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Pasadas las cinco treinta me llamaron de la clínica para avisarme que mis resultados ya estaban, y que a las seis podía atenderme el médico para interpretarlos. Tenía miedo, mi mundo comenzaba a desmoronarse, y me preocupé por lo que debía decirle a mi padre; mi hermano de una u otra forma está enterado, me apoya y no tenía miedo de su reacción.

—¿Qué pasa?

—Tengo miedo de la reacción de papá.

—Sarah, debe aceptarlo, además, ya terminaste tu licenciatura, es lo que a él podría preocuparle o importarle más.

—¿Crees que me rechace?

—No te adelantes, aún no te confirman nada.

Regrese a la clínica, me imprimieron los resultados, observé una serie de cifras, no comprendí nada y la señorita tampoco me explicó gran cosa, tenía que esperar al médico para que él pudiera interpretar los benditos estudios, pasó un buen rato para que me pudieran atender, busqué en internet acerca de mis resultados; la mayoría arrojaba que era positiva la prueba. Sentí un frío recorrer todo mi cuerpo, el médico me llamó a su consultorio, Héctor me ayudó a caminar, me había adelantado un poco a investigar, rogaba interiormente que me equivocara.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, lo estoy.

—Está bien, ¿le han dado sus estudios?

—Sí, aquí están.

Le entregue las hojas al médico, las leyó y señaló algunos números, explicó que esos indicaban un índice de algo, mi mente seguía divagando hasta que mencionó lo más importante.

—Felicidades señorita Mendizabal, tiene tres semanas de gestación.

—¿Tres? ¿Exactas?

—Así es.

Mierda, el papá era Christian, no había error en las fechas ni nada por el estilo, qué iba a hacer, tenía miedo, la consulta terminó, mi hermano pagó, me ayudó a caminar, no podía coordinar, seguía perdida.

—Sarah.

—¿Qué voy a hacer? 

—Primero calmarte, es una buena noticia, vas a ser mamá, y yo voy a ser un tío estupendo, tenemos que hablar con papá para decirle la noticia.

—Se va a poner como loco.

—Lo que podría preocuparle era que interrumpieras tus estudios, lo cual y no va a suceder, así que tranquilízate y veamos qué nos dice.

Mi hermano por una parte tenía razón, quería pensar más las cosas, pero era algo que ya no tenía, debía hablar con mi papá, tenía que enfrentar las cosas, tardamos en llegar a la casa porque había un poco de tráfico, pero cada que estábamos más cerca sentía cómo mi corazón se aceleraba más.

—Tranquila Sarah, no te va a matar.

Entramos a la casa, busqué a mi papá, tenía que ir directa al grano, Héctor me dio ánimos, encontré a mi papá en la biblioteca, llamé a la puerta y pasé, estaba concentrado leyendo un libro del que no distinguí el título.

—Hola.

—¿Va todo bien?

—Sí, ¿te interrumpo?

—No, siéntate.

Me senté frente a él, lo único que nos separaba era el escritorio que tenía mi mamá para trabajar sus denuncias, algunos formatos entre otras cosas, mis piernas se movían de un lado a otro por los nervios, mi padre se percató de eso y se sentó a mi lado.

¿Sólo yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora