Y allí permaneció, con la espada en alto y desafiando con la mirada a todos los que se negaban a buscar cualquier tipo de ayuda.
- ¡Vamos! ¡Solo es una mujer! -. Se decían entre ellos, al mismo tiempo que se reían, pero a pesar de esas risas, nadie se atrevía a desenvainar su espada para enfrentarse a ella, pues todos habían escuchado que tiempo atrás había derrotado al Perro en un combate cuerpo a cuerpo, y nadie quería averiguar si era verdad.
- No os lo volveré a repetir -. Dijo ella, con un todo de voz tan calmado como pudo lograr pese a la situación en la que se encontraba - O vais a buscar ayuda mientras yo lo llevo a la habitación, o no volveréis a ver la luz del sol-. Y tras finalizar aquella frase, y ver que los soldados permanecían en el mismo lugar en el que se encontraban, sin moverse, se acercó a ellos, dispuesta a atacar y cumplir su palabra.
Esto obligó a los soldados a desenvainar sus espadas y defenderse de los duros ataques que Brienne lanzaba. Tumbó a la mitad de ellos, dejándolos tirados en el suelo, sollozando y sin apenas poder moverse por el dolor, lo que hizo que las espadas de los que aún quedaban en pie temblasen, a causa del temblor de sus manos provocado por el miedo a morir aquel mismo día.
Los que se encontraban en los patios de Invernalia se habían agolpado en la puerta, siendo testigos de todo lo que allí había pasado. El sonido del metal chocando había atraído incluso a más personas, las cuales mostraban una expresión de incredulidad ante todo lo que sus ojos observaban.
Brienne no bajó en ningún momento su espada, pues estaba dispuesta a llegar a cualquier extremo para conseguir la ayuda que Jaime necesitaba. A punto estaba de tumbar a otro soldado más cuando fue interrumpida por alguien.
- ¡Basta ya! -. gritó alguien a sus espaldas - ¿Qué se supone que está pasando aquí? ¿A qué viene esta pelea a nuestras puertas? -. Brienne se dio la vuelta lentamente, sin perder de vista a los soldados, pues no iba a permitirse bajar la guardia.
Y allí vio el pelo rojizo de Sansa, quién se encontraba ya fuera de los muros de Invernalia, con su vestido color negro, adornado con los huargos de la casa Stark. Inmediatamente bajó su espada, haciendo una ligera reverencia con la cabeza. Y lo mismo hicieron los pocos soldados que aún se encontraban en pie.
- Es Ser Jaime, Lady Sansa -. Contestaba Brienne, agachando la cabeza ligeramente, pareciendo avergonzada por su comportamiento - Está mal herido, necesita ayuda con urgencia, y nadie está dispuesto a socorrerlo.
Sansa miró al caballero, inconsciente, a punto de caer de su caballo. Observó la sangre que brotaba de su pierna, la suciedad que recorría su cuerpo, y la palidez de su cara. Supo que si no recibía ayuda posiblemente moriría ese mismo día. Solo imaginar la muerte del Matarreyes en su casa, en el Norte, la provocó una ligera sensación de satisfacción, pues el Norte recuerda, y ella recordaba cada día lo que le hizo a su padre en Desembarco del Rey. Quizás el destino la iba a permitir vengarse de él, después de todo.
Brienne leyó la cara de la pelirroja, pues sabía que no le debía nada al caballero, y la venganza se presentaba muy tentadora, por lo que se dirigió a ella con ojos suplicantes, con un brillo provocado por las lágrimas que querían salir.
- Por favor, ayudadle -. Sintiéndose derrotada, arrojó su espada al suelo y, con la mirada fija en el suelo, comenzó a avanzar hacia el interior de la fortaleza, pues su honor no la permitía enfrentarse a Sansa, a pesar de lo que su corazón sentía por el caballero.
Pocos pasos había dado, cuando Lady Sansa avanzó hacia ella, haciendo que se parase en seco. Sus miradas se cruzaron un breve instante, como queriéndose comunicar sin necesidad de articular palabra.
- Buscad una habitación para el Matarreyes, y llamad al maestre -. Dijo, sin apartar su mirada de Brienne, quién había dejado atrás sus lágrimas por una expresión de esperanza - ¡Ahora mismo! -. Sentenció la Stark, haciendo que los hombres que la habían escoltado hasta la misma puerta comenzasen a actuar.
Desataron al caballero, y lo llevaron hacia una habitación, seguidos por la atenta mirada de Lady Brienne, pues a pesar de que Lady Sansa había dado la orden, no se fiaba de que lo tratasen apropiadamente.
Al llegar a los aposentos que habían buscado para él, se encontraron con la puerta ya abierta y el fuego encendido, pues el Maestre ya se encontraba allí. Con un simple gesto indicó que le recostasen en la cama, y así hicieron. Finalmente, los soldados abandonaron la estancia, dejando solos al Maestre, al caballero y a Brienne, pues no tenía intención de separase de él, no hasta que supiese si podría recuperarse.
- Seguro que queréis estar aquí mientras lo examino?-. Brienne asintió sutilmente, aunque sabía por qué el maestre había echo aquella pregunta.
Empezó a examinarlo, viendo claramente la herida en su pierna, por lo que rajó su pantalón, dejando la pierna a la vista. Lentamente limpió la herida, viendo que la infección estaba más avanzada de lo que parecía a primera vista. Un ungüento y un vendaje y terminó con la pierna, aunque sabía que debía haber algo más que explicase su actual estado.
Le desabrochó la camisa, dejando su torso completamente al descubierto, lo que hizo que la respiración de Brienne se acelerase. Nunca habría imaginado que el Matarreyes podría hacerla sentir así, incluso estando desvanecido, pero aquella visión despertó en ella algo que creía que nunca sentiría, lo que la hizo sonrojar, pues se sintió un poco avergonzada, aunque el maestre no se percató de lo que pasaba por su cabeza.
Él continuó con la exploración, viendo la piel morada. La infección se estaba extendiendo rápido, y los golpes que había recibido no hacían si no empeorarlo aún más. Volvió a abrocharle la camisa y se dirigió a Brienne, que permanecía exactamente en el mismo sitio, sin apartar la vista en ningún momento.
- Su infección está muy avanzada, he de tratarlo de inmediato -. Brienne volvió a asentir, y el maestre sacó de su túnica un pequeño tarro de cristal, con una medicina que presentaba un color rojizo.
- Mañana volveré para darle la medicina de nuevo, pero hemos conseguido tratarle a tiempo -. Se acercó a ella amistosamente, y dirigiéndola una sonrisa, concluyó - Se recuperará -.
El maestre abandonó la estancia, y allí permaneció ella, sin moverse, sin parpadear, solamente observándole, pensando en lo cerca que había estado de perderle, de no poderle decir jamás los sentimientos que él había conseguido despertar en ella.
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Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]
RomanceLa gran guerra era inminente, el enfrentamiento entre vivos y muertos estaba más cerca de lo que nadie pensaba, pero aquello no era lo que ocupa los pensamientos de Ser Jaime. Fanfic sobre Ser Jaime y Lady Brienne.