido más que perfecto en mi vida, excepto lo amoroso, en esa parte no fui muy buena.

—Felicidades enana, por fin terminaste.

—Por fin, después de todo lo logramos.

—¿Logramos?

—Sin tu apoyo y el de papá, no hubiera logrado nada.

Estaba demasiado emocionada por todo lo que habíamos hecho, viajé, disfrute de las personas a mi alrededor, dejé de pensar en México, me enfoque en mi presente, aunque llevaba siete años sin hablar con mi madre.

—¿Celebrarás con tus compañeros?

—Así es, pero tú debes acompañarme.

—No tengo edad para eso.

—No eres tan viejo, a tus veintiocho, debes disfrutar como yo.

—A tus veinticuatro, deberías empezar a buscar trabajo.

Seguimos molestandonos, mi padre se despidió de nosotros y regresó a casa, dijo que debía arreglar unos últimos pendientes, era extraño, pero no dijimos nada, Héctor nos tomó una foto y la publicamos en nuestras redes, mi perfil estaba lleno de imágenes de los dos, bueno en todos lados era así.

Salimos con mis compañeros, celebramos durante un largo rato, nos habíamos librado de tareas, exámenes, trabajos, prácticas y todo lo que nos relacionaba con la universidad, disfrutamos al máximo, en la madrugada regresamos a la casa.

Cuando llegamos a la casa mi padre nos estaba esperando, eso sólo era para regañarnos o darnos una noticia, su expresión era preocupante, estaba cabizbajo, se notaba que había llorado. Me acerqué de inmediato a él, me abrazó y me apretó demasiado, necesitaba aire, pero el estado de mi padre era más importante.

—¿Qué sucede papá?

—Tu mamá.

—¿Qué hizo?

—Ella tuvo un accidente automovilístico, falleció cuando la trasladaron al hospital, eras su contacto de emergencia.

Todo a mi alrededor dejó de tener movimiento, se había detenido absolutamente todo, mi respiración era extremadamente pesada, mi cuerpo se sentía débil, el alcohol había desaparecido de mi cuerpo, mi alegría se desvaneció, todo estaba jodido. Mis lágrimas corrían por mi rostro, estaba pasándola fatal, mi hermano no sabía a quién darle apoyo.

—Debemos volar a México, necesitamos encargarnos del funeral y todo lo que haya dejado pendiente tu mamá. —Mencionó mi papá mientras mi mente no procesaba aún todo.

Mi mamá había muerto y yo no le hablaba, no podré perdonarme lo que había pasado, subí a mi habitación, organicé una maleta con algunas cosas, Héctor entró a mitad de eso y me abrazó, él sabía lo que era perder a una madre, pero no sabía del remordimiento que tenía. Sentí que me daba un poco de fortaleza, me dejó para que pudiera terminar mis cosas, a las nueve de la mañana estábamos abordando el avión, el miedo que había desaparecido hace unos años volvía a apoderarse de mí.

—Estaré contigo, no te preocupes Sarah.

Mi hermano estaba dándome el apoyo que necesitaba, aunque él pusiera todo de su parte, yo seguía con esa sensación. Llegamos a México después de trece horas y media, mi papá buscó un hotel, pero yo aún conservaba las llaves de la casa.

Llegando a mi anterior casa sentí un dolor en mi pecho, mi mamá seguía manteniendo todo igual, subí a mi antigua habitación para ver si la había ocupado, pero no, dejó mi espacio intacto, mi teléfono anterior estaba ahí. Puse a cargar ambos teléfonos, les dije dónde habían habitaciones, me encerré después, me recosté en mi cama y pude dejar que mis lágrimas fluyeran, sentí una presión en mi pecho, en parte era culpabilidad por lo que había decidido.

¿Sólo yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora