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Las noches cada vez eran más largas, la oscuridad se apoderaba de cada rincón de aquel lugar. Brienne pasó aquella noche rezando a los dioses. No durmió, pues no podía conciliar el sueño. Demasiado tiempo había pasado sin que el caballero mostrase algún indicio de que despertaría pronto. "Es lo único que puedo hacer" se lamentaba, mientras seguía pidiendo a los dioses por su recuperación.

Cada día que había pasado había sido como una jarra de agua fría para ella, pues su esperanza de volver a ver sus ojos verdes disminuía irremediablemente. Lo que no podría imaginar es que los dioses quizás habían escuchado sus plegarias.

El sol volvió a salir, como cada día. Y como cada día su rutina seguía siendo la misma, mantenía la habitación caliente en todo momento, recibía a Podrick, quién traía comida y las noticias con las que amanecía Invernalia, se vestía con su armadura, agarraba su espada y marchaba a entrenar a todos aquellos que lucharían una vez llegasen los muertos.

Las cada vez más escasas horas de luz obligaban a aprovechar cada minuto de entrenamiento, por lo que el día pasó relativamente rápido para ella, pues tener la mente ocupada en algo más la permitía liberarse un poco de todas las preocupaciones que bailaban en su cabeza.

Los últimos rayos de sol indicaban que era hora de parar, por lo que una vez recogidas todas las espadas, arcos y armaduras, volvió a tomar el camino hacia la habitación donde se encontraba el caballero.

Llegó al pasillo donde se encontraban los aposentos, despeinada y con el sudor aún cayendo por su frente, pues no esperaba encontrarse a nadie allí, y quería ver si todo seguía bien antes de ir a asearse. Apenas quedaban un par de metros para abrir la puerta, cuando ésta se abrió de repente, dejando a Brienne sorprendida. De allí salía Tyrion, con una enorme sonrisa cruzando su cara.

- Buenas noches, Lady Brienne -. Dijo haciendo una reverencia.

- Lord Tyrion -. Devolvió el saludo -. ¿Qué os hace tan feliz? -. No pudo evitar preguntar.

- Pasad a la habitación, y vedlo con vuestros propios ojos -. Y sin decir nada más, echó a andar, dejándola allí, parada, con el corazón lleno de esperanza de nuevo. "Quizás haya dado señales de mejora" "quizás los dioses han escuchado mis plegarias" se decía a ella misma, mientras cogía fuerzas para afrontar lo que fuese que la esperaba tras aquella puerta.

Avanzaba hacia la puerta, sus pasos eran lentos, pues siempre había tenido el miedo de algún día llegar allí y encontrarse con lo peor... "Si Tyrion está feliz, no pueden ser malas noticias", pensó al mismo tiempo que llegó a la puerta, la cual se encontraba entreabierta.

Antes de abrirla por completo respiró profundamente, observando el reflejo de las llamas que calentaban la habitación en las frías paredes grisáceas. Finalmente posó suavemente su mano en la puerta y empujó, abriéndola por completo.

Sus ojos se abrieron de par en par, su cuerpo quedó paralizado, su respiración se aceleraba a cada segundo. Un cúmulo de emociones había invadido su cuerpo, y era incapaz de gestionarlas todas a la vez, por lo que los segundos pasaban y ella permanecía en la puerta, sin moverse, sin mediar palabra, solamente tratando de controlar su respiración.

- ¿Piensas quedarte ahí toda la noche? -. Aquellas palabras hicieron que Brienne reaccionase, aunque no estaba segura si lo que estaba viendo era real, o era producto de su imaginación, provocado por las escasas horas de sueño que había tenido las últimas semanas.

Pero fuese su imaginación o fuese real, su rostro se iluminó como se ilumina el campo con los primeros rayos de sol. Allí estaba él, sentado en la cama, recostado en el respaldo de ésta. Se veía débil, más delgado, despeinado y con una barba muy descuidada, pero sus ojos verdes la miraban con la misma intensidad con la que lo había echo en Desembarco del Rey.

Su sonrisa, esa misma que hacía suspirar a todas las damas de la corte, seguía tan perfecta como siempre.

Dubitativa avanzaba poco a poco hasta donde se encontraba la cama, sin quitar la vista del caballero, pues si era producto de su imaginación, no quería que aquella imagen se desvaneciese sin que pudiese hacer nada, quería guardarse aquella estampa en su memoria, y no despertar de aquel sueño nunca.

Se sentó en la única silla que había en la habitación, aquella silla que la había permitido permanecer allí durante tantos y tantos días, y dejando su espada recostada en la pared, se apoyó en el respaldo, y suspiró.

- Buenas noches, Lady Brienne -. Y el caballero sonrió tan ampliamente que Brienne sintió una punzada en el pecho, pero no de dolor o tristeza, si no de felicidad, un sentimiento que casi había olvidado.

- Jaime... -. Susurró ella, pues no era capaz de articular palabra. Sus pensamientos corrían por su cabeza, pero su boca no podía darles voz.

- Me alegro de volver a verte, mi hermano me ha dicho que has cuidado muy bien de mi -. Esto provocó que ella se sonrojase, y bajase la mirada, ligeramente avergonzada, pues no estaba acostumbrada a que un hombre la hablase así.

- Yo... -.Empezó a hablar, entrecortada - Hice lo que pude, pero, ¿cómo...? -. 

Jaime sabía a que se refería, pues nadie se esperaba que fuese a despertar.

- El maestre dice que mis heridas ya están curadas, y que mi cuerpo ha debido fortalecerse por ello, haciendo que volviese a despertar -. Brienne asintió, aunque realmente no le dio demasiada importancia al por qué había despertado, pues para ella lo único que importaba era que él finalmente había despertado de aquel largo sueño.

- Me alegro tanto de que estés bien... -. Y un nuevo suspiro volvió a salir de ella, pero esta vez de alivio, al ver que aquello era real, que al fin los dioses habían escuchado sus peticiones.

- Yo también me alegro, pues si no no habría podido volver a hablar contigo -. Tras pronunciar estas palabras, intentó moverse de la cama para acercase a ella, pero tras tanto tiempo en cama, sus músculos necesitaban volver a acostumbrarse al movimiento, cosa que le llevaría unos días.

Ella, al ver que el caballero se movía torpemente se levantó de la silla, acercándose a la cama, sentándose justo al borde de ésta, al lado del caballero, mirándolo fijamente a los ojos, sin poder ocultar la alegría que la había invadido.

- Ahora que se que estás bien, te dejaré que descanses y recuperes fuerzas -. Y se dispuso a levantarse de la cama para dejar la habitación, pues ya no necesitaría hacer guardia a los pies de su cama para asegurarse que nadie le hiciese daño.

Ante ésto, el caballero agarró su mano suavemente. El contacto provocó en ambos un escalofrío imperceptible, pero reconfortante.

- No, por favor -. Suplicó Jaime - Quédate conmigo, no te vayas ahora.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora