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En cuanto llegamos a la cafetería, vi que era exactamente como la había observado, rústica, hogareña, me recordaba a mi casa, entrando busqué la mesa perfecta para observar la entrada, pero él estaba sentado en esa mesa, inspiré profundamente y me quite de la puerta, ordené un expreso, al girarme para ir a una mesa choqué con alguien.

—Mierda.

Todo el café me había caído encima, me estaba quemando horriblemente, mi guardaespaldas me auxilio de inmediato, quería gritar del dolor, pero me contuve, observé que la persona del incidente era Daniel, no entendí por qué se había acercado tanto; fui al baño para poder limpiar el café, me tarde unos quince minutos, pero la mancha no se iba, el ardor comenzaba a ser más fuerte.
Al salir vi que Daniel estaba ahí, me quedé muda, mi boca estaba completamente seca, fui valiente al decidir venir, pero no tenía ni la menor idea de lo que iba a decirle si lo veía de frente, en este momento me sentía muy estúpida.

—Veo que te gusta tirar las bebidas en la gente.

—¿Qué?

—Lamento haberte tirado el café, iba a devolverte el dinero que se te había caído, pero te giraste muy rápido.

—No había sacado dinero.

—Metiste tus manos en los bolsillos, al sacarlas, tu dinero voló un poco.

—¿Por qué dijiste que me gusta tirar las bebidas en la gente?

—Anoche me tiraste mi bebida.

—¿Eras tú?

—Así es.

—Desapareciste cuando me disculpe.

—Cuestiones de trabajo.

—¿En qué trabajas?

—Pondría todo en riesgo si te digo.

—Bueno, debo marcharme, hasta luego, desconocido.

—¿Te puedo invitar a cenar?

—Claro, te veo a las ocho y media en el restaurante del Paseo.

—Perfecto.

Tenía una cita con Daniel, pagué mi café y salí de la cafetería, mi elemento de seguridad me entregó una chamarra, supongo que era de él o algún miembro de mi familia, le agradecí.

—Su hermano llamó, dijo que la vería en el centro comercial para que pudiera comprar el teléfono que necesita.

—¿En qué tiempo?

—Llegaremos justos, ¿necesita algo?

—No quiero que sepan del incidente de la cafetería.

—Está bien señorita, como usted ordene.

Terminamos el viaje en silencio, pasada media hora llegamos al centro comercial, buscó un lugar para estacionarse y me indicó el sitio para esperar a mi hermano; Héctor tardó dos minutos más en llegar, se sorprendió por mi atuendo, pero se reservó sus comentarios.

—Hola enana.

—Hola, ¿cómo te fue?

—Tranquilo, ¿va todo bien?

—Sí, ¿por?

—Estás un poco roja.

—Tuve un accidente con un café, me queme un poco, pero nada del otro mundo, entonces, ¿hacia dónde vamos?

—Primero a comprarte el teléfono, después un poco de ropa, y luego comeremos algo.

—¿Ropa?

¿Sólo yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora