36

377 23 2
                                    

Los días habían pasado tranquilos. El ejército que seguía a la madre de dragones hasta desembarco del rey había partido hacia el sur días después de su victoria frente a los muertos. Jaime se había quedado en Invernalia, pues sabía que no encontraría nada más que muerte en el sur. Nada le quedaba ya allí, todo lo que tenía era Brienne y su hermano, Tyrion, que le había prometido volver en cuanto la guerra terminase.

El invierno se hacía iba haciendo cada vez más presente, el frío permanecía incluso cuando el sol brillaba en el cielo. La nieve cubría todos los rincones, los tejados eran tan blancos como la hierba que rodeaba aquel lugar. Pero Jaime parecía vivir aún en verano, en uno en el que su única preocupación era ser feliz, uno en el que, al igual que cuando era un niño viviendo en la roca, solo tenía que disfrutar, vivir como él había elegido, y no como los demás le habían impuesto.

Como si de dos adolescentes se tratasen, ambos se buscaban con la mirada siempre que estaban en la misma habitación, buscaban una leve caricia cada vez que se cruzaban por los pasillos de Invernalia, y aprovechaban cada momento a solas para dar rienda suelta a su pasión. Pasaban todas las noches juntos, algo que no había pasado desapercibido entre todos los que allí vivían, pero no les importaba, habían creado una atmósfera en la que solo estaban ellos, no había nadie más, nada más merecía la pena, y nada ni nadie podría hacerles daño... O al menos eso era lo que ellos pensaban.


La noche era fría, más de lo que estaba siendo habitual. El salón principal estaba abarrotado, pues la comida caliente era una buena forma de olvidar aquel frío que se sentía hasta en el último de los huesos. Como era usual, Brienne entró en la estancia tras Lady Sansa, a quién solía escoltar durante el día. Jaime estaba ya allí, sentado en una de las mesas situadas más al fondo, siguiendo a Brienne con la mirada, ajeno a todas las demás personas que estaba allí reunidas. Con un ligero asentimiento con la cabeza, Brienne dejó a Sansa ocupando la mesa principal y se dirigió hacia donde se encontraba el Lannister.

Ambos cenaron entre risas, ajenos a todos los que les rodeaban. Y como cada noche, al terminar, Brienne acompañó a Sansa a su habitación, seguidas de cerca por el Lannister, pues esperaba ansioso aquel momento, la llegada de la noche, cuando finalmente podían estar solos.

El camino de vuelta a su estancia fue más tranquilo de lo normal, apenas había gente por los pasillos a pesar de ser aún temprano, aunque no le dieron importancia.

- Te he echado de menos -. Dijo el caballero mirando a Brienne de reojo, por lo que pudo ver como ésta sonreía al mismo tiempo que sus mejillas ser tornaban de un color rojizo. No se había acostumbrado aún a que alguien se sintiese así por ella.

- Vamos... -. Respondió ella, acercándose a la puerta de su aposento. Le acarició la mano, su tacto la reconfortaba. Abrió la puerta lentamente, con una amplia sonrisa en su rostros.

Justo en ese momento un dolor punzante la atravesó un costado. Sin saber que había pasado, se tocó justo en el lugar del que provenía el dolor, y notó como su mano se cubrió con su sangre, la cual a su vez había comenzado a dejarse ver a través de su armadura. Se giró, mirando a Jaime, con una expresión totalmente descompuesta, pidiendo ayuda con la mirada, ya que su boca no era capaz de articular ninguna palabra.

El caballero perdió su sonrisa en cuando vio la mano de Brienne cubierta de sangre. En un instante desenvainó su espada y se situó delante de ella, para averiguar quién era el culpable de aquello.

- Sabía que os la follábais -. Se escuchó una voz al fondo de la habitación, donde la luz de las llamas no llegaba. Aunque era una voz que le resultaba familiar... Bronn.

- ¿Qué haces aquí? ¿QUÉ QUIERES? -. la exigencia con la que las palabras salieron de la boca del Lannister mostraban su desesperación. Sabía que no podía enfrentarse a Bronn y salir victorioso, no con su mano izquierda. Si Brienne pudiese luchar podrían acabar con él. La miró, y vio como aún estando apoyada en la pared, intentando mantenerse en pie, caía lentamente, sus fuerzas empezaban a decaer, estaba solo, y tenía que hacer lo que fuera necesario para salvarla.

- ¿Que creeis? -. Respondió Bronn, colocándose en el centro de la habitación, dejándose ver. Llevaba una de las ballestas que habían pertenecido a Joffrey y una sonrisa de superioridad que no podía ni quería ocultar, pues sabía que tenía el control de la situación, le hacía sentir poderoso, y eso le gustaba. - Dicen que sois el Lannister más estúpido, pero no creo que lo seáis tanto como para no saber el motivo de mi visita -.

- Cersei... -. Murmuró Jaime, apretando su mano alrededor de la espada de manera inconsciente.

- ¡Premio! -. Respondió Bronn -. Veis, no era tan difícil. Me ha dado tanto oro que podría nadar en él y ahogarme sin que nadie fuese capaz de encontrarme, y todo por acabar con una mujer y un manco, algo demasiado sencillo-.

- No puedes hacerlo... No puedes -. El caballero seguía susurrando sus palabras, pues necesitaba encontrar una salida ante aquella situación antes de que fuese demasiado tarde.

- ¿Eso creéis?. Yo creo que si puedo, es más, mirad a vuestra nueva amante, sigue viva porque yo se lo he permitido, no porque hayáis echo nada para impedir que la mate. Es más, creo que debería acabar ahora mismo con ella, miradla, está sufriendo -. La risa de Bronn no hacía otra cosa que aumentar el miedo que Jaime sentía, miedo de que sus palabras fuesen reales, de que pudiese acabar con ella en un instante, de que su nueva vida pudiese acabar en un abrir y cerrar de ojos.

- ¡NO! -. gritó el Lannister. Fueron las únicas palabras que salieron de su boca - No... -. Volvió a repetir, pero esta vez fue un murmullo, lleno de dolor y de rabia.

- Es cierto... la amáis, ¿no es así? -. Bronn se sentía con más poder conforme pasaban los minutos, sabía que tenía al Lannister a su disposición, que podía hacer con él prácticamente cualquier cosa, y le maravillaba sentirse por encima de alguien que pertenecía a la familia más importante de todo Poniente.

Jaime sabía que de no actuar rápido, sus vidas acabarían aquella misma noche, y así hizo. Sabía que Bronn, por mucho oro que le hubiesen ofrecido, era un mercenario, no debía lealtad a nadie, solo hacía trabajos para el mejor postor, solo debía mejorar la oferta que su hermana le había echo.

- Te ofrezco el doble de lo que te haya dado mi hermana -. El caballero seguía aferrado a su espada, como si así encontrase las fuerzas que necesitaba para salir airoso de aquella situación.

- Vuestra hermana me ha dado tanto oro que no podré gastarlo ni en cien vidas, ¿realmente creéis que más oro va a hacer que traicione a la reina? -.

- Mira... Cersei tiene los días contados como reina, ¿y luego qué? Cuando Tyrion sepa que fuiste tu quién acabó con nuestra vida, ¿que crees que le aconsejará a la madre de dragones? -. Jaime se volvió sentir seguro de si mismo, estaba volviendo a recuperar el control de la situación - Acepta mi oferta, es más dime que es lo que quieres, y te lo conseguiré, solo tienes que salir por esa puerta para no volver -. 

Bronn se quedó pensativo, sabia que el caballero tenía razón, si la madre de dragones se hacía con el trono de hierro, y Tyrion se enteraba que él había acabado con su hermano, irían tras él. Pero si Cersei conseguía vencer, y no acababa con la vida de ambos, lo vería como una traición, y su situación entonces no sería muy distinta. 

- Os diré lo que vamos a hacer -. Dijo entonces - Os voy a dejar con vida, de momento, y si vuestra madre de dragones consigue el trono aceptaré tu oferta, pero quiero algo más... Altojardín. Desde que los Tyrell murieron no tiene señor, y es algo que yo podría aprovechar. Pero si vuestra hermanita se queda finalmente con el trono, no me arriesgaré a morir por vuestra rubia cabecita, vendré y acabaré con ambos. Así que más os vale seguir vivo mientras la guerra en desembarco del rey se resuelve si quieres mantenerla viva a ella. 

Jaime dudó un instante, sabía que se lo estaba jugando todo a una carta, pero era el único modo de salir vivos aquella noche. Miró a Brienne, quién estaba ya tendida en el suelo, a punto de quedar inconsciente, necesitaba llamar al maestre antes de que fuese demasiado tarde.

- Está bien -. respondió finalmente -. Altojardín será tuyo, y todo el oro que desees, así que vete.

Y con ésto, Bronn abandonó la habitación, con una sonrisa, sintiéndose victorioso, mientras Jaime corría en busca del maestre. Minutos después, volvió con él, pero Brienne ya había cerrado los ojos por completo. Abatido, se sentó en la silla, junto a la cama en la que la habían tendido a ella, "espero que no sea demasiado tarde", era lo único que pasaba por su cabeza mientras el maestre la examinaba.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora