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"No puede ser" pensaba al mismo tiempo que apartaba los cadáveres de los caminantes que se habían amontonado. "No ahora". Se negaba a pensar que podría estar muerto, no después de haber sobrevivido aquella batalla, no después de haberse enfrentado a la muerte y haber salido victoriosos. Era el momento de celebrarlo, no de llorar una muerte más. 

Su respiración se aceleraba al mismo tiempo que la pila de cadáveres descendía. La gran mayoría de ellos solo estaba compuesto por huesos, sin apenas rastro alguno de carne, pero aún así era imposible ver lo que había debajo de ellos, y menos aún lo que había estaba vivo.

Instantes más tarde por fin comenzó a ver lo que parecía la ropa que llevaba Jaime aquella noche, aunque estaba tan rasgada que bien podría tratarse de un caminante más. Aunque solo levantar la mirada un instante fue suficiente para poder ver un ligero vestigio de pelo dorado, aunque manchado con sudor, barro y sangre, los destellos que el fuego de las antorchas provocaba en esos mechones era inconfundible, ahí estaba él. 

Los dos últimos cuerpos fueron los que más dificultad opusieron, no por que fuesen de mayor tamaño, si no porque la incertidumbre de saber si su corazón seguía latiendo hacia que sus músculos fallasen, y la fuerza se escapase entre sus dedos. Rezando a los dioses por su vida, apartó el último de los muertos, y se colocó tan cerca de él que pudo sentir su calor. "Eso significa que no está muerto", se atrevió a pensar, "los muertos no irradian calor". Un rayo de esperanza estaba cruzando su rostro en el preciso instante en el que notó como unos ojos esmeralda la observaban atentamente, sin parpadear, como queriendo guardar aquella imagen para siempre.

- No sabía que los caballeros también lloraban -.Dijo Jaime bromeando, pues Brienne había dejado caer una lágrima, aunque esta vez era de absoluta felicidad. Felicidad por haber sobrevivido aquella noche, y felicidad porque las personas que ella más quería habían sobrevivido también.

- He tenido un buen maestro -. El semblante de Jaime se volvió tenso, serio... Pero aquello solo era parte de la broma. Pocos segundos tardó en volver a reír, pero esta vez a carcajadas, como hacía tiempo que no reía. 


La celebración tardó poco en comenzar. Los cuerpos se apilaban en las calles de Invernalia, mientras en el interior de sus paredes la música sonaba alegremente y el vino corría por todos los rincones. La felicidad había invadido a todo aquel que había sobrevivido. Aquella noche no hubo distinciones, no había señores ni plebeyos, ricos ni pobres, solo supervivientes.

El salón principal estaba abarrotado, por lo que a Jaime le resultó algo más complicado de lo normal encontrar a Brienne, quien fue de las primeras en llegar allí. Al fondo de la estancia consiguió ver un pelo rubio, corto... "Te encontré" pensó, y alegremente se dispuso a atravesar aquella multitud y llegar donde ella se encontraba.

Cuando se encontró a apenas unos metros de ella, pudo ver que no se encontraba sola, aquel gigante pelirrojo estaba con ella, y parecían estar pasándolo bien... demasiado bien. Los celos se habían apoderado de cada parte de él, apretaba el puño, haciendo que se tornasen de color blanco, y su semblante era serio, desafiante.

- Parece que hemos cambiado los papeles -. Una voz a su lado le hizo volver en si. Tyrion también miraba la escena, con una copa de vino en la mano, y un trozo de pan crujiente en la otra.

- No tiene ninguna gracia -.

- La verdad es que si que la tiene. Es divertido verte persiguiendo a la chica y que ella no te haga caso... Normalmente quien sufre eso soy yo. Es placentero ver como alguien más lo sufre de vez en cuando, y más aún cuando se trata de ti, hermanito -. Jaime le dedicó una mirada de desaprobación, pero sabía que no podía reprocharle nada, pues llevaba razón.

- Vamos a rellenar las copas -. Dijo el caballero, pues necesitaba dejar de ver aquella escena, o la vida de aquel salvaje pelirrojo iba a ser más corta de lo que esperaba.

Sus copas se llenaban más y más rápido a medida que avanzaba la noche, la conversación fluía, y rápidamente dejó de girar entorno a Brienne, pues Tyrion se encargó de ello. Jaime empezaba a notar los efectos del vino en su cuerpo, por lo que los celos iban desapareciendo paulatinamente, al igual que la imagen de Brienne sonriendo a aquel salvaje. Pero lo bueno no duró demasiado. Ella apareció justo detrás del caballero, sonriendo, y con una copa en la mano.

- ¿Puedo? -. Preguntó al mismo tiempo que se sentaba junto a Jaime. Éste volvió a enfurecer, y con una simple mirada bastó para que ella se percatase de su enfado, aunque no sabía el por qué.

- Quizás lo pasarías mejor con el tal Tormund -. Y con una sonrisa sarcástica bebió la media copa que le quedaba de un solo trago, volviéndosela a rellenar inmediatamente.

- ¿Qué quieres decir? -. Preguntó ella, sorprendida, pues no se esperaba que él reaccionase así, no se esperaba provocar los celos en nadie, y mucho menos en el Lannister.

- Se os veía muy felices, charlando y riendo... Quizás deberías irte a pasar la noche con él -. El alcohol había empezado a hablar por él, y ella lo sabía, pero aún así no iba a dejar que la hablase así, no había echo nada para merecerlo. Se levantó, y sin mediar palabra abandonó el salón.

- Hermanito, creo que te has pasado -.Tyrion llevaba razón, aunque no iba a reconocerlo. - Yo en tu lugar, iría tras ella y la pediría perdón antes de que se cruce a otra persona por el camino... Una mujer enfadada es capaz de cualquier cosa.

Y volvía a llevar razón. Unos segundos de reflexión fueron suficientes para que el caballero se levantase y siguiese la misma dirección que había seguido ella minutos antes. Poco tuvo que avanzar para volver a encontrarse con la misma situación que se había encontrado en el salón, ambos conversando, pero esta vez no reían, esta vez ella parecía realmente enfadada.

En cuanto vio que el Lannister se acercaba a ellos, se despidió de Tormund y avanzó en dirección a su habitación, sin ni si quiera mirarle.

- No vuelvas a acercarte a ella -. Los celos se habían vuelto a apoderar de él, aunque Tormund solo rió al escuchar aquello, los sureños no le daban miedo, pues había matado cosas más grandes y más peligrosas que un hombre con una sola mano.

- No eres nadie para que tenga que seguir tus órdenes, principito -. Aquello solo hizo enfadar más a Jaime, haciendo que inconscientemente agarrase la empuñadura de su espada. Tormund se dio cuenta de aquella acción, y enseguida añadió - Esta noche es de celebración, si quieres pelear, mañana te mataré con gusto... Y otra cosa, ella estaría mucho mejor conmigo que contigo -. Dijo, volviendo de nuevo al salón.


Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora