39

263 14 1
                                    

La ciudad no parecía ser la misma que había dejado tiempo atrás. Las calles estaban repletas de cuerpos sin vida, el agua que solía correr por ellas se había cambiado por el color rojo de la sangre. El sonido del acero contra el acero de las espadas sonaba incluso en las calles que parecían desiertas. Mujeres y niños corrían, con el terror apoderándose de sus rostros, con miedo de que su vida fuese a terminar aquel mismo día.

Jaime avanzaba por aquellas callejuelas tan escondido como le era posible, debía evitar ser visto, pues si alguien del ejército de su hermana se daba cuenta de su presencia allí, intentarían matarlo. Y lo mismo pasaba con el ejército de Daenerys, pues ésta solo le perdonó la vida por la intervención de Brienne.

A medida que se acercaba a la Fortaleza roja, parecía más complicado el poder llegar sin ser visto, sin correr peligro. Las calles estaban abarrotadas de soldados, los cuales acababan con la vida de cualquier persona, sin importarles si era inocente o no, si se trataba de un soldado o de un habitante de la capital que solo quería huir de aquella masacre. Todos recibían el mismo trato por parte de ambos bandos.

Jaime permaneció escondido tras una columna, el fuego provocado por el dragón de Daenerys provocaba unas sombras que le ayudaban a mantenerse fuera de la vista de los demás. Y mientras estaba allí, agachado, en silencio, observó como una espada atravesaba a un niño, un inocente niño cuyo mayor pecado había sido nacer en una ciudad condenada. No pudo seguir observando aquello, "esto tiene que acabar ya" pensaba al mismo tiempo que decidía buscar otro modo de entrar en la fortaleza, pues era imposible llegar con vida si continuaba avanzando por las calles de la capital.

Retrocedió y callejeó, buscando otra forma de acceder, pero al final siempre encontraba lo mismo, calles abarrotadas de soldados blandiendo sus espadas, calles llenas de cadáveres y personas agonizando, suplicando morir. A cada calle por la que intentaba acceder se hacía más imposible que la anterior. Debía haber alguna otra forma de entrar, después de todos los años que había pasado junto a sus hermanos viviendo allí, y no conseguía recordar ningún acceso que nadie más conociese. "Tyrion seguro que sería de gran ayuda" había pensado... "Tyrion...", y como si del destino se tratase, recordó el modo en el que su hermano entró al castillo tras asesinar a su padre para hablar con él, recordó a Bronn llevándole a la sala donde se encontraban los cráneos de dragón, y como allí, con el sonido del mar de fondo, pudo ver a su hermano acercarse a él.

Rápidamente retrocedió sobre sus pasos, dirigiéndose hacia la playa, pues el acceso debía encontrarse allí. Una vez llegó, no pudo ver nada más que los barcos de la flota de Euron intentando derribar al último dragón de Daenerys, otros tantos barcos que flotaban completamente destruidos, y al fondo, justo bajo las paredes del castillo, una enorme pared pedregosa, que a simple vista parecía imposible de escalar. "Debe ser por ahí".

Avanzó con pasos lentos pero seguros, el camino parecía más fácil una vez que lo observó más de cerca, aunque avanzar por ahí iba a ser todo un desafío. "Puedo hacerlo" pensaba, pues tras haber recorrido la mitad de dicho camino no había tropezado ni perdido el equilibrio ni una sola vez, lo que le hacía sentir orgulloso de si mismo. Pero fue entonces cuando un fuerte estruendo le hizo detenerse, parecía como si el cielo se hubiese roto en dos y los dioses fuesen a bajar a tomar parte en aquella batalla.

Levantó la vista, y boquiabierto pudo ver como aquel dragón negro se dirigía hacia la dirección en la que él se encontraba, y no parecía tener intención de aminorar su velocidad. En un abrir y cerrar de ojos lo tuvo prácticamente frente a él, y pudo ver una flecha atravesando su cuello. Habían conseguido acabar con el último dragón, todo se había puesto mucho más fácil para Cersei, "en cuanto acabe aquí no habrá nada que la detenga". Pensaba en Brienne, estaba sentenciada, y no podía permitirlo, la guerra aún no había acabado, tenía que seguir avanzando. Pero un fuerte impacto bajo sus pies se lo impidió. El dragón chocó justo debajo de donde él se encontraba, haciendo que gran parte de las rocas que facilitaban su camino se desprendiesen.

Jaime perdió el equilibrio, cayendo al mismo tiempo que lo hacían las rocas. Comenzó a caer cuando con su mano buena pudo aferrarse a una rama que parecía salir de entre dichas rocas. Todo se había vuelto a complicar, tenía que volver a avanzar. Bajó su mirada y pudo ver las olas rompiendo contra las rocas y el dragón sin vida junto a ellas. Respiró hondo y usando como apoyo los pedruscos que se encontraban cerca de sus pies, consiguió volver a ponerse en pie, y continuar con su camino.

Mientras avanzaba, veía como la flota de Euron Greyjoy volvía a tierra, ahora que habían acabado con aquel dragón, ayudarían a la reina a terminar con el resto del ejército de la madre de dragones.

El camino había sido más largo de lo que pensaba, pero finalmente había conseguido llegar hasta lo que parecía la entrada de una cueva, la cuál, tras unas columnas pedregosas escondía una puerta. "Ahí está". Al acercarse a ésta volvió a escuchar el sonido que emitían las espadas al chocar una contra la otra, la guerra ya había cruzado las puertas del castillo. Pero ahora era él quien tenía la ventaja, pues conocía aquel lugar como la palma de su mano, y podría usarlo a su favor para llegar hasta su hermana sin ser visto. Cruzó aquella puerta y apretando su espada continuó su camino.

Avanzar por aquellos pasillos fue relativamente sencillo, pues apenas se encontró con soldados, y pudo acabar fácilmente con los pocos que se encontró. Su instinto le hizo dirigirse al salón del trono, y eso mismo fue lo que hizo. Instantes después pudo ver que la puerta que guardaba la entrada estaba altamente protegida, lo que indicaba que su hermana estaba allí. Había llegado la hora.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora