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La noche casi había pasado, y ambos permanecían en sus camas, con la mirada perdida en el techo de sus aposentos, reflexionando sobre todo lo que había pasado aquel día. Todo había cambiado en muy poco tiempo. Pero incluso peor era la incertidumbre sobre que podría pasar a partir de ahora. Aunque lo que si que estaba claro era que el caballero se había decantado por un bando, y no era el de su hermana.

Los primeros rayos de luz de la mañana trajeron consigo el jaleo en los pasillos de la Fortaleza. Había llegado el día en el que el destino de poniente podría decidirse, para bien o para mal. Ser Jaime se levantó apresurado, pues a pesar de que había decidido luchar por Brienne, debía organizar a sus hombres para evitar un posible asalto a la ciudad, por muy improbable que pareciera. Se puso su armadura, aquella que representaba a su casa, y se dispuso a cumplir con su función.

Las horas pasaban y todo el mundo comenzaba a ocupar su respectivo lugar, ya fuese en el propio palacio o en pozo dragón. Cuando prácticamente todas las personas que debían asistir a aquella reunión estaban ya en sus lugares, la reina hizo acto de presencia. Tras ella se encontraba Euron Greyjoy, su futuro marido, seguido de Qyburn, la mano de la reina. Y finalmente, escoltándolos, estaba Jaime, junto con un pequeño grupo de soldados Lannister.

Todo el mundo allí presente se observaba el avance de la reina, imponente en un vestido negro con detalles grises. Ella, sabiéndose temida, caminaba con la cabeza alta, llena de orgullo, mostrándose como una leona buscando a su presa.

El camino hasta las sillas que debían ocupar no era muy largo, lo que la sirvió para ver quién se encontraba allí presente. Como era de esperar, Jon Nieve se encontraba ocupando uno de esos lugares, a su lado Sansa, señora de Invernalia, ambos en representación del Norte, y sorprendentemente, escoltando a Lady Sansa, se encontraba Lady Brienne de Tarth. 

Tanto Ser Jaime como Cersei se quedaron helados al ver a la mujer allí, con un semblante serio, como si nada hubiera pasado. Sabía que la reina había pedido su cabeza, ¿cómo tenía el valor de aparecer allí como si nada?. Cersei apretó la mandíbula, mostrando claramente el enfado que su presencia provocaba, aunque muy a su pesar, en aquel momento poco podría hacer. Sin embargo, Ser Jaime la miró preocupado, implorando con la mirada una explicación de por qué había decidido aparecer allí, aunque en el fondo de su corazón lo sabía: su lealtad. Había jurado proteger a Lady Sansa y nada ni nadie se lo impediría.

Una vez llegaron a sus asientos, se percataron de que allí también se encontraban Varys y Lord Tyrion, pero que justo al lado de ambos, había un asiento que no estaba ocupado. Daenerys Targaryen no había aparecido aún.

- Parece que vuestra "reina" se retrasa -. Dijo Cersei con desdén. Era más que evidente que quería a esa Targaryen muerta, junto con esos dragones que la acompañaban allá donde iba. El hecho de no verla allí sentada provocó en ella una media sonrisa de satisfacción. Quizás se ha asustado, quiso pensar durante un momento.

- La reina no ha viajado con nosotros -. Que Tyrion llamase reina a Daenerys era algo que Cersei encontraba insultante, y más viniendo de alguien de su propia sangre. - Aunque no creo que tarde en llegar.

Tras esas palabras, todo el mundo permaneció en silencio durante unos minutos que parecían horas, la incomodidad era palpable, pues casi todos allí tenían a algún enemigo delante, aunque por otro lado, ni Jaime ni Brienne pensaban en sus respectivos enemigos. Se miraban de reojo, sin querer que nadie se percatase de ello. Tras unos segundos manteniéndose la mirada, agachaban la cabeza, pareciendo avergonzados, aunque realmente lo que sentían era impotencia por estar tan cerca pero tan lejos a la vez. Los minutos pasaban, y sus expresiones cada vez eran más intensas, el fuego de sus ojos comenzaba a ser difícil de ocultar, algo de lo que Cersei acabó por observar, lo que hizo que mirase fríamente a su hermano, haciéndole saber que su idea sobre tener la cabeza de aquella mujer no había cambiado. Y lo mismo hizo con Brienne.

Ser Jaime iba a intentar aclarar aquella situación justo cuando fue interrumpido. El cielo comenzó a rugir, como si pudiese partirse en mil pedazos. Aquellos rugidos cada vez se escuchaban más y más cerca, y todos los allí presentes levantaron su mirada para observar aquel espectáculo.

Finalmente, dos figuras aladas aparecieron en el horizonte, mostrándose imponentes incluso en la lejanía del cielo. Conforme se acercaban, las caras de incredulidad de los allí presentes se hacían más que evidentes. La gran mayoría de ellos sólo había oído hablar de dragones en las antiguas historias sobre los Targaryen, pero nadie se imaginaba que iban a poder contemplar uno en carne y hueso.

Cuando ambos dragones volaron justo encima de pozo dragón, Cersei se percató de que uno de ellos faltaba, y con el despliegue de medios que había echo la madre de dragones dudaba mucho que lo hubiese dejado escondido, lo que solo podía indicar una cosa: uno de los dragones había caído. Esto hizo que la reina esbozase una ligera sonrisa, pues había visto que los dragones no eran invencibles después de todo.

Uno de los dragones, el más grande de ellos, negro e imponente, comenzaba a descender suavemente por encima de sus cabezas, posándose sobre una de las paredes que rodeaban aquel lugar. Una vez paró allí encima, se pudo observar que Daenerys se encontraba subida en él, haciendo que todos se mirasen sorprendidos entre ellos. Cuando la madre de dragones por fin bajó de aquel dragón, este rugió tan fuerte que hizo que la sangre de todos se helase, dejando que el miedo se apoderase de su cuerpo.

El dragón volvió al cielo mientras Daenerys se acercaba a su asiento, el cuál era el único que permanecía vacío. Su caminar era lento, sabía que así pondría nerviosa a Cersei, lo que hacía que caminase con una sonrisa en el rostro. La seguridad con la que se desenvolvía incluso delante de sus enemigos la hizo verse como si de una reina se tratara, cosa que enfurecía mucho más a Cersei. Tras unos largos segundos, llegó a su asiento, satisfecha de su actuación.

- Podemos empezar -. Sentenció, provocando la admiración en unos e irritación en otros.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora