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La noche había caído sobre él, pero a pesar de ello no podía permitirse parar a reponer fuerzas. El tiempo jugaba en su contra, y parase no entraba dentro de sus planes. El frío recorría cada centímetro de su cuerpo, a pesar de las pieles que le cubrían. Su caballo resoplaba, pues a pesar de no exigirle demasiado, llevaban largo camino recorrido, y el cansancio comenzaba a aparecer.

Sabía que éste no aguantaría el ritmo hasta Desembarco del Rey, por lo que tendría que parar y conseguir otro. "Ya lo haré más adelante" pensó, mientras continuaba con su mirada fija en el camino real, el cual había estado poco frecuentado últimamente, pues con la llegada del invierno pocos eran los que se aventuraban a hacer largas travesías, y menos aún desde que el norte salió victorioso de la batalla contra los muertos. 

La escasez de soldados en las distintas aldeas le habían facilitado mucho el viaje, pues a pesar de haber luchado a su lado, un Lannister nunca era bienvenido en el norte, por suerte, la gran mayoría habían viajado al sur junto a Jon y Daenerys.

Estando a solo unos días de la capital, paró en una pequeña aldea que apenas contaba con una taberna y unas casas, todas pequeñas. Junto a la taberna había un pequeño establo, que parecía tan desierto como el resto del lugar. "Ésta es mi oportunidad" pensó, pues su caballo apenaSes se tenía en pie, aunque sorprendentemente había aguantado mucho más de lo esperado.

Se bajó de su montura y avanzó lentamente hacia dicho establo, sin quitarse ninguna de las pieles que le protegían del frío, pues cuando más tapado fuese, más fácil sería ocultar su identidad. El gorro de su capa cubría su pelo rubio, uno de los rasgos más característicos de su familia, unos guantes le cubrían ambas manos, y las mismas pieles que le cubrían a él también cubrían su espada de acero valyrio, pues pocas familias contaban con una espada de esas características, por lo que levantaría sospechas si alguien lograse verla.

Entró lentamente al establo, midiendo sus pasos, atento a cualquier mínimo ruido, a cualquier posible movimiento entre las sombras. Nada, solo el sonido que hacían los dos caballos que ocupaban la cuadra, pero ni rastro de ninguna persona. Era de noche y el frío se hacía más fuerte cuando el sol se escondía, por lo que la gente permanecían en el interior de sus casas, junto al calor que les proporcionaba el fuego. Todo parecía estar a su favor, por lo que dejó su caballo en aquel establo, y ensilló uno de los caballos que había allí. Aquel caballo era blanco, tan blanco como el que tenía cuando abandonó Desembarco para dirigirse al norte, todo parecían señales de los dioses mostrándole el camino a seguir, mostrándole que había tomado la decisión correcta al dejar a Brienne en el norte.

Se dispuso a salir lentamente, sin hacer ningún ruido. "Ha sido más fácil de lo que pensaba" pensaba mientras volvía a abrir la puerta del establo, cuando una voz interrumpió sus pensamientos.

- ¡Quieto ahí, ladrón! -. Gritó una voz masculina desde el fondo del establo. Las sombras le ocultaban, solo dejaban ver su sombra, pero fue suficiente para ver el reflejo de una espada sujeta entre sus manos.

- No soy un ladrón -. Jaime se dio la vuelta lentamente, intentando mantener la calma, pues un enfrentamiento era lo último que necesitaba en aquel momento - El caballo que he dejado a cambio de éste es el doble de valioso, así que creo que salís ganando -. 

La seguridad con la que hablaba el Lannister le había resultado un tanto extraña al hombre que le había descubierto, pues de haber sido un ladrón habría optado por salir corriendo o por un enfrentamiento directo, no por el diálogo. Miró del reojo al caballo al que éste se había referido, y pudo ver que así era.

- ¿Quién eres? -. Preguntó el aldeano, pues no cualquier persona podría llevar una montura de esas características.

- No soy nadie -. Respondió el Lannister - Quédate con ese caballo, véndelo y compra lo que quieras con el dinero si así lo deseas, pero no tengo tiempo para ésto -. Y se volvió a girar sobre sus talones para dirigirse al exterior y continuar su camino.

- He dicho que quieto ahí -. Volvió a repetir el aldeano, haciendo que el caballero detuviese su avance, pero ésta vez si girarse hacia él - Seré un simple aldeano, pero se bien como manejar una espada, y no voy a permitir que nadie nos robe uno de nuestros caballos -. 

Con su espada en la mano se dirigió hacia donde se encontraba Jaime, dejándose ver. Se trataba de un hombre joven, corpulento, vestido con ropas viejas, pero sujetando una espada demasiado buena  en comparación con su vestimenta.

- Esa espada... ¿de dónde la has sacado? -. Jaime era capaz de reconocer el acero Lannister a la legua, y aquella espada estaba forjada con ese acero. Tras esta pregunta, el aldeano mostró una sonrisa.

- De un grupo de soldados Lannister que pasaron por aquí. Esos malnacidos se pensaron que podrían acabar conmigo y ahora están todos muertos, así que no creo que el dueño de la espada la vuelva a necesitar -. La seguridad con la que dijo aquello hizo que Jaime realmente creyese sus palabras. Si realmente sabía pelear tan bien como para acabar con un grupo de soldados, estaba en problemas, pues desde que perdió su mano derecha, cualquier enfrentamiento podría suponer su muerte.

- ¿Qué es lo que quieres? ¿Oro? pues tendrás todo el oro que quieras si me dejas marchar ahora mismo -. El aldeano notó la inseguridad en la voz del caballero, lo que hizo que éste se sintiese mucho más seguro, viendo el enfrentamiento como la mejor de las ideas, incluso mejor que la de llenarse los bolsillos de oro.

- No quiero oro, quiero lo que es mío -. Dijo mientras señalaba al caballo.

Ante ésto, Jaime desenvainó su espada, haciendo que el aldeano se quedase perplejo, pues nunca antes había visto una espada de acero valyrio. Al mismo tiempo, descubrió su cabello, mostrando aquel rubio que brillaba bajo la poca luz que entraba al establo.

- ¡Eres el puto Jaime Lannister!. Esto si que va a ser todo un trofeo -. Dijo el aldeano riendo a carcajadas. Cuando Jaime perdió su mano, la noticia se expandió por todo Poniente, y desde entonces, su mano de oro había pasado a ser un trofeo para quien consiguiese acabar con su vida.

El campesino se acercó a Jaime con la espada en alto, por lo que Jaime se colocó en posición, esperando la primera embestida, la cuál no tardó mucho en llegar. El caballero enseguida había confirmado que lo que aquel muchacho le había dicho era cierto, sabía luchar, es más, lo hacía realmente bien, habría sido un gran soldado de haber recibido el adiestramiento adecuado.

Aguantó un golpe tras otro, se movía por el establo intentando alejarse de él, pero no le dejaba apenas respirar. Los golpes se sucedían uno tras otro, contundentes. Jaime sabía que tenía que ser más listo que él para poder derrotarle, pues no iba a poder hacerlo mediante la fuerza.

Le resultaba difícil pensar en una estrategia mientras tenía que estar atento a parar todas las embestidas sin resultar herido. Mientras tanto, sin ser consciente, se había colocado tras el caballo que él mismo había dejado allí minutos antes.

"Puede salir bien" fue lo que cruzó brevemente sus pensamientos, y sin pensarlo dos veces azotó con toda su fuerza el trasero del caballo al mismo tiempo que saltó hacia atrás. El caballo se revolvió, y en un ligero movimiento golpeó con sus cascos traseros el cuerpo del campesino con tal fuerza que éste quedó tendido en el suelo, soltando gruñidos de dolor, sin apenas poder moverse.

- Apuesto a que te ha roto al menos un par de costillas -. Dijo el Lannister acercándose a él, pero ésta vez era él que sonreía. Como respuesta solo recibió quejidos de dolor, lo que le hacía sentirse más satisfecho aún.

Tras regocijarse en su victoria un breve instante, fue consciente de que tenía que partir antes de que alguien más se diese cuenta de su presencia allí, pero no podía dejar ningún testigo, pues no podía permitirse que nadie le siguiese... aquella noche había tenido suerte, pero si ese hombre le delataba, un grupo le seguiría, y puede que no corriese la misma suerte. No podía morir, "aún no" cavilaba mientras abandonaba aquella aldea.

El resto del camino lo recorrió sin ningún problema, y días después allí estaba, de nuevo en Desembarco del Rey, de nuevo junto a su hermana, aunque esta vez era diferente. La guerra ya había comenzado, el ejército que había viajado desde el norte ya se encontraba en el interior de las calles de la capital, y no parecían estar ganando la batalla. No quedaba tiempo.



Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora