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A la mañana siguiente, Ser Jaime se dirigió a los aposentos de Cersei, como cualquier otra mañana. Ella sonrió al verlo entrar, realmente pensaba que esa visita era por ella, por su relación, para hacerla olvidar todos los problemas que en aquel preciso momento rondaban por su rubia cabeza. Sin embargo, Jaime estaba allí por otro motivo distinto, y ella enseguida se percató de ello.

- ¿Vienes a hacer feliz a tu reina?.- Dijo Cersei, con una sonrisa de satisfacción en la cara.

- Siempre espero complacer a mi reina.- contestó Jaime - pero el motivo de mi visita es preguntarte si has reconsiderado la propuesta del bastardo.

La expresión de la reina cambió drásticamente, su sonrisa se tornó en una expresión seria, con el ceño fruncido, y con la mirada seria, fija en los ojos de su hermano. Sir Jaime fue consciente de que su pregunta la había incomodado.

- No, no pienso cruzar una palabra con la mujer que quiere matarme y quedarse con mi trono.

- Pero en este momento no es el trono de lo que estamos hablando. Es algo mucho mayor.- Contestaba Jaime, intentando convencerla, sin suerte.

- Esa Targaryen, con sus dragones, aquí... No creo que sea buena idea para nadie.- Respondía Cersei, aunque empezaba a creer que quizás no era tan mala idea. Podría conocer la estrategia de sus enemigos, y aprovecharse de ello.

- Bien, si no lo haces por el pueblo, al menos hazlo por ti. Si no sabes a lo que te enfrentas, ¿cómo vas a saber como derrotarlo si llegan aquí?.- Jaime parecía haber echo reflexionar a la reina.

- Bien. Tomaré tu consejo. Pero eso no quiere decir que vaya a mandar un sólo hombre a defender el Norte.- Sentenció, pidiendo a Jaime que la volviese a dejar sola.

El abandonó los aposentos de la reina con una mezcla de preocupación por lo que pudiese pasar en el momento en el que estuviesen todos presentes en Rocadragón, y nerviosismo. Su principal objetivo era volver a ver a Lady Brienne, y aclarar sus sentimientos. Quizás sólo pensaba en ella porque, a pesar de intercambiar miradas cómplices, había sido la única mujer que se había resistido a sus encantos. O quizás justo eso fue lo que le atraía de ella, que no era como cualquier otra mujer. De cualquier modo, necesitaba saberlo.

Los días pasaban en la Fortaleza Roja, y Jaime se pasaba las horas divagando sobre como sería su encuentro con ella, y aún más desde que descubrió que Lady Sansa también estaría presente en dicha reunión, lo que implicaba que, como su leal protectora, ella también estaría allí.

Semanas más tarde, llegaron los primeros asistentes, entre ellos Jon Snow, junto con el pequeño de los Lannister. Tyrion, como mano de la reina Targaryen debía estar presente, debía conocer lo que fuese dicho en aquella reunión. Pero antes de aquello, tenía otro cometido. Mientras andaba por los caminos del palacio, él y Ser Jaime se cruzaron. En el mismo instante en el que estuvieron cara a cara se fundieron en un abrazo, que demostraba su mutuo aprecio. Nadie podría negar la admiración que sentían el uno por el otro.

- Te veo bien hermano.- Bromeó Jaime.

- Si, bueno, la verdad es que tras conseguir escapar de aquí con vida, parece que me las he arreglado.- Sonrió Tyrion - Yo a ti tampoco te veo nada mal.

- Bueno, he pasado por momentos mejores.- Contestó Jaime, señalándose a su mano de oro.

Tyrion miró a su hermano, realmente sentía por todo lo que había pasado, desearía haber podido estar ahí para él. Pero aún así, intentó no volver a mencionar su mano de oro, y lo invitó a sus aposentos. Quería charlar un rato con él, con una copa de vino, y sin nadie que les interrumpiese, como en los viejos tiempos. Mientras su conversación avanzaba, Tyrion se fue percatando de que su hermano, en algunas ocasiones, parecía distraído, como si su mente estuviese en un lugar distinto, y no ahí, con él, por lo que quiso indagar un poco en la razón.

- ¿Qué es lo que te preocupa, hermano?.- preguntó Tyrion - ¿O debería preguntar quién?

Jaime sonrió, sabía perfectamente que Tyrion se daría cuenta, se conocían demasiado bien como para saber cuando alguna preocupación rondaba por sus cabezas.

- Quizá no debería contartelo, al fin y al cabo, eres la mano del enemigo, y cualquier cosa puede ser usada como un punto débil.- Bromeó Jaime.

- Vamos, sabes que yo no te haría algo así, eres mi hermano favorito. - rió Tyrion, dando un trago largo a su copa de vino.

- Mis líos de faldas generalmente nunca te han interesado. ¿Por qué ésta vez?.- Replicó Jaime.

- Querido hermano, te he visto seducir a numerosas mujeres a lo largo de toda mi vida, incluso nuestra hermana, pero ninguna de ellas te había tenido distraído durante una conversación conmigo, por lo que deduzco que tiene que ser alguien muy especial.- respondía Tyrion.

- No estás muy equivocado, para mi desgracia.-

- Bien, en ese caso, soy todo oídos.

Jaime puso al día a Tyrion subre su relación con Lady Brienne, como ella debía llevarlo a Desembarco del Rey desde el campamento de Robb Stark, como él evitó su violación a manos de los abanderados de Robb, costándole la mano, y como ella más tarde lo defendía a él, preocupandose por su bienestar. Recordaba aquel baño en Harrenhal, y se le erizaba la piel pensando en ambos desnudos, tan cerca. Se arrepentía de haber estado tan mal como para poder haber aprovechado la ocasión y haberse acercado algo más a ella. Quién sabe lo que podría haber pasado. Sólo sabía que de volver a tener otra oportunidad así, no la desaprovecharía.

Lord Tyrion escuchaba con atención. No era muy común escuchar a su hermano hablar con esa pasión sobre una mujer, y menos sobre una mujer que lo había rechazado repetidas veces. Pero fue consciente del brillo de sus ojos al hablar de ella. Jaime se repetía que simplemente sus negativas hacían que se encaprichase de ella, que cuando consiguiese seducirla todo volvería a la normalidad, y se olvidaría de ella. Pero Tyrion sabía que eso no sería así, que su hermano estaba enamorado a pesar de esa lucha constante contra sus sentimientos.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora